jueves, 11 de agosto de 2011

Bertrand Rusell en tres minutos (y algo más)

[Bertrand Rusell ante los micrófonos de la BBC, 
donde inauguró las célebres conferencias de las Reith Lectures en 1948]

En esta ocasión Gonzalo Ugidos en Vidas Contadas (RNE5) nos traza unas pinceladas biográficas del inolvidable filósofo británico Bertrand Rusell (1872 - 1970), testigo (y protagonista), gracias a su larga e intensa vida, de los cruciales cambios científicos, filósoficos y políticos de las primeras décadas del siglo XX y sus consecuencias posteriores. Puede escucharse aquí esta brevísima biografía de unos tres minutos. Sintética introducción que debiera llevarnos a indagar un poco (o mucho tal vez) sobre la vida y la obra de Rusell.

Salvador de Madariaga (en artículo publicado el 16 de marzo de 1975 en Los Domingos de ABC) elogiaba de esta manera al gran filósofo:

"De los tres grandes ingleses de nuestro siglo, Churchill, Russell y Shaw, el alma más espaciosa, el genio más fecundo, el hombre más plenamente humano, fue Bertrand Russell. Tan vasto fue que, a veces da la impresión de que no acierta a abarcarse a sí mismo; y en su actividad intelectual se advierte cómo se da cuenta de que labora al borde de lo conocido".

Y permítanme que haga referencia aquí a aquel joven filósofo español de vanguardia que fue Ramiro Ledesma Ramos (1905 - 1936), ese entendimiento, según palabras de su maestro Ortega y Gasset, asesinado hace 75 años en la fratricida guerra incivil (fue, en mi opinión, el intelectual de mayor relieve y proyección del llamado bando nacional, a pesar de su cortísima trayectoria). Entre los diferentes artículos que escribió el zamorano en los últimos años de la década de 1920 sobre teoría del conocimiento y filosofía de la ciencia hallamos una  valiosa reseña sobre un libro de Bertrand Russell, Análisis de la materia  (Revista de Occidente, 1929). Allí dice Ledesma:

"Se cierne hoy sobre el mundo sabio un racimo de dificultades tremendas. Figuran adscritas a nuestra época, como un legado de abstractos simbolismos, y los mejores espíritus se disponen a batirlas con riguroso ademán. Un semillero de problemas audaces, de amplia significación especulativa, surge en los recintos de todos los saberes. Unas cuestiones llaman a otras en su auxilio, y éstas resultan luego de aprehensión más difícil y arriscada. La nueva física atraviesa, en la actualidad, un parejo estadio de dificultades. Bertrand Russell, en diálogo polémico con los recientes hallazgos de los físicos, ha escrito este Análisis de la materia, donde, con intrépida fidelidad y desde un punto de vista filosófico, somete a reelaboración las concepciones últimas.

La obra de Bertrand Russell gira alrededor del magno acontecimiento, que es la relatividad de Einstein, de hondas sugestiones para la filosofía. Afirma Russell que las consecuencias filosóficas de esta teoría son de mucho mayor alcance, y por completo diferentes de las que se figuran los filósofos que no conocen la matemática con la debida amplitud. Vamos a fijarnos en la génesis y significación del espacio-tiempo, que Russell desenvuelve con clara oportunidad. Helmholtz fue el primero que declaró insostenible la doctrina kantiana del espacio, en vista de los progresos de las matemáticas, especialmente los descubrimientos geniales de Riemann. Intentó luego Minkowski la desaparición del tiempo y del espacio en sí, y exploró la posibilidad de que uno y otro, combinados, pudiesen conservar individualidad propia. El éxito de tales intentos fue absoluto. La longitud se sustituyó por una noción nueva —el intervalo—, función de la duración y de la distancia, con carácter de invariante. Esta noción de intervalo ha sido objeto de crítica por Weyl y Eddington, que la han despojado últimamente de su carácter absoluto. Bertrand Russell ve en el espacio-tiempo la ventaja de que la ciencia, al utilizarlo, se refiere con más eficacia a grupos de «acontecimientos» que a simples «cosas». Para esta teoría, el tiempo —la fecha— es una de las coordenadas de la posición, haciéndose imposible ocupar el mismo lugar en fecha diferente". [...]


Concluye Ramiro Ledesma su artículo dando las gracias a Bertrand Russell "por habernos conducido a estas regiones admirables, que son los esfuerzos por conocer el «esqueleto causal del mundo». (He aquí la más elegante definición de la física.)".

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