[Andrés Manuel del Río (Madrid, 1764 - Ciudad de México, 1849); eminente científico, descubridor del vanadio. Procedencia de la imagen aquí (Wikipedia)]
Me produce gran satisfacción el contar
con bastantes visitas a este blog procedentes de México. Y es que no
sólo es un país hermano y querido, sino que, además, me siento
vinculado en cierta medida con él: mi madre, a la que tanto amé,
nació allí. Mi abuelo, Bernardo Taravillo La Loma, joyero de
profesión, cruzó el charco (que nos une, o nos separa) buscando un
futuro más próspero y se instaló en la gran urbe, hoy descomunal,
de México. Allí nacieron sus dos primeras hijas, mi tía Goya (que
sería esposa y madre de importantes farmacéuticos sevillanos), y mi
madre. Siempre admiramos con devoción (y curiosidad) aquel bello
cuadro de la Virgen de Guadalupe, pintado sobre metal, que había
traído mi abuelo de las lejanas tierras mexicanas y que nos recibía
al cruzar el umbral de nuestro hogar.
Recordamos ahora, en El devenir
de la ciencia, a un eminente científico español, o mexicano,
que descubrió el vanadio (aunque muchos autores le otorguen el
mérito al sueco Sefstroem, quien "redescubrió" el
eritronio en 1831 al analizar un mineral de hierro de Taberg y le dio
el nombre de vanadio, como conocemos desde entonces a este metal):
Andrés Manuel del Río.
Incluimos aquí la biografía que de
este gran científico hizo L. Blas en su libro Biografías y
descubrimientos químicos (Aguilar Ed.; Madrid, 1947), que
compró mi padre en la capital de España en agosto de 1963, tres
años antes de mi nacimiento. He querido añadir las notas
manuscritas de mi padre, que figuran insertadas en el texto entre
corchetes y en cursiva. He aquí el relato del catedrático y
académico L. Blas:
" Mineralogista madrileño, nació
en la calle del Ave María, el 10 de noviembre de 1764, recibiendo
sus primeros estudios en el Colegio de San Isidro, y el grado de
Bachiller, en Alcalá de Henares.
Sus aficiones a la mineralogía le
llevaron a Almadén y más tarde a Francia, Inglaterra y Alemania,
pensionado por el Gobierno español para ampliar estudios [corrió
peligro de ser guillotinado durante su estancia en París].
En el mes de agosto de 1794 salió de
España, por Cádiz, destinado a Méjico como profesor de la Escuela
de Minas de Méjico, que fundó Elhuyar, cargo que desempeñó
durante cerca de cincuenta años.
El año 1795 publicó su famosa obra
Elementos de orictognosia que, según Humboldt [al que conocía desde
sus estudios en Alemania], es el trabajo mineralógico mejor que
posee la literatura española, y el año 1801 realizó el
descubrimiento del vanadio, analizando un plomo pardo de Zimapán,
nuevo elemento al que puso el nombre de pancromio, primero, y luego,
el de eritronio, por el color rojo de sus sales; pero tuvo
desconfianza de su descubrimiento y, durante algún tiempo [por
influencia de otros químicos], creyó que era cromo.
El segundo volumen de su obra Elementos
de orictogenia, lo publicó en 1805, y seis años más tarde montó
la primera fabricación de hierro mejicana, que, según Humboldt,
tenía una parte mecánica superior a la de las mejores minas de
Hungría.
En 1818 vuelve a España, donde le
ofrecen el cargo de director de las Minas de Almadén y del Museo de
Ciencias, de Madrid; pero él prefiere volver a Méjico, donde
continúa, infatigable, su labor científica y de enseñanza [después
de la independencia de Méjico].
Murió el 23 de marzo de 1849 de un
ataque cerebral, y en recuerdo de su valía, en 1877 se dio el nombre
de Cantón de Andrés del Río a una rica región minera de
Chihuahua, cuya capital es Batopilas".
[Vanadinita, mineral de vanadio. Procedencia de la imagen aquí]
Andrés Manuel del Río descubrió el
vanadio (que debería llamarse rionio en honor del gran científico
hispano-mexicano, pero Berzelius es mucho Berzelius) en 1801, pocos
años después del descubrimiento del cromo por Vauquelin. Nuestro
eximio mineralogista identificó un nuevo elemento, que inicialmente
llamó pancromo (debido a la variedad de colores de sus sales), en
muestras minerales que llegaron a su laboratorio. Como buen
científico, Del Río quería que su descubrimiento fuera confirmado
por otros colegas. Y aprovechando el paso de Alexander von Humboldt
por México le dio al explorador y naturalista alemán -colaborador y
amigo- unas muestras del mineral que contenía el nuevo metal para
que fueran analizadas en París por los mejores especialistas.
Pero la fortuna no estaba del lado de Andrés Manuel del Río porque resulta que uno de los colegas de Vauquelin, cuenta Aldersey-Williams en su delicioso libro La Tabla Periódica, concluyó que no se trataba de un nuevo metal sino de cromo. Para colmo de infortunio los documentos que Del Río había enviado a Francia, por separado de las muestras, que aportaban información valiosa en apoyo de su tesis de haber descubierto un nuevo elemento se perdieron en la larga travesía por un lamentable naufragio. Del Río, que entonces ignoraba lo sucedido, aceptó la resolución de los químicos franceses con deportividad científica.
Pero la fortuna no estaba del lado de Andrés Manuel del Río porque resulta que uno de los colegas de Vauquelin, cuenta Aldersey-Williams en su delicioso libro La Tabla Periódica, concluyó que no se trataba de un nuevo metal sino de cromo. Para colmo de infortunio los documentos que Del Río había enviado a Francia, por separado de las muestras, que aportaban información valiosa en apoyo de su tesis de haber descubierto un nuevo elemento se perdieron en la larga travesía por un lamentable naufragio. Del Río, que entonces ignoraba lo sucedido, aceptó la resolución de los químicos franceses con deportividad científica.
[Vanadio (V); metal de número atómico 23. Procedencia de la imagen aquí]
Treinta años después del hallazgo de Del Río el nuevo metal es redescubierto en un remoto lugar europeo (muy lejano al México de Del Río) por el sueco Nils Sefstroem, en otro mineral. Los suecos, a iniciativa de Berzelius, llamaron vanadio al elemento (que se comprobaría que no era otro que el pancromo o eritronio de Andrés Manuel del Río), recurriendo a la mitología escandinava (Vanadis o Freya, era diosa del amor, la belleza y la fertilidad).
[Pintura en la que se representa
a Freyja o Freya, también conocida como Vanadis. Procedencia de la imagen Wikipedia: aquí]
No estaría mal que cuando nos refiriéramos al elemento de número atómico 23 lo hiciéramos llamándolo vanadio o rionio, en pequeño homenaje a tan gran mineralogista hispano-mexicano.
Nota:
En el siempre recomendable programa de RNE5, A hombros de gigantes, el 7 de enero de 2012, se dedicaron unos minutos a recordar la figura de Andrés Manuel del Río. El texto, de Nuria Martínez Medina (Andrés Manuel del Río, el vanadio y la reforma de la minería) puede leerse aquí.
¿No es prefarraelista esta pintura? Me encanta
ResponderEliminarLa bella y colorista pintura de la diosa Freyja o Vanadis es del irlandés JAMES DOYLE PENROSE (1862-1932), realizada hacia 1913. He elegido esta pintura por su elevada estética y por su colorido, en referencia al pancromo de Andrés Manuel del Río. Saludos y gracias por tu comentario, Airin.
ResponderEliminarMala suerte la de Del Río. Mal conocido en España y peor en el extranjero.
ResponderEliminar