domingo, 3 de enero de 2016

Julio Verne, novelista de la ciencia



El porvenir no me inquieta, lo que es duro a veces es el presente.
(JULIO VERNE)


Casi podríamos decir que el futuro comienza con Julio Verne (1828 - 1905), pues el celebérrimo escritor francés se sumergió en las profundidades del conocimiento científico y tecnológico de su época (documentándose hasta el mínimo detalle), el siglo XIX que verá nacer el positivismo y el socialismo utópico (opuesto al nuevo capitalismo surgido de la revolución industrial), para obtener selectos ladrillos con los que construir sus novelas, tan ricas en descripciones científicas y técnicas, donde la imaginación del autor, siempre basada en la fructífera ciencia decimonónica pero con una proyección sorprendente, crea aventuras e ingenios capaces de inspirar a no pocos de sus ávidos lectores, algunos de ellos estimulados al viaje, al descubrimiento o a la invención. Tal es el caso, por ejemplo, de Charles William Beebe (1877 - 1962), naturalista y explorador norteamericano que quedó fascinado en su juventud por los extraordinarios viajes relatados por Verne y fue capaz de sumergirse a gran profundidad en el océano  junto a Otis Barton con su batisfera (a comienzos de los años 30 del pasado siglo), observando a través de las gruesas ventanas de cuarzo de su esfera de acero la fauna de zonas profundas. O el caso del ruso Yuri Gagarin (1934 - 1968), quien fue el primer hombre que viajó al espacio exterior, a bordo de la nave soviética Vostok 1, en  la primavera de1961. Gagarin rindió homenaje a Julio Verne al afirmar que fue el novelista francés quien le orientó hacia la astronáutica. Otro caso significativo es el de Edwin Hubble (1889 - 1953), quien, maravillado por la obra de Verne, abandonó los estudios de Derecho para dedicarse al estudio de la física y la astronomía, llegando a ser en este campo figura clave en el pasado siglo XX.

[Beebe (izquierda) y Barton, junto a la batisfera (precursora del batiscafo). La batisfera o esfera de las profundidades tenía un diámetro de algo menos de metro y medio, debiendo soportar su acero elevadas presiones exteriores. La esfera se suspendía en sus inmersiones mediante un cable que, a su vez, proporcionaba electricidad y aire, y permitía la comunicación con el barco. En 1934 Beebe y Barton alcanzaron más de 900 metros de profundidad con la batisfera. Procedencia de la imagen: aquí]


[Procedencia de la imagen aquí]

La multitud de anticipaciones que describe Verne (satélites artificiales, armas de destrucción masiva, grandes transatlánticos, el ascensor, el helicóptero, el submarino, los viajes al espacio, los faxes, etc.) no es solo producto de la vigorosa imaginación del escritor, sino que Julio Verne se empapa del ambiente de la época, una cultura burguesa que, partiendo de las ideas positivistas de Comte y las socio-políticas de Saint Simon, proyecta sus anhelos hacia un progreso material que haga posible el bienestar de la sociedad. Verne es testigo activo de todo ello y es aquí donde encuentra un manantial poderoso para su inspiración literaria. El siglo XIX alumbra importantes inventos y descubrimientos: los barcos de vapor, el ferrocarril y el telégrafo resultan ser decisivos para el progreso. La investigación científica no deja de dar frutos: Wöhler sintetiza la urea en 1828 (precisamente el año de nacimiento de Julio Verne), dando el pistoletazo de salida a una larga carrera de descubrimientos en la química orgánica; Faraday experimenta con el electromagnetismo y hace hallazgos con importantísimas aplicaciones; se desarrolla la termodinámica con científicos como Joule, Clausius o Kelvin; Darwin revoluciona la visión que el hombre tiene de los seres vivos y de sí mismo con la teoría de la evolución mediante la selección natural; la medicina progresa enormemente gracias a los trascendentales avances en microbiología; etc. Y no olvidemos a los grandes exploradores y geógrafos, como Alexander von Humboldt. ¿No es todo ello una magnífica y casi inagotable fuente de inspiración para una mente curiosa como la de Verne?

Desde mediados del siglo XIX los grandes avances de la ciencia y de la técnica permiten hacer soñar a muchos con un futuro de progreso y de felicidad para la humanidad. De este optimismo cientificista sin duda bebe Verne, como vemos en la primera etapa del autor: Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, etc. Y La isla misteriosa (1874), una novela que obliga al novelista francés a estudiar química, tras la cual comienza una etapa pesimista. La ciencia no puede solucionarlo todo y puede hacerse un mal uso de su conocimiento y aplicaciones. En Los quinientos millones de la begún (1879) una magnífica herencia va a parar a dos científicos que hacen un uso opuesto de la misma, mostrando Verne cómo la ciencia y la técnica pueden servir para mejorar la vida de las personas o provocar, en manos equivocadas y despreciables, la destrucción maligna. Uno de los científicos (el francés) utiliza la fortuna para crear una ciudad ideal, de prosperidad y bienestar social; el otro (alemán) pone en marcha una ciudad-fábrica, dedicada a la fabricación de armamento para sustentar las guerras en el mundo. Y, cómo no, el principal objetivo es destruir la ciudad ideal del progreso y la armonía. Pero incluso mucho antes, en 1863, Verne había escrito una obra, París en el siglo XX, con el sello anticipatorio del novelista de Nantes, pero en la que tiene una  visión negativa de la sociedad de cien años después, que está excesivamente tecnificada y ha despreciado los saberes humanísticos. Parece lógico que su editor, Hetzel, rechazara la novela ("es periodismo barato y sobre un tema nada afortunado", le dice) y Verne se ve obligado a guardar el manuscrito y a retomar la línea optimista que había comenzado con Cinco semanas en globo. La novela sobre el París del siglo XX fue encontrada por un bisnieto de Julio Verne y así la sorprendente obra vio la luz en 1994.

 [Julio Verne y su misteriosa isla Lincoln, imaginada y dibujada por él.
En 1874 Verne publicó La isla misteriosa. El novelista le había dicho a su editor: "Estoy estudiando química. Paso mi tiempo con profesores de química y en fábricas de productos químicos, en las que mis trajes han atrapado manchas de las que le pasaré la cuenta, pues La isla misteriosa será una novela química".
Procedencia de la imagen (rtve): aquí]


Como en no pocos personajes célebres que dedicaron su vida casi obsesivamente a una actividad creativa, hallamos en Julio Verne sombras, en su vida personal y familiar y en su visión de ciertos aspectos de la realidad social. No debe extrañarnos en un hombre típicamente decimonónico cierto grado de machismo, pero en Verne (en cuya obra las mujeres están casi ausentes) alcanza en ocasiones un nivel llamativo, incluso se le ha calificado como misógino. Por decirlo suavemente es conservador respecto a los derechos de la mujer y considera que su papel social es dirigir los asuntos familiares y domésticos. En un discurso pronunciado en el Liceo femenino de Amiens el gran novelista de la ciencia dice a las alumnas: "Evitad extraviaros por el terreno científico, no os sumerjáis demasiado en la ciencia, ese "vacío sublime", según la expresión del gran poeta, en el que incluso el hombre se pierde a veces...".


Ahora puede disfrutarse de una excelente exposición, "Julio Verne. Los límites de la imaginación", organizada por la Fundación Telefónica en Madrid. En ella se pretende mostrar la no siempre evidente frontera entre la ficción y la realidad y cómo el conocimiento de dicha realidad alimenta la imaginación y ésta, a su vez, nutre la creatividad del espíritu curioso y emprendedor del científico y el ingeniero, en una productiva retroalimentación. Esto lo vemos patente, sin duda, en el caso de Julio Verne, el novelista de la ciencia que anticipó, basándose en sus tenaces pesquisas y estudios, tantas cosas.


Notas:

-Interesante coloquio en la TV pública española sobre Verne:




 - Vídeos sobre Julio Verne (UNED) (I y II)





PARA SABER MÁS:

- Caminos abiertos por Julio Verne. Texto biográfico de LUIS REYES. Editorial Hernando; Madrid, 1977.

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