miércoles, 14 de septiembre de 2016

Gloria de un científico español: los anillos de Ulloa (2ª parte)

[Estatua de ANTONIO DE ULLOA (obra del escultor José Alcoverro; 1899) en el Palacio de Fomento, en Madrid, actual sede del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, bello edificio de finales del XIX] 


En una entrada anterior dedicábamos unas líneas de homenaje al gran científico y marino de la Ilustación española, Antonio de Ulloa (1716 - 1795), con motivo del tercer centenario de su nacimiento. Y decíamos que pretendíamos fijar nuestra atención en un hallazgo poco divulgado de Antonio de Ulloa, realizado durante la expedición a tierras ecuatoriales americanas y publicado en las Relaciones Históricas... (1748): las glorias observadas en el páramo de Pambamarca, un interesante fenómeno óptico atmosférico. 


En la Relación histórica del viaje a la América meridional (1748), en la que se muestran fenómenos extraordinarios observados por Jorge Juan y Antonio de Ulloa en las cimas de los Andes (Lib. VI; Cap. IX; pp. 592 -3), se describe este fenómeno óptico de las glorias o anillos de Ulloa por primera vez:


"Al tiempo de amanecer se hallaba todo aquel cerro envuelto en nubes, muy densas, las que con la salida del Sol se fueron disipando, y quedaron solamente unos vapores tan tenues,  que no los distinguía la vista: al lado opuesto por donde el Sol salía en la misma montaña, a cosa de diez toesas distante, de donde estábamos, se veía como en un espejo representada la imagen de cada uno de nosotros, y haciendo centro en su cabeza tres iris concéntricos; cuyos últimos colores, o los más exteriores del uno tocaban a los primeros del siguiente; y exterior a todos y algo distante de ellos se veía un cuarto arco formado de un solo color blanco: todos ellos estaban perpendiculares al horizonte; y así como el sujeto se movía de un lado para otro, el fenómeno le acompañaba enteramente en la misma disposición, y orden: pero lo más reparable era, que hallándonos allí casi juntos seis, o siete personas, cada uno veía el fenómeno en sí, y no lo percibía en los otros: la magnitud del diámetro de estos arcos variaba sucesivamente a proporción que el Sol se elevaba sobre el horizonte; al mismo tiempo se desvanecían todos los colores, y haciéndose imperceptible la imagen del cuerpo, al cabo de buen rato desaparecía el fenómeno totalmente; en los principios era el diámetro del iris interior tomado en el último color, que le correspondía, de 51/2 grados a corta diferencia; y el del blanco exterior y apartado de todos 67 grados: cuando empezaba el fenómeno, parecían los arcos en figura oval, o elíptica correspondiente al disco del Sol, y después se perfeccionaba, hasta quedar perfectamente circulares: cada uno de los pequeños constaba de encarnado, o rojo: este se desvanecía, y formaba el naranjado; a quien seguía el amarillo, y desvanecido se convertía después en pajizo; y a su continuación estaba el color verde, siendo en todos ellos el exterior el rojo."


[Espectro de Brocken y anillos de Ulloa de un montañero en los Pirineos. Foto de Ramón Monedero. Procedencia de la imagen: METEOBINEFAR.]


Las glorias o anillos de Ulloa son un fotometeoro o fenómeno óptico atmosférico a menudo asociado al espectro de montaña o espectro de Brocken, esa enorme sombra (de apariencia "fantasmal") que se proyecta sobre un mar de nubes o neblina al otro lado del sol y que, con suerte, podemos contemplar desde la ladera de una montaña o la ventanilla de un avión. Una gloria se compone de varios anillos concéntricos coloreados (el rojo, más externo, como nos contaba Antonio de Ulloa) y consiste en un fenómeno óptico en el que intervienen la difracción, la reflexión y la refracción de la luz, que es retrodispersada (es decir, hacia atrás, hacia la fuente luminosa, el sol) por una nube de pequeñísimas gotitas de agua de tamaño uniforme.

Nuestro amigo y excelente divulgador de la meteorología, el físico José Miguel Viñas. nos explica el espectacular fotometeoro de las glorias en su libro Introducción a la Meteorología (Almuzara, 2010). Dice Viñas que el fenómeno que nos ocupa, descrito por primera vez por el sevillano Antonio de Ulloa en 1748, guarda semejanza con el bien conocido arco iris, aunque tiene un origen algo distinto. Asimismo hay que tener en cuenta el tamaño angular del fenómeno, mucho menor en las glorias que en el bello y magno arco iris.

Como se ha dicho, la gloria es el resultado de una dispersión de la luz hacia la fuente luminosa, que previamente incidió sobre una nube. En el caso de las glorias, más que la refracción de la luz al atravesar las gotitas de agua, como ocurre en la formación del arco iris, aunque el fenómeno también ocurre, tienen especial relevancia los fenómenos de reflexión y difracción de la luz, particularmente este último. Nos comenta Viñas que los fenómenos de interferencia que ocurren al difractarse la luz (recordemos que la luz es una onda electromagnética) en torno a los bordes del objeto que produce la sombra o espectro de Brocken (el montañero o el avión), son los responsables de que aparezcan franjas luminosas separadas que rodean el punto antisolar (el lado opuesto al sol).


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