miércoles, 30 de diciembre de 2009

El más hermoso descubrimiento de Galileo




[Simulación de la observación de los satélites de Júpiter con el
telescopio de Galileo; imagen procedente de http://www.tecnoastro.es/,
interesante y práctica web del profesor Francisco Gallego]



Así llama Jean Pierre Maury en  Galileo, mensajero de las estrellas al sorprendente hallazgo de las lunas de Júpiter por "el padre de la ciencia moderna": "su más hermoso descubrimiento". Y precisamente comenzamos este 2010 con una extraordinaria efeméride pues, en la fría noche del 7 de enero de hace 400 años (como si estuviera jugando con el precioso regalo de reyes que, sin embargo, era un telescopio fabricado por él mismo), el sabio de Pisa, a la sazón en la septentrional Padua, realiza un bello descubrimiento que resultaría crucial en la defensa de la teoría heliocéntrica de Copérnico: lo que en principio creía estrellas no eran tales, sino lunas, satélites, orbitando alrededor del planeta Júpiter, el majestuoso gigante.

No era aquel el primer anteojo que perfeccionó para escrutar el cielo sino el quinto, más perfecto que los anteriores y que se convertirá en su preferido, un telescopio de treinta aumentos. En el libro anteriormente mencionado de J. P. Maury leemos las palabras, seguramente emocionadas, de Galileo:

"El 7 de enero de este año 1610, en la primera hora de la noche, mientras miraba los astros con el anteojo, se me apareció Júpiter; y como disponía de un aparato realmente excelente, vi cerca del planeta tres astros, muy pequeños ciertamente, pero muy brillantes ... "

Galileo observó aquella noche dos puntos luminosos a la izquierda de Júpiter (este) y uno a la derecha (oeste). En un primer momento no debió sorprenderle demasiado el hallazgo, ya que pensaba que se trataban de estrellas, a lo cual empezaba a acostumbrarse. Pero, acaso movido por esa intuición que tienen los grandes genios, la noche siguiente sin saber muy bien por qué volvió a dirigir su valioso telescopio hacia Júpiter. Y ahora sí que debió sorprenderse, pues los tres pequeños astros brillantes se encontraban al oeste del gigantesco planeta. ¿Júpiter desplazándose ante las estrellas? Podría ser si no fuera porque en aquel momento el planeta debería ir en el sentido contrario. La cabeza de Galileo debió estar entonces en efervescencia y su corazón latiendo aceleradamente. Tenía que seguir observando aquellos pequeños astros luminosos que parecían jugar al corro con el gran planeta. Pero el 9 de enero fue una noche nublada en Padua. El 10 de enero el cielo está despejado y Galileo observa tan sólo a dos de los astros brillantes al este de Júpiter, es decir, ¿el tercero ha desaparecido? No, se ha ocultado tras él. Puesto que el planeta no puede cambiar tan bruscamente de dirección al sabio de Pisa le queda claro que ... los astros luminosos no pueden ser estrellas sino, efectivamente, lunas (o satélites) orbitando alrededor del planeta, "jugando al corro" con él. Galileo, no obstante, los llama "planetas". Las noches siguientes hace gala Galileo de sus excelentes dotes de observación y así el 13 de enero descubre una cuarta luna alrededor de Júpiter. Son pues cuatro astros, satélites, orbitando en torno a Júpiter y viajando con él por el espacio.

Galileo concluye que "con nuestros propios ojos hemos visto cuatro astros que giran alrededor de Júpiter, como la Luna alrededor de la Tierra, y que el conjunto describe una gran órbita en torno al Sol en doce años", refutando así la opinión de los defensores de la teoría geocéntrica que sostenían que la Luna no podría seguir a la Tierra en su supuesto movimiento alrededor del Sol. Galileo demostraba lo contrario, aportaba pruebas contundentes a favor de la movilidad de la Tierra. El heliocentrismo copernicano era ya, a pesar de las enormes dificultades, imparable.

En marzo de 1610 publica Galileo su Sidereus Nuncius ("El mensajero sideral") donde da buena cuenta de sus importantes descubrimientos con el telescopio, entre ellos las cuatro lunas de Júpiter que él, en honor a los duques de Toscana, llama medicea sidera ("astros mediceos").

Bibliografía:

- AVERBUJ, E.: Con el cielo en el bolsillo. La Astronomía a través de la historia. Ed. G. C. Zero. Madrid, 1986.
- HEMLEBEN, J.: Galileo. Salvat Editores. Barcelona, 1985.
- MAURY, J. P.: Galileo, mensajero de las estrellas. Ed. Aguilar. madrid, 1990.

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