Casualmente, hoy, buscando unos documentos, me he topado con la carta que envié a La aventura de la Historia en 2006, y que amablemente publicó la revista, con motivo del 50º aniversario de la muerte del inolvidable novelista vasco, Pío Baroja. Quiero compartir ahora con los lectores y amigos de "El devenir de la Ciencia" un párrafo de aquella carta de gratos recuerdos. Siempre he admirado a Pío Baroja, aquel médico que decidió muy tempranamente abandonar la profesión para escribir.
"Hoy he recordado todas aquellas horas que disfruté leyendo en mi juventud a Baroja. Quizás, gracias a él, germinó en mí la semilla de la lectura. De la novela, pero también de la filosofía (huella imborrable me dejó El árbol de la ciencia). Pío Baroja siempre tuvo inclinación y curiosidad por los asuntos filosóficos (lector de Kant, Nietzsche, debelador de filosofías, y de Schopenhauer, quien tenía para él "el atractivo de ser un consejero chusco y divertido", entre otros) y científicos. La formación científica de Baroja se ve reflejada en sus obras y eso me gustaba sobremanera (Paradox, rey, el simpático cuento La vida de los átomos, ...). Cuando en estos años de juventud me acercaba a una librería para adquirir algún ejemplar con el que hacer más llevadero el largo estío, finalmente siempre elegía una obra de Baroja".
Filosofía, ciencia, aventura, rebeldía. Magníficos ingredientes.
"No sé claramente lo que es ser nihilista. Supongo que será, principalmente, ser escéptico. Yo no lo soy. Creo en el trabajo del hombre, creo en el valor de la ciencia y de la razón, creo también en la verdad de la literatura y del arte, naturalmente relativa y humana", denunció en cierta ocasión.
[Foto: Pío Baroja; procedente de www.ucm.es)]
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