jueves, 17 de noviembre de 2016

Un poeta ilustrado ante la ciencia

[Retrato de JUAN MELÉNDEZ VALDÉS realizado por Goya (1797).
Procedencia de la imagen aquí]


“La poesía de Meléndez Valdés constituye el núcleo fundamental del esfuerzo ilustrado para operar en la conciencia de sus lectores en la dirección del cambio”.



Como en El devenir de la ciencia nos interesan sobremanera las relaciones de la ciencia con los demás ámbitos de la cultura, traemos aquí de vez en cuando alguna que otra pincelada que ilustre este sugestivo vínculo, tantas veces obviado.

Fijamos hoy la atención en el poeta ilustrado español Juan Meléndez Valdés (1754 - 1817), figura esencial en el panorama literario del siglo XVIII en nuestro país, fino poeta neoclásico -también precursor del Romanticismo- que se interesó por la ciencia (evolucionó hacia una poesía filosófica y recibió el poderoso influjo de Jovellanos), como se observa en las alusiones que hace a ella en su obra: Oda a la verdad, Oda a un lucero, Inmensidad de la Naturaleza y bondad inefable de su Autor, A las estrellas, La aurora boreal, entre otras. Como botón de muestra, unos versos de la Oda a la verdad (1797):


En ellos embebido
a Siracusa el griego a saco entrada
no ve, herido de la atroz espada
da su vida gloriosa;
y el gran Newton subido
a la mansión lumbrosa,
cual Genio alado tras los astros vuela,
y al mundo absorto la atracción revela.


Vemos cómo Meléndez Valdés hace referencia a la muerte de Arquímedes en Siracusa en el 212 a. C., asesinado por un soldado romano que le atravesó el cuerpo con su espada. Y también menciona al genial Newton, descubridor de la ley de la gravitación, la atracción universal.


Y de un signo distinto, pero interesante, es su oda De las Ciencias (1784). En esta composición poética perteneciente a las Odas anacreónticas, de evidente carácter hedonista, Meléndez Valdés nos muestra su preferencia por los placeres de la vida frente a los sinsabores y las dificultades del trabajo científico. Veamos unos versos:


Apliqueme a las ciencias,
creyendo en sus verdades
hallar fácil alivio
para todos mis males.
¡Oh! ¡Qué engaño tan necio!
¡Oh! ¡Cuán caro me sale!
A mis versos me torno
y a mis juegos y bailes. 

[...]

Aténgome a mi Baco,
que es risueño y afable;
pues los sabios, Dorila,
ser felices no saben.
¿Qué me importa que fijo
cual un bello diamante
el Sol esté en el cielo;
como él nazca a alumbrarme?

[...]

Los que estudian padecen
mil molestias y achaques,
desvelados, y tristes,
silenciosos, y graves.
¿Y qué sacan? Mil dudas;
y de estas luego nacen 
otros nuevos desvelos,
que otras dudas les traen.

[...]


Efectivamente, el duro trabajo del investigador lleva con suerte a unas conclusiones que, en principio resuelven un problema, pero que suelen llevar al planteamiento de nuevos interrogantes. Pero, lejos de ser esto motivo de decepción y desánimo, el científico sabe que se encuentra ante una oportunidad de ampliar el conocimiento, de abrir nuevos senderos. Un científico debe conformarse con ir obteniendo una visión cada vez más precisa de la realidad, pero bien sabe que su tenaz tarea es una búsqueda sin término. Eso sí, tal vez la más apasionante de todas las búsquedas.


NOTAS:

(1) Para profundizar más sobre el poeta extremeño Juan Meléndez Valdés puede leerse esta biografía de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

(2) En 2004 se produjo el 250 aniversario del nacimiento del poeta, pasando desapercibido. En 2017 se cumplirán 200 años de su muerte. Deseamos que en esta ocasión el considerado mejor poeta español del siglo XVIII, Juan Meléndez Valdés, aunque literato no muy original, sí de indiscutible valor en ese período de transición entre el Neoclasicismo y el Romanticismo, reciba la atención que merece.