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martes, 8 de mayo de 2018

Las peripecias de un joven científico (Arago en España)

[François ARAGO, astrónomo y físico francés (1786 - 1853).
 Procedencia de la imagen aquí]

Hay biografías que resultan más jugosas que muchas novelas. La de François Arago, quien narró sus peripecias juveniles como científico en España, es una de ellas. Miembro del Bureau des longitudes del Observatorio de París viajó a España a comienzos del siglo XIX para completar la medición del meridiano de París (a la sazón rival del célebre meridiano de Greenwich, que resultaría finalmente vencedor por votación en 1884). Mechain había muerto en Castellón de la Plana en 1804 y se pensó en el interés que podría tener la continuación de las medidas geodésicas precisas por el método de triangulación del meridiano Dunkerque - Barcelona, prolongándolas hasta Formentera (Islas Baleares). Recordemos la importancia que tenían estas medidas a finales del siglo XVIII y principios del XIX para una definición rigurosa de la unidad de longitud: el metro (inicialmente definido como la diezmillonésima parte de la distancia del polo norte a la línea ecuatorial). El propio Arago nos cuenta que partió de París junto con Biot (con quien había colaborado en el Observatorio en la investigación de la refracción de los gases) a comienzos de 1806. Les acompañaba un tal Rodríguez, comisario español. En primer lugar visitaron las estaciones de medida indicadas por Mechain, realizando en las triangulaciones correspondientes algunas modificaciones importantes.


[Procedencia de la imagen aquí 
(gallica.bnf.fr / BnF)]

François Arago narró años después (ya paralítico pero conservando toda su lucidez) las aventuras vividas en nuestro país mientras tenazmente se esforzaba por culminar este proyecto de medición precisa. Lo hizo en el delicioso libro Historia de mi juventud (Viaje por España, 1806 - 1809), publicado en español en la Colección Austral (Espasa - Calpe Argentina; Buenos Aires, 1946). En esta amena obra autobiográfica Arago nos cuenta diversas anécdotas, aventuras novelescas, pero reales, y peripecias, a veces divertidas, en otras ocasiones ciertamente peligrosas, vividas por él en tierras del levante español. Así, tiene encuentros con asaltadores de caminos, presencia un humillante y detestable cortejo del Santo Oficio en Valencia (una supuesta bruja era obligada a pasearse por los barrios de la ciudad a horcajadas de un asno, mirando al rabo del animal, con el torso desnudo embadurnado con una sustancia pegajosa a la cual quedaban adheridas una enorme cantidad de pequeñas plumas), o es tomado por espía del ejército francés (al que, piensan, le envía señales luminosas), siendo apresado y encerrado en el castillo mallorquín de Bellver, de donde logra fugarse en una barca de pescadores y llegar a Argel. Posteriormente huirá de este peligroso lugar disfrazado de mercader, embarcándose con rumbo a Marsella. Sin embargo, no termina felizmente este viaje por mar pues es interceptado por corsarios españoles. Finalmente, no sin padecer diversos incidentes, logra regresar a Perpiñán, donde vive su familia. La madre lo había dado por muerto y de la misma forma que antes había encargado misas por el eterno descanso de su alma, nos dice Arago, ella, "la más piadosa de las mujeres", ahora hizo oficiar numerosas misas para dar gracias a Dios por el retorno de su vástago. Al poco abandona el calor de la familia para dirigirse a París. En el Bureau des Longitudes y en la Academia de Ciencias entregó las observaciones y mediciones realizadas en España, al menos aquellas que había logrado conservar tras salir airoso de tantas peripecias y peligros propios de un héroe de una novela de aventuras. Una accidentada aventura científica en este caso. 

En septiembre de 1809, con tan solo veintitrés años y salvando las reticencias iniciales de Laplace, es nombrado académico de la Academia de Ciencias de Francia, en sustitución de Lalande. A pesar de su juventud fue muy valorada la labor científica desarrollada por Arago y se reconoció su gran proyección como investigador, consiguiendo una mayoría aplastante en la votación. El propio Arago confesó ya anciano que para él hubiera sido muy triste el ser elegido miembro de la Academia de Ciencias sin contar con el voto de Laplace, el insigne autor de la Mecánica celeste.

[Medida del meridiano de París. Triangulación Dunkerque - Barcelona.
Procedencia de la imagen aquí]

Como muestra de las lamentables, pero al mismo tiempo divertidas, anécdotas vividas por Arago en su estancia en la España de comienzos del siglo XIX citaremos una en la que nuestros animosos científicos franceses se topan de bruces con la soberbia de un personaje de talla humana e intelectual muy inferior a ellos. Resulta que, según cuenta el físico y astrónomo del sur de Francia, para tener el apoyo y la colaboración de los paisanos de las zonas donde estaban sus estaciones de mediciones geodésicas era necesaria la recomendación de la Iglesia. Por tal motivo, Arago y Biot, acompañados por el vicecónsul de Francia, fueron a visitar al arzobispo de Valencia a su palacio, buscando su protección. Era el arzobispo hombre de gran estatura y por entonces general de los franciscanos. Los atendió con agrado y no puso objeción alguna a las pretensiones de los científicos, todo lo contrario, "prometió satisfacer ampliamente las recomendaciones pedidas". Pero algo inesperado sucedió a la despedida. El vicecónsul francés y Biot abandonaron la sala de recepciones "sin besar la mano del prelado, a pesar de que este se la había presentado a ambos muy graciosamente". Y el final de la historia no tiene desperdicio. Cuenta Arago:

"El arzobispo se desquitó en mi pobre persona. Un movimiento que estuvo a punto de romperme los dientes, un gesto que sin exagerar podría calificar con el nombre de puñetazo, me demostró que el general de los franciscanos, a pesar de su voto de humildad, había sido sorprendido por la desfachatez de mis dos acompañantes. Cuando iba a quejarme por la rudeza con que me trataba, reflexioné sobre las necesidades de nuestras operaciones trigonométricas, y opté por callarme".

Y pone el colofón Arago a tan sorprendente y jugosa historia con el siguiente comentario, no exento del sentido del humor propio de un científico jovial:

"Por otra parte, en el momento en que el apretado puño del arzobispo se aplicó sobre mis labios, estaba pensando en los estupendos experimentos de óptica que hubieran podido realizarse con la magnífica piedra que adornaba su anillo pastoral. Confieso que esta idea me había preocupado durante todo el tiempo que duró la entrevista".

¿Qué les parece?


Digamos por último de tan eminente científico que desarrolló también una importante carrera política, alcanzando puestos de gran responsabilidad desde los que inició el camino (en sintonía con las ideas de su amigo Humboldt) de la abolición de la esclavitud en las colonias francesas.


Nota:

Ya hablamos algo de FRANÇOIS ARAGO en El devenir de la ciencia, en la entrada "Una pila de conocimientos":


En sus Notas biográficas el matemático, físico y astrónomo François Arago escribió :


"Esta pila [de Volta] de tantas parejas de metales diferentes separados por un poco de líquido es, por la singularidad de los efectos, el instrumento más maravilloso que el hombre nunca ha inventado, sin exceptuar el telescopio y la máquina de vapor".


Ilustrativo. Recordemos que Arago jugó un papel (aunque poco divulgado) muy importante en el origen de las investigaciones electromagnéticas, cuyos experimentos sirvieron para que otros obtuvieran las explicaciones teóricas pertinentes. Su disco de cobre ("disco de Arago"), en el que observa el magnetismo de rotación, fue precursor del de Faraday, descubridor de la inducción electromagnética  (1831).

jueves, 25 de agosto de 2016

Un reloj antihorario

[Reloj mecánico antihorario de la cara oeste de la antigua puerta este (Isartor) de Múnich (permítanme el juego de palabras). Procedencia de la imagen e información aquí]

Estamos en Múnich, la animada capital de Baviera. Nos dirigimos hacia el río Isar desde Marienplatz, el corazón histórico de la ciudad, por Talstrasse. Es hora de cenar y nos sentamos en una pizzería. Saboreamos unas estupendas cervezas alemanas de nombres impronunciables para nosotros (las elegimos digitalmente, es decir, señalándolas con el dedo en la carta) mientras esperamos las ansiadas pizzas. De pronto, casi con un sobresalto, advierto que el reloj de la torre medieval que tengo frente a mí no marca la hora correcta. No doy crédito a lo que estoy viendo. No puede ser. ¡Un reloj en Alemania que no funciona! Estoy acostumbrado a ello en mi tierra, pero aquí no puede ser. Llevo días comprobando que no hay reloj de iglesia, torre o edificio público que no vaya a la perfección. Aquí está la excepción. Pues no. Una mirada más detenida me permite darme cuenta que el susodicho reloj de la torre funciona impecablemente, aunque lo hace en sentido antihorario, es decir, hacia la izquierda (levógiro). Cuando decimos que gira hacia la izquierda queremos decir que las manecillas hacen un recorrido de derecha a izquierda en la mitad superior de la esfera (el círculo) del reloj mecánico. Lo normal es que las manecillas tengan un sentido de giro hacia la derecha (dextrógiro), como hace el recorrido de la sombra proyectada por el gnomon de un reloj de sol horizontal (en el vertical, de pared, ocurre al contrario) en el hemisferio norte.

Es decir, el paradójico reloj de la torre principal de la puerta del Isar (Isartor) tiene un sentido de giro "en contra de las agujas del reloj", antihorario. Para comprender el sentido de esta simpática anécdota relativa a la medida del tiempo hay que saber que la Isartor alberga el museo dedicado al actor cómico muniqués de principios del pasado siglo Karl Valentin. Sin duda, el reloj antihorario de la cara que da hacia el centro de la ciudad (opuesto al río)  de la antigua puerta del Isar es un guiño humorístico en homenaje a aquel célebre cómico, llamado a veces el "Chaplin de Alemania". Por cierto, no es el único reloj mecánico antihorario del mundo. El presidente de Bolivia, Evo Morales, decidió hacer girar también al revés (sentido levógiro) el reloj de la cúpula de la Asamblea Legislativa en La Paz, con la finalidad de reivindicar la presencia y relevancia de Bolivia, en el hemisferio sur, frente a las potencias del norte (¿conoce el lector otro reloj mecánico que gire hacia la izquierda en algún edificio histórico del mundo?).



PARA SABER MÁS (pínchese en el enlace):



jueves, 8 de octubre de 2015

Sobre proteínas, cataratas y huevos

El cristalino es un componente (una estructura transparente) esencial de nuestro ojo: una lente biconvexa (es más gruesa por el centro que por los bordes y es convergente pues refracta los rayos de luz haciéndolos converger en la retina, donde se forma la imagen) situada en la parte delantera, entre el iris y el humor vítreo, que nos permite enfocar objetos dependiendo de su distancia a nuestros ojos. Esto se consigue mediante el proceso de acomodación, en el que el cristalino es capaz de variar su curvatura y espesor por acción del músculo ciliar cuando una imagen está desenfocada en la retina.

[Procedencia de la imagen: Wikipedia]

La composición química del cristalino hace posible que éste tenga una elevada capacidad de refracción. Nuestra lente convergente natural posee un elevado contenido en proteínas, que juegan un importante papel. Es precisamente la degradación y desnaturalización de estas proteínas con el paso del tiempo lo que hace que nos aparezcan las cataratas con la edad (catarata senil), es decir, nuestro cristalino va perdiendo su transparencia y se va haciendo opaco, con lo cual la visión se hace borrosa.

El proceso de desnaturalización de una proteína consiste en la pérdida de su estructura tridimensional (conservando tan sólo la proteína la secuencia de aminoácidos que poseía o estructura primaria, pero no ningún nivel superior de organización estructural). Lógicamente la desnaturalización tiene importantes efectos en las propiedades físicas de la proteína, como un aumento de su viscosidad o una drástica disminución de su solubilidad. En el caso del cristalino todo ello se traduce en una pérdida de transparencia.

La desnaturalización de proteínas está muy presente en nuestra vida cotidiana, en nuestra cocina, pues ocurre cada vez que nos hacemos un huevo frito o hervido. En este caso la ovoalbúmina es la que se desnaturaliza, pierde su organización estructural superior, por acción del calor. La ovoalbúmina es la proteína más abundante en la clara del huevo (más de un 60 % del total de proteínas) y es rica en los aminoácidos cisteína y metionina. La cisteína (HS-CH2-CHNH2-COOH) es un aminoácido no esencial (puede ser sintetizada por el cuerpo humano) que se dimeriza mediante un puente disulfuro o enlace covalente azufre-azufre (-S-S-).


[Dos moléculas de cisteína se unen mediante un enlace disulfuro (-S-S-) para formar el dímero cistina. Procedencia de la imagen: Wikipedia]

Cuando ponemos un huevo en la sartén o a hervir la elevada temperatura provoca que las uniones -S-S- entre cisteínas, que mantienen la estructura de la proteína, se rompan, es decir, la ovoalbúmina se desnaturaliza, modificando sus propiedades. Se vuelve blanca y opaca, no deja pasar la luz. J. M. Mulet nos describe este fenómeno tan conocido por todos (sus efectos, que no su causa) en su estupendo libro (interesante, eficaz y muy ameno) Comer sin miedo (Destino, 2014) cuando nos habla de la química del huevo. Y el incisivo y lúcido divulgador valenciano llama nuestra atención al recordarnos que este mismo proceso de desnaturalización o pérdida de estructura ocurre en la queratina del cabello en las permanentes (aquí de forma reversible) y en el ya mencionado de las indeseables e inevitables cataratas. "Todo es una simple cuestión de química de proteínas", dice Mulet.

Concluyo esta entrada de El devenir de la ciencia con un mínimo homenaje al andaluz Benito Daza de Valdés, pionero de la Óptica hispana, quien publicó en 1623 su Uso de los anteojos. En aquella importante obra el cordobés  no sólo expone los fundamentos teóricos y nos da información práctica del uso de las lentes para la corrección de los defectos visuales sino que describe cómo ha de hacerse la operación de cataratas. 


OTRAS ENTRADAS RELACIONADAS EN EL DEVENIR DE LA CIENCIA:



lunes, 24 de marzo de 2014

Sexo genial




[ALESSANDRO VOLTA. Grabado de Giovita Garavaglia (1814)]

Leo en Volta y el desarrollo de la electricidad, del gran, y singular, Aldo Mieli, que el insigne científico de Como (Lombardía; Italia), inventor de la pila eléctrica y descubridor del gas metano (entonces conocido como "aire inflamable de los pantanos"), fue hombre de "naturaleza exuberante", llevando una vida muy activa, no sólo en lo científico, sino en otros aspectos como las actividades físicas al aire libre (remero, senderista y alpinista por sus aguas y tierras lombardas). Mas afirma Mieli que Alessandro Volta también fue aficionado a la actividad física más íntima. Parece ser que el científico italiano tuvo "múltiples y pasajeras aventuras amorosas". Ni me sorprende demasiado ni me escandaliza esto, claro está. Lo que me llama la atención sobremanera es lo que a continuación afirma Aldo Mieli respecto a la vida sexual de los grandes genios:

"Una vida sexual muy intensa, conforme a las tendencias personales, es, creo, una característica de los hombres geniales, que en ella encuentran un fortalecimiento y un estímulo de su actividad espiritual, y sólo en Newton, por razones constitucionales, encontramos un individuo genial, pero completamente frígido para las imperiosas necesidades de la carne".

(ALDO MIELI: Volta y el desarrollo de la electricidad; Espasa Calpe, Colección Austral; Buenos Aires, 1944).


Si el lector ha tenido la curiosidad de leer la biografía del historiador de la ciencia Aldo Mieli habrá comprendido perfectamente la esencia y significación de la aclaración "conforme a las tendencias personales" (relativo a la vida sexual).

sábado, 19 de octubre de 2013

Cocodrilo Rutherford

Ernest Rutherford (1871 - 1937), investigador pionero de las entrañas del átomo y figura científica clave del siglo XX, era conocido en el Cavendish Laboratory de la Universidad de Cambridge como "el cocodrilo".


Según George Gamow, el apodo le fue puesto debido a su peculiar voz, jovial y estridente, que resonaba por los corredores del Cavendish Laboratory y ponía en alerta a los estudiantes y jóvenes investigadores que, ante la proximidad de tan respetada autoridad científica, recobraban la concentración en el trabajo, tal vez transitoriamente perdida por una charla entre colegas o por alguna entretenida lectura ("proporcionándoles tiempo para esconder las novelas de detectives y poner orden en el laboratorio", dice Gamow). Y es que la retumbante voz de Rutherford recordaba al cocodrilo de "Peter Pan", que se había tragado un reloj, de manera que el ruidoso tic-tac  que salía del temible reptil de grandes mandíbulas advertía de su presencia, permitiendo escapar a la posible víctima. No obstante, Rutherford no era temido, sino respetado por todos.

De esta anécdota del apodo de Ernest Rutherford quedó constancia física en forma de bajorrelieve, pues Eric Gill grabó la figura de un cocodrilo en el muro exterior de ladrillo del Mond Laboratory de Cambridge (inaugurado en 1933). Dicho laboratorio fue construido por la Royal Society para que Piotr Kapitza pudiera realizar sus investigaciones trabajando con campos magnéticos intensos. El científico ruso Kapitza quiso homenajear a Rutherford encargando al artista Eric Gill un bajorrelieve de un cocodrilo en el exterior del edificio del Mond Laboratory.



[Procedencia de la imagen: aquí]

Cuenta también Gamow que la unidad Mev (un millón de electronvoltios), empleada como unidad de energía en física nuclear, era conocida por los estudiantes del Cavendish Laboratory como "un cocodrilo". Así si decimos que el promedio de la energía total liberada en cada fisión nuclear es de 200 MeV, bien podríamos decir, en recuerdo del gran Ernest Rutherford, que se liberan 200 "cocodrilos".

sábado, 5 de octubre de 2013

Un potente veneno llamado nicotina

La nicotina es un alcaloide bien conocido, presente en las hojas del tabaco (Nicotiana tabacum). Su fórmula molecular es C10H14N2. Y he aquí su estructura (para los interesados en el detalle):

 [Procedencia de la imagen: Wikipedia]

Es un líquido amarillento muy amargo, de fuerte olor (a tabaco, claro) y muy soluble en agua. Pero la característica que más nos interesa (y preocupa) es su elevada toxicidad.

El nombre de esta sustancia venenosa de la planta del tabaco (la nicotina) deriva del francés nicotiane, a su vez proveniente de Nicot. Jean Nicot fue embajador de Francia en Lisboa e introdujo dicha planta americana en su país hacia 1560. Así los franceses llamaron al tabaco nicotiane. En el siglo XVI al tabaco se le atribuían propiedades medicinales, describiendo el médico sevillano Nicolás Monardes un buen número de ellas. El iatroquímico Félix Palacios emplea a comienzos del siglo XVIII la palabra nicociana para referirse al tabaco. La nicotina fue aislada de las hojas del tabaco por primera vez por los alemanes Posselt y Reimann, en 1828.

Hoy sabemos que la nicotina es una sustancia muy tóxica. Una dosis de 40 a 60 mg puede ser mortal para seres humanos adultos y la rapidez de su toxicidad es similar a la del cianuro. Se absorbe con gran facilidad a través de las mucosas, así como por las vías respiratorias y la piel. Sus efectos pueden ir desde diarrea, vómitos, dolor de cabeza o taquicardia, en dosis bajas, hasta convulsiones y arritmias, o incluso estado de coma, paro respiratorio y paro cardiaco, en dosis altas. Algunos insecticidas llevan la nicotina entre sus componentes.

Pancracio Celdrán nos narra la historia de la primera víctima reconocida del tabaco, o más exactamente de la nicotina (en Hablar con corrección; capítulo "Etimología y peripecia semántica de algunas palabras", p. 331; Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2006). Ocurrió en 1851 cuando un belga envenenó a su cuñado. Se descubrió que el agente causante del envenenamiento había sido la nicotina. El asesino había trabajado en la extracción de esta sustancia y, sin duda, sabía  que este alcaloide era un veneno útil para sus criminales propósitos. Concluye Pancracio Celdrán: "Aquel mismo año, la Academia de Medicina de Francia confirmó que el tabaco era un veneno; han pasado ciento cincuenta y todavía hay quien se pregunta si fumar es malo".      

jueves, 4 de abril de 2013

Ese gigantesco número, llamado de Avogadro (II)



En una entrada anterior analizábamos un interesante ejemplo ilustrativo de lo realmente gigantesco, difícil de imaginar, que es el número de Avogadro. Añadimos ahora algunos ejemplos más, no menos sorprendentes.

Pensemos en una pequeña gota de agua. Supongamos que 1 mL o cm3 contiene una veintena de esas gotas. Así, el volumen de una gotita del líquido de la vida sería de 1/20 centímetros cúbicos, es decir, 0,05 cm3. Puesto que 1 mol de agua, que equivale a 18 gramos de esa sustancia o 18 cm3 (la densidad del agua líquida es 1 g/cm3), contiene un número de Avogadro de moléculas, 6,02 por 10 elevado a 23 (aproximadamente), es fácil calcular que en una gota de agua, con un volumen de unos 0,05 cm3, hay aproximadamente 1,67 por 10 elevado a 21 moléculas de H2O. O si lo prefieren, 1670 millones de billones o 1670 trillones (difícil de imaginar, ¿verdad?).

Recurramos a otros ejemplitos. Cien folios de los que usamos para nuestros trabajos escolares tienen un grosor aproximado de 1 cm (compruébenlo). Pues bien, si apiláramos (dejemos trabajar ahora a la imaginación) un mol de hojas, o sea, 6,02 por 10 elevado a 23 hojas de papel, llegaría a una altura de más de 6 por 10 elevado a 21 cm, o 6 por 10 elevado a 16 km: ¡60.000 billones de km!

Y una de juego de azar. Si introducimos en una bolsa un par de docenas de bolas numeradas del 1 al 24 y nos dedicamos a extraer, sin mirar, al azar, todas ellas, una tras otra, la probabilidad de que las saquemos en orden (1, 2, 3, ..., 24) es aproximadamente de 1 entre ese gigantesco número de Avogadro; como suponíamos, pequeñísima.

Encontramos más ejemplos curiosos en Historias de la ciencia, blog de Fernando del Álamo.

Os dejo, amigos. Tal vez dediquemos otra entrada a los aspectos históricos relacionados con este gran número que lleva su nombre en honor de Avogadro, insigne físico y químico italiano de la primera mitad del siglo XIX, cuyos trabajos resultaron ser cruciales para la química, cimentada en la teoría atómica, que no puede entenderse sin una distinción clara entre átomos y moléculas.

Comenzamos con una gota de agua. Por cierto, llueve.

viernes, 15 de febrero de 2013

Ese gigantesco número, llamado de Avogadro (I)

Cuando uno resuelve un problema de física o química debe dedicar unos instantes (tal vez algo más) a valorar el resultado obtenido, porque este puede ser una incongruencia o disparate consecuencia de algún error que hayamos cometido, pero acaso la solución correcta al problema nos proporcione alguna conclusión interesante o incluso sorprendente. Esto último me sucedió recientemente con un problema sobre la constante de Avogadro o número de entidades elementales o partículas (átomos, moléculas, iones...) que hay en un mol de cualquier sustancia. Ya sabía que el "numerito" (6,022 multiplicado por 10 elevado a 23, aproximadamente, o lo que es lo mismo, 6022 seguido de una veintena de ceros) era bien grande, inmenso, pero el resultado de este problema al que hago referencia me dejó atónito.


[Fuente de la imagen aquí (La Ciencia y sus Demonios)]


Se trataba de calcular el número de moléculas de amoniaco (NH3) que hay en un frasco de 1 L con este gas, a 27 º C, en el que se ha hecho el vacío hasta que la presión es de tan sólo una milésima de mm de Hg (recordemos que la presión atmosférica a nivel del mar es de 1 atm o 760 mm de Hg, como mostró Torricelli a mediados del siglo XVII). El problema es de sencilla resolución; basta aplicar la ecuación de estado de los gases ideales (a tan baja presión el amoniaco tiene comportamiento de gas perfecto): pV = nRT. Expresamos la presión del gas (p) en atm, el volumen que ocupa (V), el del recipiente, en L, y la temperatura en kelvin (K); R es la constante de los gases ideales y vale 0,082 atm L/K mol. Obtenemos un resultado de 5,3 por 10 elevado a -8 moles de NH3. Una miseria. Pero lo bueno viene ahora. Teniendo en cuenta que un mol de amoniaco (y de cualquier otra sustancia) contiene un número de Avogadro de moléculas, encontramos que en ese frasco en el que se había reducido la presión hasta 0,001 mm Hg hay 3,19 por 10 elevado a 16 moléculas de NH3 (¡y se había hecho el vacío!). Sí, en ese "vacío" hay unos 30.000 billones de minúsculas moléculas de NH3. Un resultado que no nos puede dejar indiferentes, pues es enorme, habiéndose hecho el vacío. Un vacío que no lo es tanto sencillamente por lo gigantesco (difícilmente imaginable) que es ese número que se llama de Avogadro gracias al homenaje que le dedicó Jean Perrin a comienzos del siglo pasado, dándole el nombre del físico y químico turinés.



[Fuente de la imagen aquí]


No os perdáis esta canción: "Rock me Avogadro".

miércoles, 6 de junio de 2012

Enseñar ciencias en un sentido humanístico

[Isidor Isaac Rabi: Fuente de la imagen aquí]


Isidor Isaac Rabi (1898 - 1988) realizó estudios pioneros en resonancia magnética. Sus experimentos e investigaciones en resonancia magnética de haces moleculares permitía el estudio de las propiedades magnéticas y la estructura interna de moléculas, átomos y núcleos, por lo cual le fue concedido el premio Nobel de Física en 1944.  Hoy en día la resonancia magnética es una poderosa técnica para la determinación de estructuras moleculares y también muy valiosa en medicina, como procedimiento de diagnóstico.

Pensaba Rabi  (lo que compartimos) que la ciencia debe enseñarse en todos los niveles, del más bajo al más alto, en un sentido humanístico. Según él, la ciencia debe enseñarse con cierta comprensión histórica, social y humana, sin ignorar, como suele hacerse, la faceta biográfica de los hombres y mujeres que, con gran dedicación y esfuerzo, construyeron el conocimiento científico, con sus éxitos, pero también con sus dificultades y tribulaciones.

Ahora, por ejemplo, que tenemos tan reciente el último tránsito de Venus, sería un momento ideal para conocer un poco la extraordinaria biografía de G. Le Gentil, quien puso gran empeño, con vicisitudes curiosísimas, al intentar observar (y realizar mediciones precisas) los tránsitos de Venus de 1761 y 1769 en la India. Y es que las biografías de muchos científicos guardan sorprendentes historias, que posiblemente catalicen nuestra comprensión de los asuntos que investigaron. Un camino apasionante para aprender. Dejo al lector la placentera tarea de profundizar en la biografía de Le Gentil y en la importancia que tenía la observación de los tránsitos de nuestro planeta vecino.

sábado, 18 de febrero de 2012

Cuando el agua hervía a cero grados (Celsius y su escala centígrada de temperatura)

[Anders Celsius. Fuente: Wikipedia]

¿Quién no conoce la escala Celsius o centígrada de temperatura
Las predicciones meteorológicas nos las cuentan (cada vez mejor, por cierto) indicando los valores de temperaturas máximas y mínimas en grados centígrados (ºC); los científicos medimos frecuentemente la temperatura también en la escala  centígrada de Celsius (aunque la unidad del Sistema Internacional es el kelvin, K; como es sabido la magnitud de un kelvin es idéntica a la de un grado centígrado, en la escala absoluta lo único que se hace es desplazar el cero hasta el valor mínimo, el cero absoluto, 0 K). Pero lo que es poco conocido es cómo elaboró Celsius, astrónomo sueco de la primera mitad del siglo XVIII, su escala centígrada de temperatura. Y sorprendente nos resultará saber que en aquella escala de Celsius el agua hervía a ... ¡0 grados!

Anders Celsius (1701 - 1744) era un importante astrónomo de la ciudad sueca de Uppsala que participó en 1736 en la memorable expedición geodésica a Laponia, organizada por la Academia de Ciencias francesa, con la finalidad de determinar, junto con las mediciones que se tomaran en el Ecuador (donde participaron los eximios científicos y marinos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, "los caballeros del punto fijo"), la longitud de un arco de meridiano y así saber, comparando los valores de Laponia y del Ecuador (a la sazón en el virreinato del Perú), la figura exacta de la Tierra. Pues había una controversia respecto a si nuestro planeta tenía forma de melón o de sandía, es decir, si estaba achatada por el ecuador o por los polos. La expedición a Laponia estaba dirigida por el matemático y físico francés Maupertuis. El resultado fue (como hoy sabe cualquier estudiante) que Newton tenía razón y la Tierra está achatada por sus polos. Antes de tan magna experiencia científica Celsius, como buen nórdico, se interesó por las auroras boreales, realizando un importante estudio de las mismas. El prestigio ganado en su trabajo en la expedición geodésica a Laponia le permitió conseguir el apoyo de las autoridades suecas para fundar en 1741 un moderno observatorio astronómico en la ciudad de Uppsala.


[Observatorio Astronómico de Uppsala. Fuente: Wikipedia]

Escribió Celsius algunas obras científicas de valor y siguiendo el espíritu de la Ilustración trató de popularizar el conocimiento científico. Así  escribió un libro de sugestivo título, "Aritmética para la juventud sueca". Nuestro inquieto protagonista fue asimismo un activo defensor de la implantación del calendario gregoriano en Suecia, cosa que, sin embargo, no ocurrió hasta 1753, casi dos lustros después de la temprana muerte del astrónomo de Uppsala.

Pero, a pesar del innegable mérito científico de Anders Celsius, éste sería un gran desconocido fuera de su escandinava tierra de no ser por su invención en 1742 de la escala centígrada, con dos puntos fijos: la temperatura de congelación del agua, a la que asignó el valor de 100º, y la de ebullición, a la que dio arbitrariamente el valor de 0º, ambos valores medidos a nivel del mar. Pretendía pues sustituir la escala del alemán Fahrenheit (con 180 grados entre la congelación y la ebullición del agua) por otra precisa y más sencilla, centesimal. Mas, ¿cómo lo hizo?, ¿por qué su extraña elección de 0º para la ebullición del agua y 100º para la congelación de la misma o la fusión del hielo, al contrario de como lo hacemos hoy?

[Escalas de temperatura. Fuente: Fisicanet]



[Edificio Gustavianum de la Universidad de Uppsala (Suecia), actual museo. Es el edificio más antiguo de esta universidad, construido en el siglo XVII. En el interior de la bella cúpula central hay un interesantísimo teatro anatómico para la realización de disecciones (1663). La universidad tiene su origen en 1477, siendo pues la primera universidad escandinava. Anders Celsius estudió en esta universidad, donde su padre fue profesor, y en 1730 consiguió en ella la plaza de profesor de Astronomía. Fuente: Wikipedia]


Ciertamente el mérito de Celsius no reside meramente en la proposición de una escala práctica de temperatura sino, principalmente, en los rigurosos trabajos experimentales que llevó a cabo el científico de Uppsala. Dedicó no poco tiempo (años de escrupulosa experimentación) a la determinación precisa de los dos valores fijos, los puntos de congelación y de ebullición del agua, para obtener una escala universal de temperatura. En 1742 por fin logra publicar un artículo en el que daba cuenta de sus investigaciones y conclusiones:  "Observaciones de dos valores bien definidos [fijos] en el termómetro".

En primer lugar Celsius observó que la temperatura de congelación del agua era la misma que la de fusión del hielo, es decir, el punto de congelación y el de fusión tienen idéntico valor.  Estudió asimismo la posible influencia de la presión atmosférica en el punto de congelación, descartándola: el punto de congelación o de fusión no dependía de la presión atmosférica. También demostró que dicho valor es independiente de la latitud. Así pues sus estudios experimentales indicaban que el punto de congelación del agua era un adecuado punto fijo para la escala universal de temperatura que pretendía establecer. ¿Y el otro punto fijo de la escala? ¿Sería el punto de ebullición del agua acertado?

Los experimentos respecto al punto de ebullición fueron numerosos, un trabajo arduo pero eficaz. Para empezar tomó agua de diferentes orígenes, incluida la procedente de la nieve, concluyendo que cualquiera podría servir para su propósito. El asunto crucial era la dependencia de la temperatura de ebullición del agua de la presión atmosférica (esto fue descubierto ya por Fahrenheit). Celsius quería determinar con gran fidelidad esta relación. Y lo consiguió con enorme precisión y exactitud para su época. La conclusión a la que llegó nuestro protagonista fue que la temperatura de ebullición del agua (a la que ésta hierve) es un punto fijo adecuado para la escala termométrica siempre que se defina para una presión atmosférica dada (ésta, a su vez, depende de la altitud; a mayor altura, menor presión atmosférica). Celsius adoptó el valor de 751,2 mm Hg (1001 hPa) como presión atmosférica estándar (que consideraba el valor medio de presión ejercida por la atmósfera). El astrónomo de Uppsala dio la información necesaria para hacer las correcciones pertinentes de este segundo punto fijo, la ebullición del agua, para el caso de que la presión atmosférica fuera diferente a la estándar o media. En su escala Celsius marcó el 0 (0º) para el punto de ebullición del agua y el 100 (100º) para la temperatura de congelación. Cien divisiones, o un centenar de grados, separaban ambos puntos fijos; una escala pues centígrada o centesimal. Nada que ver con la complejidad de la escala del francés Réaumur o con la del alemán Fahrenheit. Pero no parece muy acertada la elección del valor 0 para la ebullición y del 100 para la congelación porque, en este caso, la dilatación del mercurio en el interior del capilar del termómetro al absorber calor del ambiente, ascendiendo por dicho tubito, conllevaba una disminución en la lectura de los grados. Así, por ejemplo, en un estival día escandinavo el termómetro original de Celsius indicaría 80º (20º C daríamos hoy); en un frío día de invierno podría indicar 110º (nada más y nada menos que -10º C). ¿Por qué esta extraña decisión si Celsius pretendía obtener una escala universal y sencilla?

Pues resulta que Celsius utilizó un termómetro de Delisle en sus investigaciones del punto de ebullición. El astrónomo francés Joseph Nicolas Delisle usaba un termómetro con el cero en el punto de ebullición y el 150 para el punto de congelación (Celsius tuvo el acierto de hacer una escala centígrada). Esta escala invertida tenía una finalidad (que fuera ventajosa es como mínimo discutible): evitar la lectura de temperaturas ambientales negativas (lo cual probablemente viera práctico un nórdico como Celsius). Si hubiera prosperado la propuesta del científico de Uppsala no habría temperaturas bajo cero en tan septentrionales latitudes. Y el agua herviría a ¡cero grados!

El cambio del cero y el cien de la escala termométrica parece natural y se llevó a cabo poco después de la muerte de Celsius. Sin embargo no puede atribuirse a una única persona. En las publicaciones meteorológicas de Uppsala, después del fallecimiento de Anders Celsius en 1744, se utilizan ya los termómetros con la escala directa o moderna (0º para el punto de congelación del agua y 100º para el de ebullición) bajo diferentes nombres: "Celsius Novum", entre otros. Posiblemente fue el gran naturalista sueco Linneo (Carl von Linné), "príncipe de los botánicos",  quien impulsó el cambio, ya adoptado por otros, como el astrónomo Strömer o Daniel Ekström, un reputado fabricante de instrumentos de Estocolmo.  

 [Carl von Linné. Fuente: Wikipedia]

Anders Celsius, el astrónomo de Uppsala que puso orden en la termometría tras rigurosos experimentos, murió en abril de 1744, con tan sólo 42 años y en plena madurez científica, de tuberculosis.


Para saber más:


- Celsius temperature scale. OLOF BECKMAN. Uppsala Universitet, 2008. Buena parte de esta entrada está basada en este artículo que encontramos en "Linné on line".



miércoles, 28 de diciembre de 2011

El litro, con mayúscula

El litro es una unidad de capacidad o volumen, adoptada por la Oficina Internacional de Pesas y Medidas en 1879, que no es del Sistema Internacional de Unidades, donde el volumen se mide en metros cúbicos. Un litro equivale a un decímetro cúbico de volumen, o lo que es lo mismo, a un volumen de un cubo de 1 dm o 10 cm de lado. Por tanto, un litro no es otra cosa que la milésima parte de un metro cúbico (1 m3 = 1000 dm3 = 1000 litros =1 kilolitro). Su símbolo es l o L. ¿En qué quedamos? ¿Lo escribimos con mayúscula o con minúscula? En esto de las unidades hay que ser bastante estricto.


El caso es que sólo debe usarse el símbolo de la unidad en mayúscula cuando corresponde a la inicial del nombre de algún científico (K, de Lord Kelvin; W, de Watt; A, de Ampère; J de Joule; etc.). Cuando era estudiante, y en mis primeros años como profesor, siempre vi escrito el símbolo de litro en minúscula (l), pero observo que últimamente suele aparecer en los libros de texto en mayúscula (L). ¿Por qué? ¿Acaso existió algún científico llamado Litre? Pues sí, sí que hubo un importante científico francés apellidado Litre: Claude Émile Jean-Baptiste Litre (1716 - 1778). Mas sólo existió ... en la lúcida imaginación de Kenneth A. Woolner (1934 - 2008), de la universidad canadiense de Waterloo, quien se inventó el personaje en 1978 (bicentenario de la "muerte" del ficticio científico galo) publicando un artículo sobre el mismo en la revista Chem 13 News, una inocentada en toda regla que salió en abril (hoy, 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, la recordamos en "El devenir de la ciencia"). Tengamos en cuenta que en los países anglosajones y otros el día dedicado a gastar bromas es el primero de abril (conocido como "Poisson d´avril" en Quebec y por "April fools´day"  en el resto de Canadá). No le faltó ingenio a Woolner, pues el artículo es ciertamente brillante. La idea de Woolner fue insertar en la historia de la ciencia del siglo XVIII, en un contexto fielmente narrado, a su intruso, Litre, de manera que sólo lo referente a éste fuera inventado, todo lo demás serían datos históricos ciertos. Su pulida broma de abril incluía una laguna biográfica de quince años con la finalidad de que los lectores pudieran contribuir a completar la historia de Litre con sus imaginativas aportaciones. Alguien tuvo la ocurrencia de darle una hija a Litre, llamada Millie. Es decir, Millie Litre (mililitro).

Pierre de Maupertuis (1698 - 1759) habría sido el mentor científico del joven Litre, de gran talento matemático. Así, participaría en la expedición científica de 1736, dirigida por Maupertuis, a la Laponia sueca para tomar medidas precisas que pudieran determinar la forma de la Tierra (que según la teoría de Newton sería un esferoide achatado por los polos debido a la rotación terrestre). En Suecia Litre entablaría amistad con el astrónomo de Uppsala Anders Celsius (1701 - 1744). Dice Woolner en su artículo que "sin duda, la preocupación de Celsius por las mediciones precisas, y su elaboración de la escala centígrada,  tuvieron una decisiva influencia en la posterior decisión de Litre de dedicarse a la fabricación de instrumental científico". "Sus cilindros graduados y sus buretas (Litre las diseñó y a él se debe su nombre) eran codiciados por los químicos de toda Europa". Su obra principal fue "Études Volumétriques" (1763), traducida al inglés y al alemán. Todo es verdadero menos lo que hace referencia a Claude Émile Litre, claro.

Pero, ¿por qué Woolner se inventó el personaje? ¿Simplemente por gastar una broma? Resulta que en ciertas fuentes tipográficas l se confunde con el número 1 y, para evitarlo, sería conveniente designar al  litro por L. Y, puesto que sólo se puede usar el símbolo de una unidad en mayúscula cuando procede del nombre de un científico (como N, newton, la unidad de fuerza, de Isaac Newton), Woolner pensó que ya que no existía el tal Litre (ni nadie de nombre semejante que pudiera justificar la L como símbolo) "parecía razonable inventárselo".

Puesto que la causa es noble y el ingenio de su autor notable, quien escribe se suma a la original broma de Woolner y en mis clases utilizaré siempre el símbolo L, en mayúscula, para el litro (la Conferencia General de Pesas y Medidas estableció en 1948 la l, minúscula, como símbolo del litro; en 1979, en cambio, admitió tanto el uso de l como de L). Mas, no lo olvidéis, en el Sistema Internacional medimos el volumen en metros cúbicos.

[Nota: Esta anécdota está recogida en el delicioso libro Historia de la ciencia sin los trozos aburridos, recomendado en este blog, de Ian Crofton; Ariel, 2011]   

sábado, 19 de noviembre de 2011

Algunas curiosidades sobre la Tabla Periódica

[Imagen procedente de:

Dejo aquí la jugosa entrevista que realizó Manuel Seara ("A hombros de gigantes", RNE5) al catedrático de Química Inorgánica Pascual Román. Entre otros asuntos nos habla Román de los nacionalismos y localismos en la Tabla Periódica, pues algunos elementos llevan su nombre en recuerdo de un país o lugar, como es el caso del polonio (con grandes connotaciones nacionalistas, pues Marie Curie sufrió la represión que los rusos ejercieron sobre los polacos). Y no debemos olvidar tampoco los tres elementos químicos descubiertos por científicos españoles: platino, wolframio y vanadio. Explica Román el concepto de periodicidad y comenta algunas curiosidades sobre la Tabla Periódica. Y nos conmueve con la historia de Moseley, muerto muy joven en Galípoli, durante la Primera Guerra Mundial, quien hizo la crucial aportación de introducir el número atómico como criterio o pauta de ordenación de los elementos, en vez del peso atómico como hizo Mendeléiev (el británico relacionó en 1913 la frecuencia de los rayos X emitidos por diferentes elementos, al ser bombardeados con rayos catódicos, con el número atómico). Así Mendeléiev y Moseley son los padres de la Tabla Periódica actual. Una entrevista muy apropiada para disfrutar en este Año Internacional de la Química.
Aquellos a los que les da pánico el abordaje de la Tabla Periódica, que no sólo contiene valiosa información científica sino que es un bien cultural, pueden gozar y aprender con esta entrevista a Pascual Román. Y, por qué no, pasar un buen rato con esta canción sobre los elementos químicos del original (y a veces corrosivo) músico y matemático norteamericano  Tom Lehrer:



OTRAS ENTRADAS EN "EL DEVENIR DE LA CIENCIA" SOBRE LOS ELEMENTOS QUÍMICOS:

- "En la calle Almirante Ulloa de Sevilla". 



 [Henry Moseley; imagen procedente de: 
Y en recuerdo de aquel malogrado científico muerto en Galípoli (Turquía) dejo esta canción de Eric Bogle:

miércoles, 29 de junio de 2011

La isla de Laputa

[Imagen procedente de www.magnet.fsu.edu]

Leo en la singular Historia de la ciencia sin los trozos aburridos, de Ian Crofton (una cronología de la ciencia que se centra en sus curiosidades, sin olvidar los despropósitos), que Jonathan Swift se inspiró en el estudio de William Gilbert sobre el magnetismo de la Tierra para idear su isla-imán flotante de Laputa (parte tercera de Los viajes de Gulliver, 1726).

William Gilbert fue un médico inglés de la segunda mitad del siglo XVI (médico personal de Isabel I y de Jacobo I, su sucesor) que investigó los fenómenos eléctricos y magnéticos. Propuso la teoría de que nuestro planeta posee un núcleo de hierro y se comporta como un gigantesco imán, causa de la orientación de la brújula. Sus investigaciones las resumió en una importante obra: De Magnete, 1600, cuyo título completo se puede traducir por "Tratado sobre la piedra imán, los cuerpos magnéticos y el gran imán de la Tierra".

La isla flotante, y voladora, de Laputa tiene forma de disco, de algo más de siete kilómetros de diámetro, con un imán interior (con sus dos polos) de cinco metros y medio. Las fuerzas magnéticas entre la isla-imán y la Tierra son las que permiten que Laputa sea una especie de nube sólida habitada encima del mundo terrestre. Al hacerse girar el imán laputiense la isla puede desplazarse. Los pobladores de Laputa, intelectuales y amantes de la ciencia y las matemáticas, están asiduamente ensimismados, en su nube, pensando en asuntos sin aplicación útil. Es este el eje de la sátira de Swift.

Enlaces de interés:

http://es.wikipedia.org/wiki/Los_viajes_de_Gulliver

http://www.iki.rssi.ru/mirrors/stern/earthmag/Mdmagint.htm

http://www.iki.rssi.ru/mirrors/stern/earthmag/demagint.htm



viernes, 10 de diciembre de 2010

David Rittenhouse y la atmósfera de Venus

[David Rittenhouse; imagen procedente de WIKIMEDIA]

En el tránsito de Venus de 1769 Rittenhouse descubrió que Venus tenía atmósfera. Pero ocho años antes Lomonósov (¡quién si no!), el gran sabio ruso que se anticipó a tantas cosas (siempre será poco lo que digamos de él), había sugerido dicha existencia en la observación del tránsito de 1761 desde San Petersburgo.

 Sabemos hoy que la densa atmósfera de Venus está mayoritariamente formada por dióxido de carbono, nada más y nada menos que un 96,5 %; el 3,5 % restante es nitrógeno y otros gases en concentraciones del orden de las ppm (partes por millón). Esta irrespirable y aplastante atmósfera produce un muy acusado efecto invernadero. Debido a ello y a su mayor proximidad al Sol que nuestra Tierra la temperatura en su superficie llega a rebasar los 700 K. La densísima atmósfera venusiana provoca una elevada presión en la superficie del planeta, unas 90 veces mayor que la presión atmosférica terrestre al nivel del mar (es decir, de unas 90 atm). Y no sólo eso es interesante de la atmósfera de Venus, también lo es el hecho de que, al estar el planeta completamente cubierto de nubes (formando una espesa capa, a unos 60 km de altitud, que oculta su superficie), tiene un elevado albedo: el 79 % de la radiación solar incidente es reflejada. Y ello hace que presente un brillo notable este lucero del alba y de la tarde. Es el objeto celeste que vemos más brillante desde la Tierra, después del Sol y la Luna (un verdadero placer observar ese punto luminoso temprano en la mañana, un instante de paz cuando uno, apresuradamente, se dirige al trabajo). 

Digamos algo más de esas nubes de Venus. Muy distintas son a las de nuestro planeta; las de éste riegan con el líquido de la vida nuestras tierras cuando de ellas caen gotas de agua líquida o, a veces, precipitaciones sólidas (nieve o hielo); las de aquél, las venusianas, están formadas por ácido sulfúrico concentrado, y ya sabemos las nefastas consecuencias de la lluvia ácida. Las nubes de Venus envuelven por completo a nuestro planeta vecino (las de la Tierra lo hacen en un 50 % aproximadamente) y como dijimos forman una espesa capa a unos 60 km sobre su superficie, invisible por tanto con un telescopio. Los investigadores han podido deducir a partir de ciertas irregularidades en las formaciones nubosas de Venus que a esos 60 km de altura los vientos podrían ser de unos 200 m/s, una velocidad brutal. En apenas cuatro días las nubes dan una vuelta completa a Venus. Impresionante. Dos atmósferas, la terrestre y la venusiana, bien diferentes (afortunadamente para los habitantes del planeta azul).



Para saber más y escuchar un audio sobre David Rittenhouse, astrónomo poco conocido, pínchese en:


Os dejo asimismo aquí el bello poema Venus, de Antonio Rivero Taravillo, de Planetario, quien en unos versos nos dice mucho de este planeta de atmósfera tan densa agitada por fortísimos vientos (que producen torbellinos a gran altura que observamos como largas bandas oscuras):

VENUS

Estrella tú de la tarde,
estrella de la mañana,
redonda y clara manzana
asada, que quema y arde
haciendo de brillo alarde
aunque velada por nubes.
No sabemos si hay querubes
o demonios en tu suelo;
rotando estás en el cielo,
alto infierno al que te subes.


Muy interesante este vídeo sobre la atmósfera de Venus:

http://www.youtube.com/watch?v=oeTK0_tXX9A

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Charlando sobre ... EL ÁRBOL DE LA QUINA

El árbol de la quina

(o “de las calenturas”)

 

  [Corteza y hojas de quino; imagen procedente de

Bueno, ya he visto que los naturalistas españoles se interesaron mucho en la quina, una “corteza milagrosa”, ¿no?
Sí. Los españoles observaron cómo sanaban los indígenas de las fiebres intermitentes y se dieron cuenta de lo valiosa que sería la corteza medicinal de aquel árbol americano. Hay una leyenda (no sabemos cuánto hay de cierto en ella) que cuenta que la virreina del Perú, la condesa de Chinchón, estaba muy enferma, aquejada por una elevada fiebre. El virrey, desesperado por la gravedad de su esposa, permitió que se tratara a la condesa con los polvos de una muy amarga corteza de un árbol que crecía en unas montañas lejanas. El árbol era el quino (palabra de origen quechua, una lengua andina que hablaban los indígenas de Perú, Ecuador y Bolivia) y su corteza, la quina, era un remedio muy utilizado por los indios.


¿Y se curó la condesa de Chinchón?
Parece ser que sí. Al menos eso dice esta leyenda. Después de tomar los polvos medicinales varias veces, su fiebre desapareció y poco después recobró la salud. La enfermedad que padecía la virreina era la malaria o paludismo. Hoy sabemos que esta grave enfermedad es causada por un protozoo (Plasmodium) y es transmitida de una persona enferma a una sana mediante un mosquito (Anopheles) que habita en las zonas tropicales y pantanosas de todo el mundo.


Y de ahí viene el nombre de Cinchona …
¡Vaya! Me sorprendes. Pues sí. De Chinchón (que es un pueblo madrileño) viene el nombre de Cinchona, el género al que pertenecen los quinos. Y lo digo en plural porque hay diferentes especies del género Cinchona, cada una con sus particularidades. Algunas de las más conocidas son: Cinchona pubescens, Cinchona calisaya y Cinchona officinalis.


Esa es la nomenclatura binomial de los científicos (¡qué difícil!) ¿Qué sustancia tiene la quina que cura la malaria?
La quinina, que es una compleja sustancia orgánica que pertenece al grupo de los alcaloides. No te digo la fórmula química para no marearte pero sí te diré que la molécula contiene átomos de carbono (C), de hidrógeno (H), de nitrógeno (N) y de oxígeno (O). La quina también contiene otros alcaloides y otras sustancias.


¿Y cómo es el árbol de la quina?
Son árboles grandes, generalmente de más de 10 metros de altura, con flores de color blanco o rosado. Las hojas son ovales, planas y con grandes nervios, terminadas en punta. Posee frutos secos en cápsula, de forma cilíndrica, con 3 ó 4 semillas. Pertenece a la familia de las Rubiáceas, como el café, siendo angiosperma dicotiledónea y además …


No, no me des más datos botánicos, que la cabeza me echa humo.
Déjame que te cuente nada más que los quinos son originarios de América. Viven en altitudes de entre 1000 y 3000 metros, en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Necesitan un clima cálido y lluvioso.


¿Y hay muchos en aquellos bosques andinos?
Hoy día está en peligro de extinción. Debido a su gran valor medicinal ha sido sobreexplotado, quedando pocos ejemplares. Y es que los árboles se talaban a ras de suelo para aprovechar su corteza, que posteriormente era secada y triturada, obteniéndose los que en otros tiempos se llamaron “polvos de la condesa” o “polvos de los jesuitas”, los polvos que contenían la maravillosa quinina.