Jesús Mosterín indica en su libro Ciencia viva -Reflexiones sobre la aventura intelectual de nuestro tiempo- (Espasa, 2006) cuáles son las características de la ciencia:
- CONSISTENCIA.
- OBJETIVIDAD.
- UNIVERSALIDAD.
- PROVISIONALIDAD.
- PROGRESO.
Por consistencia entendemos la ausencia de contradicciones. "Lo peor que le puede pasar a una teoría es que se descubra alguna contradicción en ella". Esta exigencia fundamental de consistencia es típica de la racionalidad científica.
La objetividad supone que la representación que ha de hacer la ciencia del mundo debe corresponder a la realidad, ser realista o verdadera. Las ideas científicas deben ser contrastadas empíricamente. "Si buscamos la objetividad, no podemos aceptar una teoría simplemente porque sea hermosa o atractiva; necesitamos alguna respuesta de la realidad misma que nos confirme que así es".
La universalidad también debe ser exigible al conocimiento científico. La ciencia no conoce de naciones, etnias, tradiciones locales, dogmas religiosos diversos o creencias particulares. No hay una ciencia occidental contrapuesta a una ciencia oriental, ni una ciencia cristiana enfrentada a una ciencia islámica. Veo en esto, el carácter universal de la ciencia, una clara consecuencia de la esencial característica de objetividad; la realidad es independiente de las creencias o tradiciones, tan diversas.
Pero, no lo olvidemos, la ciencia, al no ser dogmática, tiene un carácter provisional. "La ciencia solo afirma sus tesis hasta nueva orden". Nuevos datos, nuevas mediciones realizadas con técnicas más sofisticadas y poderosas nos pueden obligar a revisar nuestras ideas sobre el mundo o, incluso, a sustituirlas por otras diferentes. Estas últimas también serán provisionales y se irán puliendo, siempre de acuerdo con la experiencia.
¿Y el progreso? "El método científico busca, valora y consigue el progreso de un modo que es ajeno a los idearios tradicionales, que más bien valoran la estabilidad, la fidelidad al origen y la ortodoxia". El conocimiento de datos y hechos es acumulativo a lo largo de la historia pero en el campo teórico, donde se pretende su explicación y organización, este progreso es más conflictivo y agitado, desecadenando en ocasiones revoluciones y cambios de paradigma. Aquí introduce Mosterín una idea que me parece muy interesante, el de "revolución conservadotra". Las revoluciones científicas actuales son conservadoras en el sentido de que satisfacen la conservación del conocimiento acumulado allá donde éste no deja de funcionar. Así, "toda nueva teoría tiene que conservar los resultados de la anterior en su ámbito comprobado al menos como buena aproximación". Por ejemplo, la relatividad especial es conservadora respecto a la mecánica clásica de Newton, la cual es una excelente aproximación para velocidades no cercanas a la de la luz y la aplicamos sin problemas y con rotundo éxito en esos casos.
A estas cinco peculiaridades de la ciencia que señala Mosterín podríamos añadir algunas otras secundarias pero importantes, por ejemplo, el lenguaje propio de la ciencia. El leguaje científico, con sus características de objetividad, precisión y universalidad, es el instrumento que emplean los científicos para comunicarse, para transferir información en la cual el mensaje es de naturaleza científica (una hipótesis, una ley o una teoría). Tal forma de expresión ha de estar al servicio de la ciencia, con las características arriba mencionadas que la determinan. Si la ciencia tiene que ser objetiva, su lenguaje no puede tener connotaciones emocionales, sociales, ni ideológicas, por ejemplo, propias de cada sujeto o de cada cultura.
El lenguaje de la ciencia es más amplio que el ordinario en el sentido de que su vocabulario introduce neologismos para nuevos conceptos científicos que, en no pocos casos, con su uso por los medios de comunicación, son incorporados al lenguaje ordinario y se emplean en él habitualmente con naturalidad (teléfono, antibiótico, láser, microondas, etc.). El aspecto semántico del lenguaje científico es esencial, no solo por introducir nuevos términos de significado preciso sino por dar otro significado a palabras ya usadas ordinariamente. Por ejemplo, los conceptos de trabajo, energía, fuerza, potencia, calor, etc. tienen precisas definiciones científicas que hay que aclarar para no emplearlas en el sentido en el que se hace en el lenguaje cotidiano (cualquier profesor de Física ha de señalar a sus jóvenes alumnos que si no hay desplazamiento no se realiza trabajo, sólo estaremos haciendo un esfuerzo). El lenguaje de la ciencia también tiene diferencias sintácticas con respecto al lenguaje ordinario, pues, particularmente en física, posee una estructura lógico-matemática de las expresiones científicas (definiciones, leyes, teorías). Esto hace que aparezcan numerosos signos, muchas veces específicos de cada rama de conocimiento: símbolos (lógicos, matemáticos, de magnitudes y unidades, de elementos y compuestos), siglas (láser, por ejemplo, es el acrónimo de "light amplification by stimulated emission of radiation"), gráficas y otros.
Pero, además, el lenguaje de la ciencia debe evitar toda retórica, exageración o pomposidad y ha de cuidar la claridad y la precisión, facilitando su comprensión en la medida que sea posible. Más aún si se trata de divulgar las ideas científicas. Ya en el siglo XVII Thomas Sprat, en su obra History of the Royal Society of London for the Improving of Natural Knowledge (1667), decía que los científicos debían expresar sus ideas llevando "todas las cosas tan cerca como sea posible de la simplicidad matemática, prefiriendo el lenguaje de los artesanos, los aldeanos y los comerciantes al de los sabios y los eruditos" (citado en Historia de la ciencia sin los trozos aburridos, de Ian Crofton con traducción de J. Ros, Ariel, 2011).
1 comentario:
Magnífica entrada, Bernardo. Perfectamente expuesta. Enhorabuena.
Saludos
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