[Busto del químico y músico ruso ALEXANDER BORODÍN (1833 - 1887) en su tumba del cementerio de Tikhvin , anexo al monasterio de Alexander Nevsky, en San Petersburgo (próximo a este cementerio, también en el entorno del gran monasterio, está el cementerio del siglo XVIII, donde puede hacerse un interesante paseo y visitar las tumbas de los gigantes de la ciencia, Lomonósov y Euler).]
Aunque Borodín es más conocido por su labor como compositor nacionalista ruso, realizó importantes investigaciones en química orgánica en un momento en el que la química rusa brillaba especialmente: Zinin, Bútlerov, Markóvnikov y, por supuesto, el padre de la tabla periódica, Mendeléiev, entre otros. Borodín, sin llegar al renombre de los citados, sí realizó una labor química notable.
Borodín, hijo ilegítimo de un príncipe georgiano y de la esposa de un médico militar, recibió una exquisita educación en la que no faltaba la formación musical (diversos instrumentos y composición). Estudió en la Academia Médico-Quirúrgica de San Petersburgo, especializándose en química y doctorándose en 1858. Al año siguiente se traslada a Heidelberg para trabajar en el laboratorio de Emil Erlenmeyer, investigando los compuestos aromáticos (derivados del benceno; C6H6). Algún tiempo pasó también en Pisa, estudiando los compuestos orgánicos halogenados.
El trabajo de Alexander Borodín en química orgánica se centra principalmente en el estudio de la reactividad de los aldehídos (R-CHO) y la halogenación de compuestos orgánicos. En particular es destacable su síntesis del fluoruro de benzoilo (C6H5COF), la primera vez que un compuesto orgánico fluorado es sintetizado en el laboratorio. El experimento, publicado en 1862, muestra el primer desplazamiento nucleofílico de cloro por flúor. El químico y músico de San Petersburgo hizo reaccionar hidrogenodifluoruro de potasio (KHF2) con cloruro de benzoilo (C6H5COCl), formándose el fluoruro de benzoilo (C6H5COF).
[Síntesis del fluoruro de benzoilo. Procedencia de la imagen aquí]
Hay una reacción de halogenación que es conocida como la reacción de Hunsdiecker (1939) y que, por semejanza con la anterior del fluoruro de benzoilo, fue llamada por los soviéticos reacción de Borodín. En ella un halogenuro de alquilo (R-X) es obtenido a partir de sales de plata de ácidos carboxílicos:
[Reacción de Hunsdiecker. Procedencia de la imagen aquí]
Antes de su regreso a la Academia de Medicina y Cirugía de San Petersburgo Alexander Borodín tuvo la oportunidad y privilegio de asistir al primer congreso internacional de Química de Karlsruhe (1860), un hito en la historia de la ciencia química. Ya en su ciudad natal, alcanzó el puesto de catedrático en la mencionada Academia (1864). Precisamente es esta la etapa en la que nuestro protagonista (que por entonces también trabaja en su primera sinfonía) investiga en las reacciones de los aldehídos, rivalizando nada menos que con el químico alemán August Kekulé, quien a la sazón también investigaba los aldehídos.
Además de lo anterior, Borodín ha sido considerado codescubridor (1872) de la reacción aldólica, compartiendo honor con Wurtz. En la reacción aldólica, de gran importancia en síntesis orgánica (por ejemplo, en la industria farmacéutica), se forman enlaces carbono -carbono, con adición nucleofílica del enolato de una cetona a un aldehído, formándose una beta-hidroxicetona o aldol:
[Reacción aldólica. Procedencia de la imagen aquí]
Pero Borodín, trabajador incansable (el exceso de trabajo y su mala salud cardíaca acabaron con su vida súbitamente a los 53 años, después de haber sufrido varios episodios de angina, mientras asistía a un baile, falleciendo por un infarto agudo de miocardio), como profesor de la Academia de Medicina y Cirugía tuvo que realizar un buen número de análisis clínicos. Su última publicación científica hace referencia precisamente a un método para la identificación de urea (H2N-CO-NH2) en la orina (había estudiado las reacciones de las amidas). Muy interesante es el hecho de que Alexander Borodín fue pionero en el análisis de la grasa en el miocardio. Concretamente, en 1871, Borodín informó en un encuentro de la Sociedad Rusa de Química de la investigación desarrollada por Krylov, bajo su supervisión científica, sobre la degeneración grasa del miocardio. Al analizar las grasas del miocardio afectado hallaron, con sorpresa, colesterol en lugar de los esperados triglicéridos. En particular, al saponificar la grasa del músculo cardíaco en vez de encontrar glicerol como producto de la hidrólisis de los triglicéridos lo que encontraron fue colesterol. Sin embargo, en aquel momento, Borodín y Krylov no fueron conscientes de la relevancia del hallazgo desde el punto de vista de la salud cardíaca. Varias décadas después, el también ruso Nikolai Anichkov indujo aterosclerosis en arterias de conejos al alimentarlos con una dieta rica en colesterol.
[Molécula de colesterol, C27H45OH. Procedencia de la imagen aquí]
Habría que esperar hasta comienzos del pasado siglo para que la relación entre el colesterol y la aterosclerosis fuera puesta de manifiesto claramente. El químico y médico alemán Windaus mostró en 1910 que las paredes arteriales con ateroma contenían seis veces más colesterol que las paredes sanas.
A pesar de todo ello, Alexander Borodín es muy poco conocido entre los químicos. Si bien es cierto que no es una figura comparable a sus colegas contemporáneos Bútlerov o Mendeléiev no lo es menos que nuestro protagonista desarrolló una labor científica notable y digna de ser recordada. En el ámbito musical (siempre compaginó su profesión de químico con la tarea de composición musical) es recordado sobre todo por la ópera El Príncipe Ígor (con las Danzas Polovtsianas). Perteneció Borodín al conocido como grupo de los cinco, junto con Balakirev, Cui, Mussorgsky y Rimsky-Korsakov, quienes trataron de hacer una música nacionalista basada en las melodías y danzas tradicionales rusas. Buena música de un hombre, Alexander Borodín, que dedicó su vida a la química orgánica y, dato interesante, promovió la educación en su país y fundó una Escuela de Medicina para Mujeres en el San Petersburgo del siglo XIX.
Nota:
Es para nosotros enormemente gratificante hallar un programa tan original e interesante como Longitud de onda en Radio Clásica, de RNE. La radio pública española se mantiene en un excelente nivel de calidad y en lo que respecta a música clásica (todavía tenemos, y tendremos por siempre en la memoria a Fernando Argenta y a José Luis Pérez de Arteaga) el programa Longitud de onda es buena muestra. Longitud de onda se emite de lunes a viernes, de 10 a 12 de la mañana, en Radio Clásica. Puede disfrutarse "a la carta" aquí. En Longitud de onda (el nombre del programa nos da ya una pista) se buscan relaciones entre la ciencia y la música clásica. Así, algunas de las emisiones han sido: ¿Cómo suenan los planetas?; El violín tribológico; Neuronas espejo; La muerte térmica del Universo; Johannes Kepler; El lugar de la mujer en la ciencia; Diagnóstico de enfermedades en el arte; El día de Pitágoras; Marie Curie y nuestras pupilas; Exotierras; etc.
¿Quién se lo pierde?
En El devenir de la ciencia:
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