viernes, 9 de abril de 2010

Adiós a Prípiat (la Pompeya del siglo XX)

La energía nuclear de fisión (la única nuclear que funciona actualmente para producir electricidad eficientemente, pues para aprovechar la fusión de los núcleos ligeros con tal humana finalidad parece que aún tendremos que esperar) genera acaloradas controversias; y no sólo entre físicos y ecologistas, sino entre los mismos científicos y ¡entre algunos ecologistas! La gravedad del problema del cambio climático ha hecho que no pocas mentes con una gran conciencia ecológica defiendan la energía nuclear como una alternativa eficaz a los detestables combustibles fósiles, de los que tanto hemos abusado.

El prestigioso y muy experimentado científico británico James Lovelock, amante de la naturaleza, es uno de los defensores de la energía nuclear como una pieza clave en la necesaria diversificación de fuentes energéticas para combatir a los mencionados combustibles fósiles. Lovelock sabe perfectamente que el trágico accidente de la central ucraniana de Chernóbil en 1986 es una losa que pesa demasiado sobre nuestras conciencias y que alimenta nuestros (¿injustificados?) temores, miedos humanos, acaso demasiado humanos.

Medios de comunicación y ciertos estudios nos han hablado de decenas de miles de personas muertas en Europa a consecuencia de la exposición a radiaciones tras el accidente. Es innegable la relación directa existente entre la dosis de radiación ionizante recibida y la muerte por cáncer. Sin embargo, afirma Lovelock, se puede estimar que "la exposición de todos los que viven en el norte de Europa a la radiación de Chernobyl reducirá su esperanza de vida entre una y tres horas" (La venganza de la Tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad; pág. 153; Ed. Planeta, Barcelona, 2007). Como punto de comparación, añade Lovelock, "alguien que haya fumado desde joven, perderá siete años de vida". Para este científico, "la continua repetición de la enorme cantidad de muertes causadas por el desastre de Chernobyl es una gran mentira".  Y por si esto fuera poco, denuncia el anciano sabio que posiblemente la tragedia de la central nuclear ucraniana habrá reducido levemente la esperanza de vida de algunos habitantes de Ucrania y Bielorrusia. ¿Qué habría sucedido si esos afectados hubieran vivido en la llanura fluvial de un río y una presa hubiera reventado? Lovelock lo tiene claro: "Habrían perdido toda su esperanza de vida", mostrándonos el lado más terrible, que a veces lo tiene, de la energía hidráulica, una fuente renovable que "puede resultar mucho más dañina que la nuclear". Y aporta, en vindicación de la energía nuclear, que el informe del Instituto Paul Scherrer de Suiza (2001) señalaba a la nuclear como la fuente más segura, teniendo en cuenta el criterio  del número de muertes ocasionado. Los datos para el período 1970 - 1992 fueron:

- Carbón: 6.400 muertes (trabajadores).
- Hidroeléctrica: 4.000 muertes (público).
- Gas natural: 1.200 (trabajadores y público)
- Nuclear. 31 (trabajadores).

Estas 31 víctimas mortales de la energía de fisión nuclear deben ser aquellas personas que murieron como causa directa del terrible accidente de la central nuclear de Chernóbil, considerado el más grave de la historia debido a esta fuente de energía (usada, me temo, con manifiesta negligencia por los entonces soviéticos; las medidas de seguridad eran muy inferiores a las de las centrales occidentales, fundamentalmente porque los reactores carecían de edificio de contención). Aquel trágico suceso que conmovió al mundo y alertó a todo el continente europeo liberó al ambiente una enorme cantidad de material radiactivo, posiblemente unas 500 veces más que el liberado violentamente por la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945. Sin embargo, muchos años después persiste la controversia respecto al  número de víctimas directamente relacionadas con la catástrofe de la central soviética. En Wikipedia podemos leer un extenso artículo al respecto, con información de los diferentes estudios realizados sobre los efectos del accidente de Chernóbil. Aquel lamentable suceso ocurrió, recordemos, durante una prueba en la que accidentalmente se produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor de fisión por un aumento brusco de potencia. La consiguiente explosión y liberación de materiales radiactivos produjo la tragedia y desolación. Seguimos entonces con mucho interés y preocupación el suceso. No habíamos conocido nada parecido.

Unos años después me conmovió la canción Farewell to Pripchat, interpretada por Christy Moore. Prípiat o Pripyat, la agradable ciudad fundada en 1970 para los trabajadores de la central nuclear de Chernóbil y sus familias y que, tras el accidente, se convirtió en una Pompeya del siglo XX, una ciudad fantasma en la fría Ucrania. La explosión del reactor número 4 de Chernóbil cambió la vida de sus habitantes que, hasta entonces, se habían beneficiado de la central, su fuente de bienestar. El ejército soviético evacuó la ciudad unos días después.



La canción de Tim Dennehy, que yo escuché en la voz de Christy Moore, comienza con estos versos:

It was a Friday in April 1986,
the day that nightmare begun,
when the dust it fell down on our buildings and streets,
and entered our bedrooms at noon,
touched the grass and trees, bicycles, cars,
beds, books and picture frames too.
We stood around helpless, confused.
Nobody knew what to do.

Una nube negra, de invisible radiactividad, a mediodía, sobre aquel próspero lugar un día de primavera de 1986.

Dejo aquí el conmovedor tema cantado  por John McDermott:


Reflexionemos y analicemos críticamente el asunto. Eso sí, para el análisis, prescindamos de la pasión y limitémonos al uso de la razón, de la valoración u opinión razonada.

PS.:  Un interesante artículo del profesor Lozano Leyva que, una vez más, arroja luz sobre el asunto: "Bhopal y Chernóbil".

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