[CLAUDE BERNARD, en un retrato de 1875; procedencia de
la imagen aquí]
Me parecen de interés estas palabras del eximio médico y fisiólogo francés Claude Bernard (1813 - 1878), impulsor decidido del método experimental en la investigación médica; visión bastante simplificada de la evolución de la actitud del hombre ante el conocimiento del mundo (pero creo que valiosa, aunque hay que analizarla, claro está, en su contexto histórico: el siglo XIX) que comparto con el lector, para que él mismo juzgue. Son fragmentos recogidos en el libro Dos biólogos: Claudio Bernard y Ramón y Cajal, de Pedro Laín Entralgo, Espasa-Calpe (Colección Austral), Buenos Aires, 1949. He aquí las palabras del sabio francés del XIX:
"El espíritu humano, en los diversos períodos de su evolución, ha pasado sucesivamente por el sentimiento, la razón y la experiencia. En un principio, el sentimiento se impuso por sí solo a la razón y creó las verdades de fe, es decir, la teología. La razón o la filosofía se constituyó luego en dueña y señora, y alumbró la escolástica. Por fin, la experiencia, es decir, el estudio de los fenómenos naturales, enseñó al hombre que las verdades del mundo exterior no se encuentran formuladas de antemano ni en el sentimiento ni en la razón. Uno y otra son tan sólo guías indispensables; mas para obtener esas verdades es necesario descender a la realidad objetiva de las cosas, donde se encuentran ocultas bajo su forma fenomenal".
Dice Laín Entralgo que no es necesario ser un lince para advertir la coincidencia entre el pensamiento del fisiólogo francés y las ideas del padre del positivismo, Auguste Comte. Sin embargo, a pesar de esta sintonía, aclara Laín, mientras que para Comte el logro histórico del último estado, el "estado positivo" (el período de la experiencia de Bernard), anularía las dos fases anteriores (el "estado teológico" y el "estado metafísico") para Claude Bernard el "período de la experiencia", aun siendo el último, no invalidaría las anteriores actitudes del hombre o modos de ser del espíritu humano, sino que el método experimental resume todo lo precedente y, dice Bernard, "se apoya sucesivamente sobre las tres ramas de este trípode inmutable: el sentimiento, la razón y la experiencia". Obviamente un investigador actual, sin negar que tenga una faceta emocional o pueda alimentar su "dimensión espiritual" con el sentimiento, incluso que posea fe religiosa (nada raro, por cierto, sobre todo entre médicos), emplea en su labor el método hipotético-deductivo, en el que la razón y la experiencia, nunca el sentimiento o las creencias sentimentales (que quedan al margen del método científico, que no las necesita y se vería gravemente adulterado por una contaminación de este tipo), son las herramientas imprescindibles.
Añade Laín Entralgo que Bernard, en un texto manuscrito de 1865, muestra un claro pensamiento "transpositivista" (término empleado por Laín) al definir tres grados o ramas del conocimiento humano, que no etapas históricas sucesivas. Asimismo observa Laín cómo Claude Bernard, en consonancia con su época, cae en el ingenuo error de llamar "ciencia" a la religión (que es una forma de conocimiento, no científica, del "mundo espiritual"). Escribe el médico y fisiólogo francés en dicho manuscrito:
"Es preciso distinguir tres grados en el conocimiento del hombre. En un principio se hace una representación de las cosas, en el [la] cual cree. En seguida quiere saber por qué cree, y razona sobre sus creencias. Por fin, quiere tener la prueba de sus razonamientos [aspecto genuinamente científico]: entonces demuestra, experimenta. De donde derivan las tres ramas fundamentales de los conocimientos humanos: 1º La ciencia de las creencias: Religión. 2º La ciencia del razonamiento: Filosofía. 3º La ciencia de las demostraciones, de las pruebas: Ciencias propiamente dichas".
Hoy no hablaríamos de ciencia más que para el tercer grado, mientras que los otros dos, aunque Bernard los cataloga como ciencias, quedarían al margen, aquí, en las palabras de Bernard, el término hay que entenderlo como sinónimo de saberes humanos. La conclusión de Claude Bernard es que en todos los conocimientos humanos y en todas las épocas hay una mezcla en proporción variable de religión, filosofía y ciencia. Esto, en todo caso, podemos asumirlo hasta mediados del siglo XIX, pero con posterioridad y particularmente desde comienzos de la pasada centuria el conocimiento de la naturaleza es absolutamente independiente del religioso y, aunque con influencias mutuas, tiene un carácter diferenciado (precisamente por su método) del filosófico.
"El espíritu humano, en los diversos períodos de su evolución, ha pasado sucesivamente por el sentimiento, la razón y la experiencia. En un principio, el sentimiento se impuso por sí solo a la razón y creó las verdades de fe, es decir, la teología. La razón o la filosofía se constituyó luego en dueña y señora, y alumbró la escolástica. Por fin, la experiencia, es decir, el estudio de los fenómenos naturales, enseñó al hombre que las verdades del mundo exterior no se encuentran formuladas de antemano ni en el sentimiento ni en la razón. Uno y otra son tan sólo guías indispensables; mas para obtener esas verdades es necesario descender a la realidad objetiva de las cosas, donde se encuentran ocultas bajo su forma fenomenal".
Dice Laín Entralgo que no es necesario ser un lince para advertir la coincidencia entre el pensamiento del fisiólogo francés y las ideas del padre del positivismo, Auguste Comte. Sin embargo, a pesar de esta sintonía, aclara Laín, mientras que para Comte el logro histórico del último estado, el "estado positivo" (el período de la experiencia de Bernard), anularía las dos fases anteriores (el "estado teológico" y el "estado metafísico") para Claude Bernard el "período de la experiencia", aun siendo el último, no invalidaría las anteriores actitudes del hombre o modos de ser del espíritu humano, sino que el método experimental resume todo lo precedente y, dice Bernard, "se apoya sucesivamente sobre las tres ramas de este trípode inmutable: el sentimiento, la razón y la experiencia". Obviamente un investigador actual, sin negar que tenga una faceta emocional o pueda alimentar su "dimensión espiritual" con el sentimiento, incluso que posea fe religiosa (nada raro, por cierto, sobre todo entre médicos), emplea en su labor el método hipotético-deductivo, en el que la razón y la experiencia, nunca el sentimiento o las creencias sentimentales (que quedan al margen del método científico, que no las necesita y se vería gravemente adulterado por una contaminación de este tipo), son las herramientas imprescindibles.
Añade Laín Entralgo que Bernard, en un texto manuscrito de 1865, muestra un claro pensamiento "transpositivista" (término empleado por Laín) al definir tres grados o ramas del conocimiento humano, que no etapas históricas sucesivas. Asimismo observa Laín cómo Claude Bernard, en consonancia con su época, cae en el ingenuo error de llamar "ciencia" a la religión (que es una forma de conocimiento, no científica, del "mundo espiritual"). Escribe el médico y fisiólogo francés en dicho manuscrito:
"Es preciso distinguir tres grados en el conocimiento del hombre. En un principio se hace una representación de las cosas, en el [la] cual cree. En seguida quiere saber por qué cree, y razona sobre sus creencias. Por fin, quiere tener la prueba de sus razonamientos [aspecto genuinamente científico]: entonces demuestra, experimenta. De donde derivan las tres ramas fundamentales de los conocimientos humanos: 1º La ciencia de las creencias: Religión. 2º La ciencia del razonamiento: Filosofía. 3º La ciencia de las demostraciones, de las pruebas: Ciencias propiamente dichas".
Hoy no hablaríamos de ciencia más que para el tercer grado, mientras que los otros dos, aunque Bernard los cataloga como ciencias, quedarían al margen, aquí, en las palabras de Bernard, el término hay que entenderlo como sinónimo de saberes humanos. La conclusión de Claude Bernard es que en todos los conocimientos humanos y en todas las épocas hay una mezcla en proporción variable de religión, filosofía y ciencia. Esto, en todo caso, podemos asumirlo hasta mediados del siglo XIX, pero con posterioridad y particularmente desde comienzos de la pasada centuria el conocimiento de la naturaleza es absolutamente independiente del religioso y, aunque con influencias mutuas, tiene un carácter diferenciado (precisamente por su método) del filosófico.
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