Se aproxima el 28 de febrero, "Día de Andalucía", y es buen momento (nunca es malo, en realidad) para recordar a algunos de los andaluces que han contribuido al desarrollo de la ciencia a lo largo de la historia. Y es que es un tópico el que nuestra meridional tierra sea cuna de grandes artistas, pintores y poetas, y nada más. Los andaluces hemos aportado riqueza a todos los campos de la cultura, y al conocimiento científico también (¿por qué habría de ser de otra manera?). Dos periodos fueron especialmente fructíferos, Al-Andalus y tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, pero encontramos importantes ejemplos de esto que decimos en todas las épocas, hasta, por supuesto, nuestros días, en los que encontramos excelentes equipos de investigación, en diversos campos, integrados por andaluces y andaluzas (dicho sea aquí el femenino con toda intención, pues la mujer participa plenamente hoy en las tereas investigadoras, sin complejos).
Sólo por citar algunos ejemplos mencionemos a Séneca y Columela en la Bética; Averroes, Maimónides e Ibn Jatima en Al-Andalus; Monardes y Bartolomé de Medina en el esplendoroso siglo XVI; Alonso Barba, Cobo y Daza, en el decadente (en la ciencia española, que no en la europea) siglo XVII; Ulloa y Mutis en el siglo XVIII (éstos bien conocidos en todo el mundo); Macpherson en el XIX; Herrera y Losada en el pasado siglo XX.
Pero en este pequeño artículo queremos hablar brevemente de un personaje curioso, de notable interés: Abbás Ibn Firnas (Ronda, 810 - Córdoba, 887), "el científico alado".
Ibn Firnas era un auténtico humanista, de origen bereber, con un toque indiscutiblemente extravagante; filósofo, astrólogo, alquimista y poeta. Vivió en la época de la dinastía de los Omeyas y enseñó poesía en la corte de Abderramán II.
Ibn Firnas era realmente ingenioso e hizo contribuciones relevantes a la ciencia de su época. Fue el primero en utilizar en España las tablas astronómicas indias del Sindhind (de gran importancia posterior), también fue pionero en el desarrollo de la técnica de tallado del cristal de roca (que hasta entonces sólo sabían realizar los egipcios), construyó un reloj anafórico (una compleja máquina que utilizaba agua como líquido motor y que permitía la medida nocturna del tiempo) y a él le debemos la primera esfera armilar europea. Por si todo ello fuera poco, construyó un planetario en su propia casa; en él se representaba la bóveda celeste e incluía efectos sonoros y visuales.
Pero Ibn Firnas es internacionalmente conocido (sobre todo en los países islámicos) por haber intentado volar con unas alas que él mismo había diseñado (unos seis siglos antes de que Leonardo diseñara sus máquinas voladoras). Resulta que en el año 852 un tal Armen Firman intentó volar lanzándose desde una torre cordobesa con una enorme lona a modo de paracaídas (podemos considerarle su inventor). Tan sólo salió levemente herido. Dicho acontecimiento fue presenciado por el inquieto Ibn Firnas, quien en 875 intentó el vuelo imitando a los pájaros. Se cubrió el cuerpo con un traje de seda cubierto de plumas y construyó un par de alas con una estructura de madera y con tela de seda recubierta también de plumas de rapaces. Lanzóse el excéntrico científico e inventor desde lo alto de la torre de la Arruzafa (al-Rusafa), en un ajardinado palacio a pocos kilómetros de Córdoba. El vuelo fue un éxito relativo: a pesar del fallido aterrizaje (parece ser que se fracturó las piernas) logró planear sobre el valle durante unos diez minutos (esto probablemente le debió compensar el doloroso batacazo final y las burlas de algunos). El aterrizaje tuvo lugar "lastimándose el trasero, ya que no se había dado cuenta de que los pájaros, al posarse, se valen de su cola y él no se había fabricado cola" (citado por Juan Vernet en "Historia de la ciencia española"; Instituto de España, Cátedra "Alfonso X el Sabio", Madrid, 1975; p. 57).
Este magno acontecimiento quedó recogido en los textos árabes, siendo Ibn Firnas reconocido como "el primer hombre en la historia que realizó intentos científricos de volar" (Philip Hitti, "Historia de los árabes"). Que nuestro audaz personaje es admirado en la cultura árabe lo demuestran los hechos de que en Libia se haya emitido un sello con su efigie y que un aeropuerto de Bagdad lleve el nombre del ilustre científico andalusí (además de un monumento dedicado al alad0 Ibn Firnas en la carretera del aeropuerto internacional de Bagdad). Asimismo un cráter lunar lleva su nombre. En la web de la Universidad de Houston encontramos un artículo de John H. Lienhard dedicado a Ibn Firnas, que comienza así: "En el verano de 2003 las tropas americanas se encontraban en combate en el aeropuerto de Ibn Firnas al sur de Bagdad. Me supongo que serían pocas las personas occidentales que hicieron caso a ese nombre. Entonces conozcamos a Ibn Firnas".
No parece justo ni razonable que los andaluces, y españoles en general, desconozcamos las hazañas científicas de Abbás Ibn Firnas en la Córdoba del siglo IX.
(Fotos: en la superior, estatua de Ibn Firnas en la carretera del aeropuerto internacional de Bagdad, procedente de www.eslam.de; en la inferior, Ibn Firnas lanzándose desde la torre cordobesa de la Arruzafa, procedente de www.uh.edu)
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