Últimamente he leído dos novelas, que me han parecido extraordinarias, de dos maestros españoles de la narrativa: Congreso en Estocolmo (1951), de José Luis Sampedro, y El viento de la Luna (2006), de Antonio Muñoz Molina. La primera, siguiendo la sabia recomendación del físico y divulgador Manuel Toharia; la segunda, atraído por el sugerente título de la novela (¿cuál es ese viento que no existe?).
En ambas obras literarias la ciencia, aun sin ser lo sustancial, está presente e incluso, a veces, empapa el relato. Esto, claro, es un aliciente añadido para aquellos que disfrutamos con el conocimiento científico.
En la novela de Sampedro los acontecimientos ocurren en un congreso científico que se celebra en Estocolmo, al que acude, al margen de la delegación oficial española, el protagonista, un profesor de Matemáticas en un instituto de una pequeña ciudad castellana. Pude recorrer las calles de la capital sueca, no gastando la suela de mis zapatos sino pasando las páginas de este absorbente libro, mientras reflexionaba sobre las experiencias vitales, intensas e íntimas, del desconcertado profesor que descubre nuevas formas de vivir y de pensar.
El viento de la Luna es ciertamente una novela magistralmente narrada por Antonio Muñoz Molina, un escritor siempre interesado por el devenir de la ciencia y la cultura científica (véáse este artículo). Es aquí el protagonista un adolescente fascinado por la misión del Apolo XI a nuestro satélite, quien desde su pequeña ciudad andaluza sigue al detalle la hazaña culminada en aquel verano de 1969. Época esta de contrastes y rupturas, para aquel chaval que pierde los privilegios de la infancia y para la sociedad en la que vive. Mientras la instalación de una ducha en la vieja casa familiar es una extraordinaria novedad o se acude a la vivienda de un vecino que ha prosperado económicamente para ver la televisión (a cuyo aparato se le tiene cierto respeto o, en momentos de tormenta, miedo) el hombre es capaz de recorrer por el espacio los más de 350.000 km que nos separan de la Luna y pisar su suelo.
En ambas novelas los protagonistas son testigos de debates o acontecimientos científicos y tecnológicos de relieve mientras algo crucial está ocurriendo en sus vidas y se agita su mundo interior.
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