¿No nos recuerda nuestra vida a un movimiento browniano? ¿No es nuestro existir una sucesión de movimientos caóticos, sin un rumbo fijo? ¿No es nuestra vida un continuo avanzar y retroceder, un actuar sin saber la causa que nos mueve, sin saber realmente el fin de nuestras desordenadas acciones? ¿Tiene significado y propósito nuestra vida? ¿Sabemos qué rumbo debemos tomar, o simplemente dejamos que los impactos externos nos desplacen sin fin, azarosamente, no alcanzando jamás una meta, no llegando a ninguna parte? ¿Sobrevivimos en el coloide vital o acaso vivimos con un objetivo?
Desgraciadamente, creo que la mayoría de nosotros somos meros granos de polen en browniana agitación. La filósofa y pionera feminista británica Mary Wollstonecraft (1759 - 1797), madre de Mary Shelley (la autora de Frankenstein), escribió certeramente: " Nada contribuye más a tranquilizar la mente como un firme propósito, un punto en el que el alma pueda fijar su ojo intelectual".
En esta salvaje sociedad del consumo vivimos, salvo dignísimas excepciones, sin más objetivo que el de consumir para mejorar, supuestamente, nuestra calidad de vida, o peor aún, consumir por consumir, arrastrados por la vorágine que nos lleva (a ninguna parte). ¡Qué brutal contraste con las palabras de Francisco de Asís! Recordemos: "Yo necesito poco y ese poco lo necesito muy poco". Sabias palabras que deberían hacernos reflexionar. Sin llegar al extremo del santo, sí hemos de pensar si nuestra vida necesita un viraje, un punto de inflexión que inicie un camino diferente, firme, con un propósito que nos saque del caótico movimiento. Acaso nuestros objetivos no sean nada ambiciosos (¡qué importa!), pero darán significado a nuestra existencia.
(Foto: galeriadelsur.xoc.uam.mx/images/buendcua.gif)
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