En el callejero de París encontramos un buen número de nombres de científicos franceses (nuestro vecino del norte, no lo olvidemos, ha sido la cuna de grandes sabios).
En mi viaje a la capital de Francia durante unos días (soleados, por cierto) de la pasada primavera pude comprobarlo en los agradables paseos por sus calles, bulevares y plazas. Yo, acaso por motivos sentimentales (¡qué importantes son las lecturas de la infancia!), de entre todos aquellos lugares me quedo con el bulevar Pasteur, próximo a los históricos edificios del célebre Instituto Pasteur. Y allí, cómo no, descansamos un buen rato bebiendo unos refrescos bajo la sombra del toldo de un animado café que, claro, llevaba el nombre del insigne microbiólogo y químico francés.
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