[Central nuclear de Fukushima, antes del sismo; imagen procedente de www.elpais.com]
La tragedia acaecida en Japón, con miles de muertos y desaparecidos, ha reabierto el debate sobre la energía nuclear, ya que el terremoto, de gran magnitud, y el consiguiente tsunami han dañado severamente a la central de Fukushima, con muy grave riesgo de contaminación radiactiva que podría afectar no sólo al aire, sino también al suelo y las aguas. Parece ser que ya han sido detectados alimentos contaminados. Es bueno que el debate sobre la energía nuclear esté vivo, siempre y cuando se discuta racional y objetivamente, con datos científicos y técnicos sobre la mesa. De este debate (¿es ahora el momento adecuado?) debemos beneficiarnos todos, con centrales nucleares más seguras (y ello incluye localizaciones más seguras; pensemos en el muy sísmico territorio japonés), con mayor investigación en tratamiento y almacenamiento de residuos radiactivos (el gran problema) y, por supuesto, con una mayor dedicación de esfuerzos para la mejora de la eficiencia e implantación de las fuentes de energía renovables que, en cualquier caso, son necesarias. Quiero ser optimista y pensar que dentro de pocas décadas las centrales de fisión sean historia porque dispongamos de la muy ventajosa fusión nuclear produciendo electricidad para todos. Pero si de este debate (supongamos que se lograra hacer de forma serena, no precipitada, y sólidamente argumentada, dejando a un lado las opiniones apasionadas y los intereses particulares, ¿difícil, no?) concluimos que hay que renunciar a la energía nuclear de fisión (la de nuestras centrales actuales), ya podemos ponernos a elaborar la lista de cosas a las que estamos dispuestos a renunciar.
Traigo aquí los comentarios de Manuel Toharia este fin de semana en su sección de No es un día cualquiera, que coinciden plenamente con los mios (de los cuales di cuenta en una entrada la pasada semana). A pesar de lo gravísimo del riesgo de contaminación radiactiva (afortunadamente parece que se va controlando la situación con ingentes esfuerzos), lo que más debe preocuparnos a los ciudadanos de a pie actualmente es la enorme tragedia humana y material que ha provocado el devastador tsunami (producto de un terremoto de magnitud 8,9 con epicentro muy próximo a la costa nordeste de Japón). En los medios de comunicación de este lejano occidente se ha destacado más la amenaza nuclear que la realidad de la catástrofe que, lamentablemente, ha pasado a un segundo plano. Sin duda el temor vende más. Ni mucho menos pretendo minimizar la gravedad de una posible contaminación radiactiva con origen en la central de Fukushima, pero creo que ni los medios ni ciertos cargos de responsabilidad (¿apocalipsis?) han sabido valorar y comunicar bien el asunto, alarmando a la población con muy inquietantes mensajes, mientras miles de personas, unas muertas y otras desaparecidas, estaban (y aún están) bajo el lodo y los escombros.
A tan polémico asunto de la energía nuclear y sus posibles riesgos dedicó el programa de Pepa Fernández (RNE1) el pasado sábado su tertulia.
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