[Fotos: página de la "Filosofía zoológica" de Lamarck, obtenida de http://es.wikipedia.org (superior); páginas de la "Zoonomía" de Erasmus Darwin, obtenida de www.sc.edu (inferior)]
Para comprender e interpretar mejor el devenir de la ciencia creemos esencial conocer no sólo las teorías triunfantes, sino también las derrotadas (las primeras en absoluto son definitivas), como es el caso de la teoría de la evolución de Lamarck, de la que nos ocuparemos aquí muy sucintamente.
En 1809, hace doscientos años, se publicó Philosophie zoologique ("Filosofía zoológica"), de Jean Baptiste Pierre Antoine de Monet, Chevalier de Lamarck (1744 - 1829). En ella el naturalista francés exponía su teoría de la evolución, medio siglo antes de que lo hiciera Charles Robert Darwin; el mecanismo propuesto por el eximio científico británico para la evolución era, como ya se indicó en el artículo anterior, totalmente diferente: la "selección natural".
Aunque en esto de la cronología de las tesis evolucionistas deberíamos remontarnos más atrás aún. Precisamente el abuelo de Charles Robert, Erasmus Darwin (1731 - 1802), médico, filósofo, naturalista y poeta, había publicado en 1794-96 una singular obra en verso, Zoonomia or the laws of organic life ("Zoonomía o las leyes de la vida orgánica"), en la cual presentaba sus ideas evolucionistas que se basaban, al igual que las de Lamarck, en la adquisición de caracteres heredables (Erasmus Darwin tenía la rareza de versificar muchas de sus obras científicas, acaso para exponer de forma sutil sus ideas, suavizando en lo posible las reacciones de oposición que pudiesen generar).
Lamarck, padre del término Biología para la ciencia que estudia los seres vivos, expuso su teoría de la evolución en 1809 (en su "Filosofía zoológica", como se ha indicado). Pensaba que los órganos se adquieren o se pierden como consecuencia del uso o desuso de los mismos, de manera que los seres vivos van adquiriendo nuevos caracteres. Pero no sólo eso, sino que, según Lamarck, dichos caracteres adquiridos serían heredables y pasarían de una generación a otra. Así, en un proceso lento y gradual, las especies habrían ido cambiando (por ejemplo, esa sería la explicación lamarckiana para las jirafas: el esfuerzo por alcanzar ramas más altas habría alargado en alguna medida el cuello del animal; este rasgo adquirido pasaría a la descendencia, que seguiría esforzándose por llegar a mayor altura, y así sucesivamente, en un sumatorio de pequeñas transformaciones heredables, hasta dar lugar a la especie que hoy conocemos).
La teoría de Lamarck fue fuertemente criticada desde un principio, particularmente por el insigne naturalista Cuvier, compatriota suyo y padre de la Paleontología y de la Anatomía comparada. Entre los experimentos que realizaron los opositores a la teoría de Lamarck para refutarla citaremos el que consistía en amputar la cola a ratones, los cuales, después de numerosas generaciones continuaban produciendo descendencia con cola, mostrando que los caracteres adquiridos por interacción con el medio no eran heredables y no podía considerarse tal mecanismo para defender la evolución de las especies (tendríamos que esperar al certero trabajo de Charles R. Darwin, quien propuso uno mucho más consistente).
Lamarck terminó cayendo en desgracia con el poder, siendo recriminado públicamente por el mismísimo Napoleón. Los últimos años de su vida, ciego, fue cuidado por una de sus hijas, muriendo a mediados del frío diciembre de 1829 y siendo enterrado en una fosa común (sus restos fueron exhumados unos años más tarde para dejar sitio a otros, perdiéndose para siempre). Un perdedor de la historia de la ciencia que merece nuestro máximo respeto.
Destaquemos también de Lamarck otras obras importantes como Hydrogeologie ("Hidrogeología", 1802) e Histoire naturelle des animaux sans vertèbres ("Historia natural de los animales invertebrados, 1815-22).
Concluimos este artículo con una cita de Lamarck, que bien podría llevar también la firma de Charles R. Darwin (sacada de ese maravilloso libro que es "Diccionario de citas científicas. La cosecha de una mirada serena", de Alan L. Mackay, CSIC - Ediciones de la Torre, Madrid, 1992, p. 175):
"Los más importantes descubrimientos de leyes, métodos y mejoras en las hipótesis y teorías naturales que han pasado por la mente de un investigador científico se han forjado en silencio y secreto, superando su crítica y escrutinio más severos; de modo que en los momentos de mayor éxito apenas se confirman una docena de sugerencias, esperanzas, deseos y conclusiones preliminares".
(Sobre Lamarck recomendamos en Internet: http://es.geocities.com/ecored20037lamarck.html y http://centros5.pntic.mec.es/ies.arzobispo.valdes.salas/lamarck/pagina1.html, de interés didáctico)