Los resultados de la cumbre de Copenhague del pasado mes de diciembre han sido ciertamente decepcionantes, un fracaso que tendrá que ser enmendado sin excusas en Méjico a finales de este 2010. Entretanto toneladas y toneladas de dióxido de carbono seguirán siendo emitidas a nuestra delicada atmósfera (cada ciudadano de la desarrollada Unión Europea, donde tenemos la suerte de vivir, emite más de diez toneladas de este gas de efecto invernadero al año de media, ¿sorprendente, no?). Según datos correspondientes a 2004, Estados Unidos, el país más contaminante del mundo, emitió 6.046 millones de toneladas anuales, lo que representa el 22,2 % sobre el total mundial, con una emisión de 21 toneladas de CO2 por habitante; los datos para la populosísima y emergente China fueron 5.007 millones de toneladas anuales, segunda del fatídico ránking, un 18,4 % del total mundial, con una emisión per cápita de 3,8 toneladas. Y China no dejará de crecer y, obviamente, no está dispuesta a poner freno a su desarrollo. La suma total de emisiones mundiales de dióxido de carbono (2004) se eleva a la estremecedora cifra de 27.246 millones de toneladas anuales, con una media de 4,25 toneladas per cápita (muy desigualmente distribuidas, siendo los menos responsables de la situación, los países más pobres de nuestro planeta, los que se lleven las peores consecuencias, pues los caóticos gases se difunden y no entienden de fronteras; la atmósfera es patrimonio de toda la humanidad, y no sólo de ella, sino también del resto de seres vivos).
Por si no fuera poco el lamentable papel desarrollado por los líderes políticos en la fría Copenhague (donde no creo que escatimasen en calefacción y transportes de combustión, con numerosos desplazamientos en avión para ir y regresar incluidos), hay que censurar con toda firmeza la desproporcionada actitud contra los ecologistas de Greenpeace, siendo Juantxo López de Uralde, director en España de dicha organización, retenido en una cárcel danesa durante veinte días por hacer su reivindicación pacífica (ilegal pero noble) donde "no debía". Al menos (quedémonos con algo positivo) se ha estado hablando en todos los medios durante cierto tiempo de este espinoso y grave asunto y los ciudadanos están más concienciados; en Méjico, tras estas conversaciones iniciales de Copenhague, no se puede fallar.
Stefan Rahmstorf (director del Departamento de análisis del Sistema Terrestre del Instituto para el Estudio de las Consecuencias del Cambio Climático de Potsdam, Alemania) denuncia contundentemente:
"El calentamiento global, por lo tanto, es una predicción científica que viene cumpliéndose rigurosamente desde hace décadas.
[...]
Las emisiones acumulativas hasta 2050 serán decisivas para determinar la posibilidad de mantener el calentamiento global por debajo de 2 grados [por encima del nivel de temperatura de la era preindustrial]. Para alcanzar esa meta con un grado de probabilidad alto (75 %), el emitido en el período entre 2000 y 2050 no debe ser superior a un billón de toneladas. Al ritmo actual de emisiones, esa cuota se superárá en los 20 próximos años, y por supuesto aún más pronto si las emisiones siguen creciendo".
[Cambio climático debido a los gases de efecto invernadero. ¿Cuánto tiempo nos queda? Vanguardia Dossier, nº 33, octubre/diciembre, 2009]
Es éste un importantísimo problema que ya tenemos aquí. Es preciso estar bien informados y conocer las bases científicas del asunto. Y, por supuesto, actuar.