[Sir Michael Foster en 1881. FOSTER (1836 - 1907) fue un importante fisiólogo y naturalista inglés de la época victoriana, miembro destacado de la Royal Society de Londres. Renovador de la enseñanza de la biología y la fisiología en su país al introducir métodos modernos en los que la experimentación es parte esencial. Es autor de un tratado de Fisiología de referencia en su época: Text book of Physiology (1877). Maestro de notables biólogos británicos, fue discípulo suyo Charles Scott Sherrington, neurofisiólogo galardonado con el premio Nobel de Medicina en 1932 por sus investigaciones de las funciones de la corteza cerebral. Procedencia de la fotografía de Michael Foster aquí]
Las ciencias empíricas, como las ciencias naturales, obtienen su cuerpo de conocimientos mediante lo que conocemos como método científico o método hipotético-deductivo, basado en la observación de hechos o fenómenos, a partir de los cuales ha de plantearse de forma precisa el problema que se quiere investigar, la formulación de hipótesis (siempre provisionales) y la deducción de consecuencias de ellas y, paso crucial, la contrastación de la hipótesis propuesta mediante la experiencia (la experimentación es una forma rigurosa de observación controlada).
Queda claro pues que, en toda investigación científica, la observación precisa de hechos o fenómenos es crítica para un correcto planteamiento de los problemas. Y no pocas dificultades nos podemos encontrar en esta decisiva etapa inicial. El naturalista escocés John Arthur Thomson, especialista en corales blandos y estudioso de las relaciones entre ciencia y religión (profesor de historia natural en la Universidad de Aberdeen en las primeras décadas del pasado siglo), cita unas palabras del eximio fisiólogo inglés Sir Michael Foster en el delicioso libro Introducción a la ciencia (Editorial Labor; 3ª Ed. 1934). Toma Thomson las palabras de Foster para destacar la "pasión por los hechos" como primera de las particularidades del carácter científico, "que corresponde a la cualidad de la veracidad", nos dice el naturalista de la Universidad de Aberdeen. "Ante todo cerciórate de los hechos", afirma Foster. Y aclara Thomson que este precepto fundamental de la ciencia es ciertamente difícil de cumplir. Toda investigación científica comienza pues con dificultades, complicaciones que son de observación y de medición (en las que debe quedar al margen la subjetividad). Explica Thomson que aun en el estudio de problemas sencillos con frecuencia es difícil captar los hechos correspondientes y nos encontramos con dificultades para formular una concepción precisa de lo ocurrido. Ello se debe, entre otras causas, según Thomson, a la inexperiencia de nuestros ojos, "que solamente ven aquello que tienen facultad de ver -algunas veces poco, ciertamente-, y, de otra parte, a prejuicios, que hacen ver al hombre cosas que no debiera". También es debido, denuncia Thomson, a la carencia de disciplina en la aplicación del método científico; "nada más común que una narración en la que se mezcla la observación directa con deducciones inconscientes de la observación". Decía Michael Foster que "el hombre, el hombre no científico, se contenta a menudo con lo impreciso y lo aproximado".
[Marischal College de la Universidad de Aberdeen, hacia 1900. Aquí fue profesor de historia natural JOHN ARTHUR THOMSON en el periodo 1899 - 1930]
[John Arthur Thomson (1861 - 1933), eminente naturalista escocés
y autor de Introducción a la ciencia]
Thomson destaca que el científico está convencido de que en la medida y en la observación "la fidelidad posible es solamente aproximada, y de que el grado de aproximación varía con cada individuo" (desde antiguo en Astronomía). "La ciencia comienza con la medida, y hay personas que no son capaces de medir", nos dice el naturalista escocés. Y apunta que el distintivo del carácter científico es la nota de precisión y este trata de establecer una distinción entre apariencia y realidad. Cuenta Thomson que se dice de James Clerk Maxwell, el físico de Edimburgo padre de la teoría electromagnética, que desde su infancia se hacía constantemente preguntas del tipo: "¿A dónde va esto?", "¿cuál es su finalidad?". Y sin contentarse con una respuesta vaga, insistía: "¿Pero cuál es su razón particular?".