martes, 22 de febrero de 2011

Andaluces en la historia (de la ciencia)

[Augusto Arcimis (1844 - 1910); padre de la meteorología española. Foto: www.aemet.es]

Cuando se aproxima el 28 de febrero, día de Andalucía, me gusta resaltar que  esta meridional tierra española, de cielos limpios y azules y pueblos blancos, de tan intensa historia, no sólo  ha dado grandes artistas sino que en ella también han nacido importantes científicos que han jugado un papel relevante dentro de nuestro país y, algunos, han tenido el reconocimiento internacional. Por ello, quiero traer hoy aquí el artículo que publiqué hace unos años en la Revista Digital de Ciencias del Club Científico Bezmiliana. Comienza así: 

Si preguntamos a nuestros alumnos de bachillerato científico si conocen el nombre de algún pintor andaluz, sin dudar, rápidamente nos darán algunos nombres: Velázquez, Murillo, Picasso, tal vez Julio Romero de Torres o algún otro. Resultado igualmente satisfactorio hallaremos si les pedimos que nos digan algún poeta de nuestra tierra: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado (alguno puede que mencione también a su hermano Manuel), García Lorca, Alberti, Aleixandre, etc. Sin embargo, se sorprenderán si les decimos que nos indiquen el nombre de algún científico andaluz.  Acaso alguno de ellos, con cierto descaro, se adelante a sus compañeros y afirme con rotundidad: “no hay científicos andaluces”. El experimento arrojará un resultado no mucho más halagüeño si los interrogados son estudiantes universitarios de carreras científicas, o incluso licenciados. ¿Realmente no podemos encontrar en el transcurso de nuestra historia a ningún científico andaluz notable? Ciertamente hemos destacado más en el ámbito artístico, pero ello en absoluto significa que en Andalucía no se haya desarrollado una labor científica de interés, con ciertos momentos históricos nada desdeñables (pensemos por ejemplo en al-Andalus o en el esplendor del siglo XVI, tras el descubrimiento del Nuevo Mundo). Creemos conveniente pues dedicar unas líneas al respecto, señalando de forma concisa la aportación de algunos de nuestros sabios e investigadores.    

Comencemos por la Bética romana. El pensador estoico hispanolatino Séneca (Córdoba, siglo I d.C.) no sólo escribió importantes tratados de filosofía moral, sino, como nos ha enseñado López Piñero, debemos considerar también su contribución científica, contenida fundamentalmente en sus Quaestiones naturales, donde se abordan temas físicos, astronómicos, meteorológicos y geológicos (destacable es su descripción de los terremotos y los volcanes, así como, basándose en observaciones propias, su defensa del carácter de cuerpos celestes de los cometas, en contradicción con las teorías de Aristóteles, quien consideraba el cielo inmutable). Del siglo I es asimismo Columela, natural de Cádiz. En su memorable obra, con doce partes, De re rustica, hace una muy detallada exposición de la agronomía de la época, con abundante información práctica: condiciones de los terrenos, plantaciones de las diferentes especies, sus cuidados, enfermedades, etc. Tuvo gran influencia en la agricultura posterior, particularmente en la de al-Andalus y la de la España cristiana medieval.

    En el período visigótico mencionaremos a San Isidoro de Sevilla, arzobispo de esta ciudad, que nació en Cartagena hacia el año 560 y murió en el 636, autor de algunos textos de temática científica, entre ellos un compendio de cosmología que dedicó al rey visigodo Sisebuto (De la naturaleza de las cosas), que fue su discípulo y escribió sobre los eclipses. No obstante, la principal contribución de San Isidoro es su monumental diccionario enciclopédico titulado Etimologías, dividido en veinte partes, algunas de las cuales versan sobre matemáticas, astronomía, medicina, anatomía humana, zoología, geografía, meteorología, geología, mineralogía, botánica y agricultura. Si bien son conocimientos tomados de otros autores y los asuntos son tratados sucintamente y de forma poco crítica, San Isidoro de Sevilla compiló en sus Etimologías el saber clásico, ejerciendo su obra una enorme influencia posterior; fue el libro más difundido durante gran parte de la Edad Media.

[Para leer el artículo completo, pínchese aquí]

No mencioné en aquel artículo al farmacéutico sevillano, afincado en Cádiz, Augusto Arcimís, considerado el fundador de la meteorología profesional en España, quien desarrolló una labor pionera en nuestro país. Sin duda, su periplo por Europa tuvo trascendental influencia en su modo de pensar, libre y crítico. Realizó asimismo una notable labor en astronomía y astrofísica, particularmente en espectroscopía, con reconocimiento internacional (especialmente en Italia e Inglaterra). En 2010 se cumplió el centenario de su muerte. Léase el interesante artículo Augusto Arcimís, padre de la meteorología española, de Alejandro Polanco.


[Página del libro Meteorología, de Augusto Arcimís (manuales Soler); principios del siglo XX. Imagen procedente de www,meteored.com]


Otros artículos mios en la Revista Digital de Ciencias del Club Científico Bezmiliana:

- Una misteriosa ecuación en el cementerio (sobre L. Boltzmann).

- La ciencia en la literatura.

- Matemática ficción en internet.

domingo, 20 de febrero de 2011

Debatiendo sobre la contaminación atmosférica

[Impactante imagen de la boina de contaminación sobre Madrid. 
Imagen procedente de www.ecologiaverde.com]

Hace diez días los niveles de contaminación en nuestras grandes ciudades, castigadas por la polución del intenso tráfico, alcanzaron valores preocupantes, que alertaron a todos. Contaminación atmosférica, especialmente de partículas procedentes de motores diesel y de óxidos de nitrógeno (NO, que se oxida a NO2 y HNO3 en contacto con la humedad atmosférica, provocando la corrosiva lluvia ácida), derivada directamente de las emisiones de los motores de combustión de los transportes, la mayoría vehículos privados. La boina de contaminación ha sido particularmente visible en Madrid, aunque también se ha visto afectada Barcelona y, en menor medida, Valencia. La persistencia del potente anticiclón invernal ha favorecido el fenómeno. Las altas presiones producen la subsidencia o descenso de aire que dificulta la dispersión de los contaminantes (actuando como una tapadera que impide la ventilación), dando como resultado la caracteristica boina nociva de gases y partículas.

Recupero la interesante tertulia del pasado 12 de febrero en el programa de RNE1, No es un día cualquiera (tantas veces recomendado aquí), sobre la contaminación. En ella, tres tertulianos de lujo: Manuel Toharia, José Miguel Viñas y el doctor Enrique Vivas, habituales colaboradores del programa de Pepa Fernández. Los dos primeros, físicos y divulgadores, el tercero, alergólogo. Hablan de la contaminación atmosférica de nuestras ciudades, de los gases emitidos por los automóviles, de los óxidos de nitrógeno, del nocivo ozono troposférico (en la estratosfera, en cambio, es un escudo protector contra la radiación ultravioleta más peligrosa), de la poco conocida contaminación interior de nuestras vivendas, de los efectos en la salud (las partículas procedentes de los motores diesel, el NO2 y el O3 ,ozono, están ocasionando nuevos problemas de alergia que están superponiéndose o suplantando a las clásicas afecciones respiratorias derivadas de la contaminación urbana) e incluso de la contaminación lumínica. Y Manuel Toharia, que lleva muchos años preocupándose por estos temas, apunta un hecho relevante y muy pocas veces denunciado: la contaminación proveniente de las partículas de neumáticos, los cuales sufren un desgaste continuo, aumentado por los malos hábitos en la conducción, que libera finos fragmentos al aire que respiramos.

La actualidad científica comentada por Manuel Toharia

[Manuel Toharia]

¿Quién mejor que Manuel Toharia para comentarnos la actualidad científica?
De entre los excelentes y amenos contenidos de No es un día cualquiera selecciono también (ya lo hice con Joaquín Araújo) el espacio de Manuel Toharia, veterano maestro de la divulgación, en el que, con claridad y rigor, nos comenta las últimas noticias de la ciencia. Aprendamos con él.

Crónicas de la naturaleza

[Joaquín Araújo]

Para el goce de los amantes de la naturaleza, entre los que me incluyo, creo una etiqueta, "Crónicas de la naturaleza", con los podcasts de la sección de ecoconsultas del naturalista Joaquín Araújo en el magnífico programa de RNE1 No es un día cualquiera (tan bien conducido por Pepa Fernández). Siempre que pueda traeré a El devenir de la ciencia este espacio sobre la ecología y la naturaleza, de modo que sea fácilmente accesible para todos los seguidores de este blog, particularmente para los más remotos. Espero que os guste.

sábado, 12 de febrero de 2011

Ciencia para los pobres. Pilar Mateo y su lucha contra el mal de Chagas.


Es realmente vergonzoso que en el denominado primer mundo sepamos tan poco de esa enfermedad que afecta a buena parte de América Latina y que es conocida como "el mal de Chagas" (enfermedad de Chagas-Mazza). Particularmente triste es su gran desconocimiento en España, por lo que nos toca. Quien escribe tampoco había oído hablar del mal de Chagas hasta hace un año; fue gracias al interesante artículo que dedicó al asunto Carlos Javier Galán en su blog "La nota discordante" (para leerlo, pínchese aquí). 

No debe extrañarnos, aunque nos cause la máxima indignación, pues afecta la enfermedad a poblaciones pobres de ciertos países americanos. Es un mal de los pobres, de los más pobres, de quienes viven en unas condiciones lamentables. Y eso parece que no preocupa demasiado al primer mundo. Afortunadamente, siempre hay alguien que está dispuesto a sacrificar muchas cosas para ayudar a los más necesitados, pero requiere el apoyo de los gobiernos, y de nuestra movilización como ciudadanos de una sociedad que, a pesar de todo, podemos considerar próspera y hasta privilegiada.

La enfermedad de Chagas (tripanosomiasis americana) es una enfermedad parasitaria tropical provocada por un protozoo flagelado: Trypanosoma cruzi.

[ Imagen de Trypanosoma cruzi. Foto: Ciencianet]

El nombre cruzi del parásito se lo puso el médico brasileño Carlos Chagas en honor de su colega y amigo Oswaldo Cruz (1872 - 1917). Este último creó un instituto de investigaciones médicas en Río de Janeiro. Precisamente allí Carlos J. Ribeiro das Chagas (1879 - 1934) realizó su tesis doctoral sobre la hematología de la malaria y, unos años después, en 1909, descubrió la tripanosomiasis americana, haciendo un trabajo sin precedentes, pues describió la enfermedad de forma completa, desde el agente patógeno (un protozoo flagelado parásito) a las manifestaciones clínicas, pasando por su vector (un insecto hematófago, un chupasangre nocturno). Sugirió asimismo con acierto que el armadillo era el reservorio natural del parásito. Por si ello fuera poco realizó un exhaustivo estudio epidemiológico de la enfermedad (describió veintisiete casos agudos y llevó a cabo más de un centenar de autopsias a pacientes que sufrieron el mal de forma crónica). Vemos aquí una notable diferencia con los descubrimientos del agente causante de la malaria, de su vector y del ciclo vital completo del parásito, donde el mérito se distribuye entre varios científicos de relieve.
[Carlos Chagas. Foto: Wikipedia]

No podemos olvidar al médico argentino Salvador Mazza (1886 - 1946), quien dedicó buena parte de su vida y energías al estudio y la lucha contra la tripanosomiasis americana, centrándose en el combate contra el vector, el insecto vampiro, denunciando que para controlar la expansión de la enfermedad descrita por Chagas era esencial cambiar las nefastas condiciones higiénicas, educativas y económicas de las zonas rurales más pobres, pues sus insalubres viviendas (humildes chozas) eran también la morada de la chinche transmisora del parásito. Parece ser que el buen doctor argentino falleció víctima de la enfermedad a la que había dedicado su vida, pues le sorprendió fatalmente un infarto de miocardio en 1946, muy posiblemente como consecuencia de la tripanosomiasis americana en su forma crónica, mientras participaba en un congreso médico en Monterrey (México). El director de cine Juan Bautista Stagnaro rindió tributo a Salvador Mazza en la película Casas de fuego (1995).

El mal de Chagas presenta una forma aguda, volviéndose frecuentemente crónica sin manifestarse los síntomas durante años, hasta que surgen problemas cardíacos (miocardiopatía) y digestivos (intestinales). No es fácil conocer con exactitud las cifras de afectados por esta enfermedad endémica americana, pero se estima en más de 15 millones de personas al año, muriendo varias decenas de miles (tal vez unas 50. 000), en su mayoría pobres de zonas rurales. Cifras que hablan por sí solas y no nos pueden dejar indiferentes.  

Ya advirtió el doctor Mazza en las primeras décadas del siglo XX que la lucha debía centrarse en el transmisor de la enfermedad (ligado a las malsanas condiciones de vida de la población rural americana). Normalmente el vector es el Triatoma infestans, insecto hematófago  nocturno de la familia de los redúvidos. Estos miserables chupasangre son conocidos con diferentes nombres, como vinchuca, barbeiro, chinche besucona y otros.




  [La "vinchuca", vector del parásito del mal de Chagas.


Este hematófago pica a su víctima para alimentarse de su sangre y transmite el protozoo parásito de la enfermedad de Chagas, que se aloja en su intestino, cuando defeca encima de la picadura.

Doblemente esperanzador es el trabajo de la investigadora valenciana Pilar Mateo, doctora en Ciencias Químicas y especialista en pinturas.  Por un lado, por las posibilidades que se abren para poder atajar el mal de Chagas con el mecanismo de acción contra la vinchuca diseñado por la científica española; por otro, por la esperanza que supone que haya investigadores que pongan todo su empeño, sacrificando muchas cosas, en beneficio de los que más lo necesitan, aquellos que cuentan muy poco para los gobiernos. Una ciencia al servicio de los pobres es una ciencia heróica, con mayúsculas.

 El ingenio y la sensibilidad de Pilar Mateo son prueba fehaciente de que la denostada Química puede estar, y lo está, al servicio de la humanidad, del bienestar de todos, incluidos los pobres. Esta investigadora ha desarrollado la técnica de microencapsulación polimérica, consistente en la aplicación de una pintura que contiene microcápsulas con biocidas en bajas dosis, de manera que el principio activo, un insecticida en el caso del mal de Chagas, se va liberando lentamente a través de la pintura, de forma inocua para los niños y las personas en general. Desconozco la efectividad real de la técnica pero parece que es un método con importantes ventajas, como la citada. En cualquier caso, las autoridades deberían mostrar el máximo interés por él.

Afirma Pilar Mateo, que conoce de muy primera mano la enfermedad, en su web que "el mal de Chagas no es más que una tapadera de una realidad que nadie quiere ver, que es la pobreza". Y añade:
"La mayoría de las enfermedades por las que se sufre y se muere en los países del Sur, fueron resueltas hace muchos años en el Norte. Sabemos pues cómo hacerlo, por lo que nos encontramos con la obligación de pasar a la acción y eso supone poner todo el conocimiento al servicio de este objetivo.
[...]
Junto a la Ciencia es necesario que haya una movilización social que permita conocer a los verdaderos protagonistas de este combate.
Solo se conseguirá erradicar las enfermedades si hay control vectorial, control clínico, formación en higiene y salud, viviendas dignas y sanas, y por descontado una gran movilización social".

Dejo aquí el podcast de Siluetas, el excelente programa de entrevistas de RNE1 (¿hay alguno mejor?), en el que Manuel Ventero mantiene una amable y jugosa charla con Pilar Mateo. Una hora sin desperdicio, no se la pierdan:







Revelador este pequeño fragmento de la película Casas de fuego, sobre la labor desarrollada por el médico argentino Salvador Mazza en los años 20 del pasado siglo para erradicar el mal de Chagas: