jueves, 29 de octubre de 2015

Hacia el firmamento (Ledesma y Rodés)

[Ramiro Ledesma Ramos (1905 - 1936), joven intelectual con formación filosófica y matemática, de truncada carrera, fue sacado de la cárcel madrileña de Ventas y asesinado el 29 de octubre del sangriento año de 1936, a comienzos de nuestra "guerra incivil". Fuente de la imagen ABC (aquí)]


La guerra fratricida de 1936 - 1939 no solo supuso el fin del sueño de un país más próspero y justo sino la defunción de la prometedora Edad de Plata de la cultura española. El exilio y la muerte de no pocos intelectuales fue una catástrofe humana y cultural para nuestro sufrido país. Muchos de los más jóvenes participaron activamente en los enfrentados movimientos políticos de aquella convulsa época, como es el caso de Ramiro Ledesma, fundador del nacionalsindicalismo, discípulo de Ortega y Gasset y representante hispano de las vanguardias intelectuales de los años 20 -30 del agitado pasado siglo. Es un personaje ciertamente interesante y poco conocido al que ya dedicamos unas líneas en El devenir de la ciencia, pues hallamos en el filósofo y político zamorano ideas muy sugestivas sobre la ciencia revolucionaria y la filosofía de comienzos del siglo XX, particularmente nos llaman la atención sus ideas precursoras del falsacionismo. Sus artículos de filosofía y ciencia (en su mayoría publicados en La Gaceta Literaria y Revista de Occidente) son lúcidos y jugosos, para saborearlos sin prejuicios.

Y sobre la trágica e injustificable muerte de Ledesma (asesinado al ser sacado de la cárcel, como era habitual en el Madrid de 1936) hay una penosa anécdota. Su vigor intelectual y sus inquietudes científicas tienen que ver con el asunto.

Parece ser que, estando en prisión, para ocultar su identidad a sus carceleros y evitar una muerte segura (fue fundador de las JONS, el movimiento nacionalsindicalista español) dijo llamarse Roberto Lanzas, pseudónimo que ya había utilizado en alguno de sus ensayos políticos (los carceleros no debían de ser muy "de libros"). Ramiro Ledesma no dejó de leer en la prisión madrileña de Ventas, pues cuando la preocupación y la angustia ante los acontecimientos fatales imperan la mente debe distraerse. Sus lecturas eran la Anábasis, de Jenofonte, Los Episodios Nacionales, de Galdós, y Los Estados Unidos de hoy, de André Siegfried. Su hermana Trinidad le llevaba los libros a la cárcel.

Pero también anhelaba Ledesma poder disfrutar con la ciencia. Mandó a su familia que le trajeran de casa El firmamento, del Padre Rodés, eminente astrónomo y director del Observatorio del Ebro, en Tortosa (ignoro si la edición más extensa y profunda, de 1927,  o la más divulgativa y resumida de 1934). El caso es que, según cuenta el sacerdote Manuel Villares, quien coincidió y conversó con Ledesma en prisión, el infortunio entró en escena y tal vez el libro de astronomía de Luis Rodés fuera una de las causas de la muerte del joven intelectual y político. Cuenta Villares que Ramiro Ledesma pidió permiso a Polo, el jefe de las milicias de la cárcel, para que le mandasen de casa el libro del Padre Rodés. El tal Polo se extrañó del título de la obra, El firmamento (acaso pensó que era un libro religioso), y le preguntó por qué le interesaba. Debió de  quedar Polo un tanto perplejo cuando Ledesma le contestó que era matemático y aficionado a la astronomía, pero no puso objeciones y dio su permiso. Sin embargo, a veces las cosas se complican de forma absurda. Poco tiempo después, "en una de aquellas visitas que hacían los Comités a los presos", narra el Padre Villares, al preguntarle el jefe a Ramiro Ledesma cuál era su profesión, respondió que periodista. Polo, presente, le dijo sorprendido: "¿Pero tú no me has dicho hace poco que eras astrónomo?". Ramiro Ledesma, Roberto Lanzas en la cárcel de Ventas, trató de explicarse y hacerle ver al miliciano que ser periodista y astrónomo aficionado eran cosas compatibles. Pero ya había provocado las suspicacias de Polo y se investigó la identidad del preso, descubriéndose que era Ramiro Ledesma Ramos, el fundador de las JONS, un dirigente fascista, y no un periodista llamado Roberto Lanzas. Posiblemente El firmamento de Rodés nunca llegó a las manos de Ledesma pero sí parece claro que el infortunio en este asunto se cebó con el joven intelectual. Acaso con esta confusión a raíz del libro de Rodés, dice Villares, Ramiro Ledesma firmó su sentencia de muerte.

 [Edición de El firmamento, de Luis Rodés, de 1934.
Procedencia de la imagen aquí]



 DE INTERÉS:

- Ideas precursoras del falsacionismo en Ramiro Ledesma.

- Obras de LUIS RODÉS.

- Reseña (elogiosa) de El firmamento en ABC (Hemeroteca de ABC; 5/8/1934, página 11).

- Las Bodas de Plata del Observatorio del Ebro, en La Vanguardia (28 de octubre de 1930; pág. 10).



jueves, 8 de octubre de 2015

Sobre proteínas, cataratas y huevos

El cristalino es un componente (una estructura transparente) esencial de nuestro ojo: una lente biconvexa (es más gruesa por el centro que por los bordes y es convergente pues refracta los rayos de luz haciéndolos converger en la retina, donde se forma la imagen) situada en la parte delantera, entre el iris y el humor vítreo, que nos permite enfocar objetos dependiendo de su distancia a nuestros ojos. Esto se consigue mediante el proceso de acomodación, en el que el cristalino es capaz de variar su curvatura y espesor por acción del músculo ciliar cuando una imagen está desenfocada en la retina.

[Procedencia de la imagen: Wikipedia]

La composición química del cristalino hace posible que éste tenga una elevada capacidad de refracción. Nuestra lente convergente natural posee un elevado contenido en proteínas, que juegan un importante papel. Es precisamente la degradación y desnaturalización de estas proteínas con el paso del tiempo lo que hace que nos aparezcan las cataratas con la edad (catarata senil), es decir, nuestro cristalino va perdiendo su transparencia y se va haciendo opaco, con lo cual la visión se hace borrosa.

El proceso de desnaturalización de una proteína consiste en la pérdida de su estructura tridimensional (conservando tan sólo la proteína la secuencia de aminoácidos que poseía o estructura primaria, pero no ningún nivel superior de organización estructural). Lógicamente la desnaturalización tiene importantes efectos en las propiedades físicas de la proteína, como un aumento de su viscosidad o una drástica disminución de su solubilidad. En el caso del cristalino todo ello se traduce en una pérdida de transparencia.

La desnaturalización de proteínas está muy presente en nuestra vida cotidiana, en nuestra cocina, pues ocurre cada vez que nos hacemos un huevo frito o hervido. En este caso la ovoalbúmina es la que se desnaturaliza, pierde su organización estructural superior, por acción del calor. La ovoalbúmina es la proteína más abundante en la clara del huevo (más de un 60 % del total de proteínas) y es rica en los aminoácidos cisteína y metionina. La cisteína (HS-CH2-CHNH2-COOH) es un aminoácido no esencial (puede ser sintetizada por el cuerpo humano) que se dimeriza mediante un puente disulfuro o enlace covalente azufre-azufre (-S-S-).


[Dos moléculas de cisteína se unen mediante un enlace disulfuro (-S-S-) para formar el dímero cistina. Procedencia de la imagen: Wikipedia]

Cuando ponemos un huevo en la sartén o a hervir la elevada temperatura provoca que las uniones -S-S- entre cisteínas, que mantienen la estructura de la proteína, se rompan, es decir, la ovoalbúmina se desnaturaliza, modificando sus propiedades. Se vuelve blanca y opaca, no deja pasar la luz. J. M. Mulet nos describe este fenómeno tan conocido por todos (sus efectos, que no su causa) en su estupendo libro (interesante, eficaz y muy ameno) Comer sin miedo (Destino, 2014) cuando nos habla de la química del huevo. Y el incisivo y lúcido divulgador valenciano llama nuestra atención al recordarnos que este mismo proceso de desnaturalización o pérdida de estructura ocurre en la queratina del cabello en las permanentes (aquí de forma reversible) y en el ya mencionado de las indeseables e inevitables cataratas. "Todo es una simple cuestión de química de proteínas", dice Mulet.

Concluyo esta entrada de El devenir de la ciencia con un mínimo homenaje al andaluz Benito Daza de Valdés, pionero de la Óptica hispana, quien publicó en 1623 su Uso de los anteojos. En aquella importante obra el cordobés  no sólo expone los fundamentos teóricos y nos da información práctica del uso de las lentes para la corrección de los defectos visuales sino que describe cómo ha de hacerse la operación de cataratas. 


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