La última novela de Arturo Pérez-Reverte, Hombres buenos (Alfaguara), es una delicia para los amantes de la ciencia y del progreso. Dos académicos españoles, reinando Carlos III, parten a París para adquirir una primera edición completa de la prohibida Encyclopédie, la gran enciclopedia francesa de la Ilustración; magna síntesis de los nuevos conocimientos e ideas de la época de las luces, de la razón. Pero, en un país que quedó al margen de la Revolución Científica, dominado por las viejas ideas, la tradición y la Iglesia (con la sancionadora Inquisición activa), cuyas universidades enseñan al margen de Newton, no faltan los que tratan de impedir a toda costa (incluso recurriendo a esbirros) la noble y audaz misión de esos académicos, hombres buenos, que, aunque con ideas dispares, creen necesario modernizar el país y ponerlo en la misma órbita de progreso que las naciones europeas más avanzadas. Y tienen los buenos comisionados de la Real Academia, a pesar de todo, compatriotas a los que admirar: los marinos y científicos (como Pedro Zárate, uno de los académicos protagonistas) Jorge Juan y Antonio de Ulloa, figuras clave de la Ilustración en España, que realizaron una notable labor difusora de las nuevas ideas científicas.
Los académicos españoles llegan a un París de finales del XVIII, en los años previos a la Revolución, donde hay graves injusticias y desigualdades, una ciudad a la vez suntuosa y miserable e insalubre, y allí acuden a tertulias donde se habla tanto de temas triviales como de ciencia. Una novela en la que aparecen o se mencionan personajes como D´Alembert, Buffon, Franklin, Lavoisier, Euler o Jorge Juan y Antonio de Ulloa, ¿no es una magnífica propuesta?
Reseña de Hombres Buenos en El Cultural aquí.