martes, 22 de abril de 2014

Libros abiertos

Mañana, 23 de abril, es el Día del Libro y uno tiene la sana tentación de recomendar algunos libros que ha leído (sí, a veces a salto de mata) o que desearía tener entre las manos. Vamos a ello.

Un viejo libro: Manual de Física, de Modesto Bargalló (Ed. Reus Sardá, 1925).

Un libro de divulgación científica: 50 cosas que hay que saber sobre Genética, de Mark Henderson (Ariel, 2010). De las leyes de Mendel a los organismos genéticamente modificados y la vida artificial.



Un libro de historia de la ciencia: Bartolomé de Medina y el siglo XVI, por Manuel Castillo Martos (Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria, 2006). Sobre el descubridor, a mediados del siglo XVI, del método de beneficio de la plata por amalgamación ("beneficio de patio"); un sevillano en México.



Un libro para jóvenes lectores: El Universo para Ulises, de Juan Carlos Ortega (Planeta, 2013). Una visión original y amena sobre el cosmos y las leyes de la física, con el singularísimo toque de Ortega.

Un libro de historia: Chiripas de la historia, de Gonzalo Ugidos (La Esfera de los Libros, 2013). Sobre las casualidades en la historia y otras historias no tan casuales pero en las que el azar jugó su papel. Muy ameno.



Una novela: Los huesos olvidados, de Antonio Rivero Taravillo (Espuela de Plata, 2014). La mejor novela para leer en el centenario de Octavio Paz. Narración cristalina sobre un asunto oscuro. Entretenido y con mensaje para la reflexión.



Una obra de teatro: Un enemigo del pueblo, obra maestra del gran dramaturgo noruego Henrik Ibsen (Funambulista, 2007). Sobre la corrupción del poder y la manipulación de la información; la razón que no se quiere aceptar frente a los intereses de unos pocos. Puede verse en "Estudio 1" de RTVE aquí, con el inolvidable José Bódalo.

Un libro de poesía: La extensión de mi cuerpo, poemas de Walt Whitman magníficamente traducidos e ilustrados, una gema literaria (Nórdica, 2014).

Un libro para antes de acostarse: (Casi) cualquiera de los mencionados.

Un libro de autoayuda: Ninguno. A mí los que me ayudan son libros como los anteriores.

domingo, 6 de abril de 2014

La ciencia no admite poligamia

[JUAN NEGRÍN  joven, médico e investigador en fisiología antes de dedicarse a la política. Llegó a ser presidente del Gobierno de la II República Española en 1937, en plena Guerra Civil. Fuente de la imagen aquí (www.elmundo.es)]


"¿Cómo podrá España acelerar su evolución científica, técnica e industrial si los científicos se dedican a la política? La ciencia no admite poligamia".


Estas palabras se las dedicó el bioquímico y biólogo molecular español (premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1959) Severo Ochoa al que fuera su profesor, Juan Negrín, tras su regreso a Madrid después de una estancia en Heidelberg, incorporándose a su laboratorio a finales de 1930 (citado en Severo Ochoa. De músculos a proteínas; de María Jesús Santesmases; Ed. Síntesis, Madrid, 2005). Negrín se había afiliado al partido socialista (PSOE) en 1929, llegando a ser diputado en Cortes, ministro y hasta (controvertido) presidente del gobierno republicano en plena guerra fratricida española (y hasta 1945, en el exilio). 

Era una época de crisis y cambios en la que difícilmente podía mantenerse uno al margen de la política y no pocos intelectuales, profesores o artistas se implicaron hasta la médula en la actividad política de muy diferente signo, como Juan Negrín (se podrían citar numerosos casos; como el dignísimo Julián Besteiro, catedrático de Lógica y socialista moderado, como el poeta Rafael Alberti, comunista, o, por el otro lado, Ramiro Ledesma, prometedor filósofo y buen conocedor de la matemática y de la física revolucionaria de su tiempo, quien dio un viraje radical en su vida intelectual para pasar a la acción política fundando las JONS, o como el historiador Santiago Montero Díaz, primero comunista y luego jonsista y amigo de Ledesma).

Sin duda Severo Ochoa, incansable y apasionado investigador, debió de sentirse decepcionado con la implicación de Negrín en la política, en detrimento de su liderazgo científico y acaso, en cierto modo, considerarle un traidor a la ciencia.



Nota:

Ochoa se encontraba en Heidelberg en 1930, en el nuevo laboratorio de Otto Meyerhof, el fisiólogo alemán de origen judío que investigaba la química de la contracción muscular. El científico asturiano se incorporó al laboratorio de Negrín en la capital de España a finales de ese año para proseguir sus investigaciones sobre la fisiología de las glándulas adrenales o suprarrenales, en particular el papel que estas desempeñan en la contracción muscular (tema de la tesis doctoral de Ochoa). María Jesús Santesmases en su biografía del investigador de Luarca (Severo Ochoa. De músculos a proteínas) afirma que con estos trabajos Ochoa asumía una buena parte de las enseñanzas de sus primeros maestros en el campo de la fisiología. Por un lado, las de Negrín y sus intereses por las glandulas suprarrenales y la adrenalina; por el otro, las de Meyerhof y sus colaboradores sobre la contracción muscular. Esta aportación de Ochoa, síntesis investigadora, iba en la línea de profundizar en el conocimiento del metabolismo y la bioenergética con la finalidad de una mejor comprensión de los complejos procesos fisiológicos.