jueves, 20 de diciembre de 2012

El aire atmosférico descrito por Eugenio Mascareñas

Los manuales Soler (Sucesores de Manuel Soler, Barcelona), colección de libritos divulgativos de principios del siglo XX, son una auténtica delicia y, hoy, transcurridos más de cien años, siguen teniendo interés y al valor de sus contenidos se añade la gracia de leer los textos escritos con aquella característica redacción de la época. Cualquiera de ellos es una buena elección si entramos en una librería "de viejo" o paseamos por una de esas maravillosas ferias del libro antiguo y de ocasión (como la que todos los otoños se celebra en Sevilla) o, como marcan los tiempos, nos decidimos por Internet. Aquellos pequeños manuales Soler son buen ejemplo del esfuerzo de divulgación del conocimiento en los albores del siglo XX, cuando en España germinaba la  Edad de Plata de nuestra cultura. Lemas como "los pueblos prosperan instruyéndose y educándose", "los pueblos que más leen y estudian son los que marchan a la vanguardia de la civilización" o "los más instruidos son los más útiles a la sociedad"  constituyen el mascarón de proa de este gran galeón cultural, declaración de intenciones que, al margen de los intereses comerciales de la editorial, suscribimos y que, un siglo después, en el apogeo de esta crisis que sufrimos casi todos, debería hacernos reflexionar.
 
 Encontramos en la colección gran variedad de títulos y autores, algunos ciertamente de relieve: Química Orgánica (Rodríguez Carracido), Geología (José Macpherson), Meteorología (Augusto Arcimis), Química Biológica (del mencionado R. Carracido, padre de la Bioquímica en España), Pedagogía Universitaria (F. Giner de los Ríos)... Y El Aire Atmosférico, del químico Eugenio Mascareñas Hernández , catedrático y decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona, autor de diversas obras como El aire líquido, folleto de 40 páginas correspondiente a la conferencia pública experimental impartida en la Real Academia de Ciencias Naturales de Barcelona el 13 de diciembre de 1899.
 
 
Como muestra del estilo divulgativo del pasado siglo incluyo aquí un fragmento de la Introducción de El Aire Atmosférico (ca. 1900), de Eugenio Mascareñas (en la imagen superior izquierda). Disfrutadlo:


"Envuelve a nuestro globo, le acompaña en sus movimientos de rotación sobre su eje y de traslación alrededor del Sol, una cubierta o capa gaseosa, conocida vulgarmente con el nombre de aire atmosférico o también atmósfera. Masa u océano fluido, indispensable a la vida orgánica, así animal como vegetal, que interviene eficazmente en la mayor parte de los fenómenos producidos en la superficie terrestre, y a la cual somos deudores de los encantos de esa aparente bóveda azul que nos cobija durante el día, y que admiramos tachonada de innúmeros puntos brillantes o estrellas en la obscuridad y silencio de la noche. Propagadora al mismo tiempo del sonido, difunde con providente uniformidad en todas direcciones la luz y el calor que el Sol nos envía, dando origen a los crepúsculos matutino y vespertino, que cual mágicos nuncios, envueltos en vistosos arreboles, advierten al hombre y a la naturaleza toda la próxima salida del radiante astro, al comenzar el día, y su desaparición lenta y gradual, antes de hallarnos sumidos en las tinieblas de la noche. Sereno y apacible en sus horas de calma, hubiera pasado inadvertido al hombre de las primitivas civilizaciones, a no ser por los terribles efectos que origina cuando, roto su equilibrio, es presa de violenta agitación en los huracanes y tempestades. Entonces se concibe su existencia, y asalta al espíritu la idea de su pesantez, presentida ya por el célebre filósofo de la antigüedad Aristóteles y probada experimentalmente, muchos siglos después, en el XVII de nuestra Era, [...]".

domingo, 16 de diciembre de 2012

Antarctica: el cambio climático en una canción

El dúo hispanoluso Olivenza ha hecho esta bella canción, en la que la tierra de los pingüinos es triste protagonista por el deshielo:



Clepsidra

La clepsidra, reloj de agua, permite medir el tiempo gracias a un flujo regulado, a ritmo constante, de líquido. Antonio Rivero Taravillo, poeta e hijo de hombre de ciencias, construye con sus versos otra clepsidra, metafórica pero precisa como el acuático reloj. La meteorología, la evolución y el amor se dan la mano en este bello poema: Otra clepsidra.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Juan Luis Arsuaga, científico jovial

[Portada del último libro de Juan Luis Arsuaga.
Fuente de la imagen aquí]

El paleontólogo madrileño Juan Luis Arsuaga (1954), premiado con el Príncipe de Asturias en Investigación Científica y Técnica (1997) por sus trabajos con el excelente equipo de investigadores del yacimiento pleistocénico de Atapuerca (Burgos, España), es un prestigioso científico reconocido internacionalmente y, además, uno de nuestros mejores divulgadores de su disciplina. Y un científico jovial, un Homo sapiens iovalis, podríamos decir.  "Los científicos en general tenemos mucho sentido del humor, cualquier persona inteligente tiene mucho sentido del humor; la gente demasiado seria creo que no puede ser muy buena como científica porque hace falta tener sentido de la trasgresión, buscarle las vueltas, hacerles cosquillas a las teorías", dice el jovial paleontólogo español.

El pasado siete de octubre, en la sobremesa del domingo, pudimos disfrutar de sus amenos y sinceros comentarios, sobre sí mismo y sobre nuestros antepasados (que él investiga desde hace décadas) en el que es probablemente el mejor programa de entrevistas de la radio española: Siluetas (RNE1, los domingos a las 15 horas). 

Muchas pinceladas curiosas sobre los homínidos nos traza Arsuaga en la entrevista. Sobre los robustos neandertales, especie muy parecida a la nuestra, indica que no pudo competir con Homo sapiens y desapareció. Dos especies semejantes compartiendo nicho ecológico son rivales poco o nada compatibles y la naturaleza seleccionará a una de ellas. Nos habla también del bipedismo y su posible relación con la selección sexual y apunta que no existe ninguna especie en la naturaleza a la que le crezca el pelo, así nuestros "primos" los chimpancés no van a la peluquería, no lo necesitan.

Desmiente categóricamente la creencia popular, un tópico, de que el cerebro humano está infrautilizado, que sólo usamos un pequeño porcentaje del mismo. Esto sería insostenible con un análisis evolutivo. Nuestro cerebro consume más del 20 % del total de los recursos energéticos corporales y un órgano que consume tanta energía, tan costoso desde el punto de vista energético, debe funcionar al máximo de sus posibilidades pues "en la naturaleza no se desperdicia ninguna caloría".

Y, cómo no, nos habla Arsuaga de Homo antecessor (en la imagen). Tiene ahora dudas el paleontólogo español de que Homo antecessor (que vivió hace unos 900 000 años) fuera la primera especie de nuestro género que habitara el continente europeo. Se han hallado restos fósiles más antiguos, de 1,2 millones de años, que nos hacen pensar que pudo ser Homo erectus (que habitaba por entonces África y Asia) el primer europeo. Tal vez Homo antecessor fue su descendiente. Recordemos que Homo antecessor es antepasado de Homo heidelbergensis y de Homo neanderthalensis. Pero en la reconstrucción fiel del árbol genealógico de los homínidos hay todavía muchas lagunas, quedan muchos fósiles por descubrir y numerosas piezas por encajar. No pocas sorpresas nos deben esperar en las próximas décadas y eso, lejos de desanimar a los científicos, los estimula a investigar con mayor intensidad y profundidad si cabe y a soñar con excavar en lugares aún no escrutados. ¿Hay un aliciente mejor?


Puedes escuchar la entrevista a Juan Luis Arsuaga en Siluetas pinchando aquí.


OTROS CIENTÍFICOS ENTREVISTADOS EN SILUETAS:

- Santiago Grisolía (bioquímico).
- Sonia Fernández-Vidal (física y escritora).
- Juan José López-Ibor (psiquiatra).
- Federico Mayor Zaragoza (farmacéutico, bioquímico y político).

viernes, 30 de noviembre de 2012

¿Que inventen ellos? Luces en la oscuridad de la ciencia española

[Blas Cabrera con Einstein en España (1923).


La ciencia en España ha tenido momentos de esplendor y decadencia (mientras que el siglo XVII es el siglo de la Revolución Científica en Europa, esta centuria supone la decadencia de nuestra ciencia y el comienzo de una larga y oscura noche en la que quedamos al margen de los grandes acontecimientos y las nuevas ideas). Pero en la negrura de la noche también hay luces de indiscutible significación. Algunas figuras de relieve, con Ramón y Cajal a la cabeza, brillan en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, con una Edad de Plata en nuestra cultura, incluida la ciencia (Rey Pastor, Blas Cabrera, Enrique Moles...), que, como tantas otras esperanzas, se ve truncada por la Guerra Civil.

Os dejo este interesante documental de TVE:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/paisajes-de-la-historia/paisajes-historia-inventen-ellos/629574/

sábado, 24 de noviembre de 2012

Van Helmont, Boyle y Lemery, pioneros de la ciencia química


[NICOLAS LEMERY. Fuente de la imagen: Wikipedia]




           " Entre estos pioneros de la incipiente ciencia química destacan muy por encima del resto Jean B. van Helmont (1579 – 1644), seguidor de Paracelso como es característico de la época y riguroso experimentador, y Robert Boyle (1626 – 1691), autor del célebre e imprescindible libro, punto de inflexión en la trayectoria del saber y el proceder químico, The Sceptical Chymist (1661). Van Helmont usó de forma sistemática la balanza para su trabajo experimental (¡pesaba las sustancias reaccionantes y los productos de las transformaciones químicas!), estudió los gases (la palabra gas, nombre que él propuso, significa “caos”) y trató de introducir, siempre con lo que llamaríamos espíritu científico, sus ideas iatroquímicas en la Medicina. Las obras completas del médico y químico de Bruselas, Ortus medicinae vel opera et opuscula omnia, fueron publicadas con este título por su hijo. Por su parte, Robert Boyle, hijo del conde de Cork, a quien podríamos llamar “el Galileo de la Química” (“el Newton químico”, si se me permite la expresión, sería, sin duda, Lavoisier), es el máximo exponente de la Química, como disciplina científica, en el siglo XVII y sus aportaciones experimentales y teóricas (defensor de las interpretaciones mecanicistas y corpusculares de la materia) son de indiscutible valor. En “El químico escéptico” Boyle exige demostraciones y una rigurosa metodología de trabajo, planteando los experimentos de laboratorio con un meticuloso control de las variables que intervienen. Es decir, una metodología genuinamente científica. La idea de los cuatro elementos aristotélicos, las explicaciones de los fenómenos físicos mediante “fuerzas ocultas y misteriosas” y los principios de Paracelso son atacados por Boyle. Es pues un escepticismo altamente productivo. Se ha dicho con gran acierto que a pesar de la importancia de algunos de los descubrimientos científicos de Boyle (por ejemplo, sus experiencias con los gases) su metodología es de superior relieve. Concluimos esta breve referencia al ilustre químico irlandés citando otros escritos suyos interesantes, siempre redactados con un lenguaje claro y sencillo (en contraste con la misteriosa forma de expresión de los alquimistas): Tentamina quaedam physiologica (1661) y Experimenta et considerationes de coloribus (1663), además de diversos trabajos publicados en  las Philosophical transactions".

"Lemery fue un verdadero químico (E. Portela, 1999), impartiendo clases y conferencias con demostraciones experimentales. En palabras de Portela “su obra reúne las ventajas de la erudición y de la comprobación personal por el autor de todos los procesos descritos, lo que le confirió gran credibilidad; queda de manifiesto un gran salto adelante en la calidad y variedad de los productos químicos preparados con fines terapéuticos”. El Cours de Chymie (1675) tuvo un enorme éxito popular, siendo considerado durante mucho tiempo como el mejor tratado de Química. Se publicaron numerosas ediciones en francés, varias en inglés y fue traducido también al latín, alemán, italiano y, como se ha dicho, al español por Félix Palacios. Además de su ameno carácter divulgativo, la obra de Lemery tiene extraordinario interés teórico y experimental, con aportaciones verdaderamente originales. Sus ideas teóricas están muy próximas a las de Boyle, siendo también defensor de la concepción corpuscularista de la materia. Así, este librepensador de la química, independiente y lúcido, sostiene una curiosa teoría en la cual relaciona las propiedades de las sustancias con las supuestas formas de sus partículas. En esta concepción atomista primitiva, por ejemplo, las partículas de los ácidos tienen puntas agudas, capaces de agujerear los metales, explicándose de esta manera la disolución de un metal por un ácido. El aumento de peso de un metal por la calcinación lo explica diciendo que las partículas ígneas se introducen en sus poros".


Nota: Esta entrada corresponde a dos fragmentos de mi artículo  La Química a la palestra. Una aproximación a los orígenes de la ciencia química en España, publicado en El rincón de la Ciencia (junio de 2007).

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ideas precursoras del falsacionismo en Ramiro Ledesma



 Algunos años atrás quedé francamente sorprendido cuando leí algunos artículos filosóficos de un joven discípulo de Ortega y Gasset, Ramiro Ledesma Ramos (1905 - 1936), primero escritor y filósofo, con una sólida formación matemática, y luego volcado a la actividad política en aquellos agitados años 30 del pasado siglo, de trágicos y bien conocidos acontecimientos. Él mismo perdió la vida, sacado de la cárcel y asesinado, en el sangriento año de 1936. Nuestro país perdió, sin duda, a una mente privilegiada ("no han matado a un hombre, han matado a un entendimiento" dijo su maestro, Ortega).


[Ramiro Ledesma, joven intelectual español de los años
 20 -30 del siglo XX. Fuente de la imagen:


Escribió el joven filósofo zamorano un puñado de buenos artículos sobre filosofía y ciencia, colaborando en La Gaceta Literaria y en Revista de Occidente, entre otras prestigiosas publicaciones de la época. Entre ellos destaca La Filosofía, disciplina imperial, de 1931, donde Ramiro Ledesma (en estas notas para una fenomenología del conocimiento filosófico) nos explica en  qué consiste el proceso de creación científica: “Tal cosa, o teoría, que hoy se admite por los sabios, demuestro que es imposible, que es falsa. Mi contribución positiva a la marcha de la ciencia es esa demostración negativa de imposibilidad. Ahora bien: si una teoría  es debelada  por mí, vengo obligado a construir otra, a afirmar otra que suplante a aquélla. El único asidero de legitimidad para mi construcción es realmente que triunfa de mis críticas a la teoría antigua”. Esto, según Ledesma, conduce a una paradoja  inherente a la propia ciencia: “La  mayor prueba de que  una teoría científica es verdadera -legítima-  consistirá precisamente en que pueda ser refutada algún día. Su parte afirmativa adquiere tan sólo entonces sabor científico genuino”. Sin embargo, el joven pensador zamorano nos aclara oportunamente: “Esto en cuanto a lo que la ciencia tiene de teórico, que es de donde proceden sus habituales confusiones con la filosofía. Pues su estricto matiz experimental, atenido a esto que ahora observo, aunque le confieran mis métodos validez universal y firmeza absoluta, no despierta peligro alguno de esa  índole”. ¿No es esto acaso falsacionismo en estado puro?


Vemos pues aquí cómo Ramiro Ledesma esboza una tesis falsacionista concordante con la de Karl Popper, quien estableció la refutabilidad o contrastabilidad como criterio de demarcación entre ciencia y pseudociencia y, con posterioridad, entre aquélla y la metafísica. Esta idea fundamental del vínculo entre la legitimidad (o autenticidad) de una teoría científica y la posibilidad de su refutación ya es advertida por Ledesma en 1929 (El causalismo de Meyerson). Recordemos que no es hasta 1934 cuando Popper expone claramente  su tesis de la refutación en  Logik der Forschung (Lógica de la investigación científica). En esto, como en tantas otras cosas, Ramiro Ledesma fue un precursor.

[Primera edición de Logik der Forschung, de POPPER.
Procedencia de la imagen aquí]

Relación de artículos de Ramiro Ledesma con interés científico (sobre matemáticas, física, filosofía de la ciencia, teoría del conocimiento y otros):

[Nota: Se emplean las abreviaturas LGL para La Gaceta Literaria y RO para Revista de Occidente]


1928:

(1)        El matemático Rey Pastor (LGL, nº 30, 15 de marzo).
(2)        Descartes y el idealismo subjetivista moderno (LGL, nº 38, 15 de julio).
(3)        Recensión  del libro Espacio, hiperespacio y tiempo, de Francisco Vera (LGL, nº 40,        
            15 de agosto).
(4)        Hans Driesch y las teorías de Einstein* (LGL, nº 44, 15 de octubre).
(5)        El profesor Carrasco y la filosofía  de la Mecánica (LGL, nº 46, 15 de noviembre).
(6)        El matemático indio, S. Ramanujan (LGL, nº 46, 15 de noviembre).
(7)        Rey Pastor y el sabio italiano Enriques (LGL, nº 46, 15 de noviembre).
(8)        Las lecciones de Cabrera sobre el átomo (LGL, nº 47, 1 de diciembre).

1929:

(9)        La Gestalttheorie (LGL, nº 50, 15 de enero).
(10)        Sobre la matemática transfinita (LGL, nº 50, 15 de enero).
(11)        El profesor Butty (LGL, nº 52, 15 de febrero).
(12)        André Metz y la Geometría Euclidiana (LGL, nº 54, 15 de marzo).
(13)        De la nueva psicología (LGL, nº 54, 15 de marzo).
(14)        Hertwig y el postdarwinismo (LGL, nº 55, 1 de abril).
(15)        La actualidad de Cournot (LGL, nº56, 15 de abril).
(16)        Bertrand Russell: Análisis de la materia* (RO, nº 71, mayo).
(17)        Lógica y matemática (LGL, nº 61, 1 de julio).
(18)        El causalismo  de Meyerson* (RO, nº75, septiembre).
(19)        Francisco Vera: Evolución del concepto de número (LGL, nº 72, 15 de diciembre).
(20)        La fenomenología en España (LGL, nº 72, 15 de diciembre).
(21)        En la Academia de las Ciencias (LGL, nº 72, 15 de diciembre).

1930:

(22)        Las sensaciones táctiles* (RO, nº 84, junio).
(23)        Esquemas de Nicolai Hartmann* (RO, nº 89, noviembre); sobre gnoseología.
(24)        Sobre la filosofía del Renacimiento* (RO, nº 90, diciembre).

1931:

(25)        La filosofía, disciplina imperial (Notas para una fenomenología  del conocimiento               
           filosófico)* (El Sol, 22  de septiembre).  

(Nota: Los artículos señalados con un asterisco forman parte del libro La filosofía, disciplina imperial, Tecnos, Madrid, 1982; este libro es reedición de Escritos filosóficos, título que se le dio en 1941, donde se recogen una serie de artículos de Ramiro Ledesma, seleccionados por él mismo. Las dos ediciones incluyen el estudio preliminar de Montero Díaz : La evolución intelectual de Ramiro Ledesma)

jueves, 8 de noviembre de 2012

Un cambio climático antropogénico

El calentamiento global que está en marcha es de origen antropogénico, son los gases de efecto invernadero arrojados a la atmósfera como resultado de la quema de combustibles fósiles (producción de electricidad y transportes) los que nos conducen a un cambio climático sin precedentes, precisamente por ser los humanos con nuestras actividades los responsables. Así, el dióxido de carbono, nuestro aliado climático natural, puede convertirse en un peligroso enemigo (me recuerda esto a aquel adagio de Paracelso que dice que la dosis hace el veneno) al aumentar excesivamente su concentración en la atmósfera terrestre.

De todo ello nos habla Jesús Rosino Martín, así como de los impactos de este cambio climático y de las posibles medidas de mitigación y adaptación, en esta excelente y extensa charla con una presentación de diapositivas muy completa. El asunto es serio y agradecemos sobremanera los trabajos divulgativos rigurosos como este:





Asimismo traigo aquí este interesante documental de National Geographic centrado en el cambio climático en España en el que participan, entre otras autoridades científicas, el oceanógrafo Carlos Duarte y el biólogo Miguel Delibes de Castro:





Y una web impresindible:

domingo, 28 de octubre de 2012

De Estocolmo a la Luna

Últimamente he leído dos novelas, que me han parecido extraordinarias, de dos maestros españoles de la narrativa: Congreso en Estocolmo (1951), de José Luis Sampedro, y El viento de la Luna (2006), de Antonio Muñoz Molina. La primera, siguiendo la sabia recomendación del físico y divulgador Manuel Toharia; la segunda, atraído por el sugerente título de la novela (¿cuál es ese viento que no existe?).
En ambas obras literarias la ciencia, aun sin ser lo sustancial, está presente e incluso, a veces, empapa el relato. Esto, claro, es un aliciente añadido para aquellos que disfrutamos con el conocimiento científico. 

En la novela de Sampedro los acontecimientos ocurren en un congreso científico que se celebra en Estocolmo, al que acude, al margen de la delegación oficial española, el protagonista, un profesor de Matemáticas en un instituto de una pequeña ciudad castellana. Pude recorrer las calles de la capital sueca, no gastando la suela de mis zapatos sino pasando las páginas de este absorbente libro, mientras reflexionaba sobre las experiencias vitales, intensas e íntimas, del desconcertado profesor que descubre nuevas formas de vivir y de pensar.


 El viento de la Luna es ciertamente una novela magistralmente narrada por Antonio Muñoz Molina, un escritor siempre interesado por el devenir de la ciencia y la cultura científica (véáse este artículo). Es aquí el protagonista un adolescente fascinado por la misión del Apolo XI a nuestro satélite, quien desde su pequeña ciudad andaluza sigue al detalle la hazaña culminada en aquel verano de 1969. Época esta de contrastes y rupturas, para aquel chaval que pierde los privilegios de la infancia y para la sociedad en la que vive. Mientras la instalación de una ducha en la vieja casa familiar es una extraordinaria novedad o se acude a la vivienda de un vecino que ha prosperado económicamente para ver la televisión (a cuyo aparato se le tiene cierto respeto o, en momentos de tormenta, miedo) el hombre es capaz de recorrer por el espacio los más de 350.000 km que nos separan de la Luna y pisar su suelo.

En ambas novelas los protagonistas son testigos de debates o acontecimientos científicos y tecnológicos de relieve mientras algo crucial está ocurriendo en sus vidas y se agita su mundo interior.

lunes, 15 de octubre de 2012

A propósito de la hazaña de Baumgartner

A propósito de la magnífica y mediática hazaña del austríaco Felix Baumgartner, con su estratosférico salto en el que superó la velocidad del sonido a esas elevadas alturas (y que nos mantuvo ayer concentrados y en vilo ante la pantalla del televisor), conviene recordar que en 1935 un español, el militar y científico granadino Emilio Herrera Linares, diseñó su escafandra estratonáutica, precursora de los modernos trajes espaciales (la vemos en la fotografía del margen izquierdo).

Hace algún tiempo escribí para la Revista Digital de Ciencias Bezmiliana un artículo sobre los científicos andaluces, tan ignorados, a lo largo de la historia. Allí, en el breve recorrido por el pasado siglo XX, no podía faltar una figura tan relevante (por diversos motivos) como Emilio Herrera Linares (1879 - 1967). Decía de él:


  
 "En el siglo XX nos sorprende la interesante figura del granadino Emilio Herrera Linares (1879-1967), ingeniero, militar y científico; pionero de la aeronáutica en España y diseñador del que es considerado el primer traje espacial de la historia. En 1911 se convierte en uno de los integrantes de la primera promoción de pilotos en el aeródromo de Cuatro Vientos. Emilio Herrera, estimulado desde joven por su inquieto padre, tuvo siempre gran curiosidad por los avances técnicos y también por sus fundamentos científicos. Pertenece a la llamada “Generación de 1914” (junto con intelectuales de la talla de Marañón, Madariaga, Ortega y Gasset, y otros). En la década de los años veinte del pasado siglo elaboró incluso un modelo cosmológico acorde con las novísimas teorías de Einstein, en el cual continuó trabajando hasta el final de sus días. Además puso mucho empeño en la divulgación de los conocimientos científicos: divulgador de la teoría de la relatividad, promotor, entre otros, de la visita que Einstein realizó a España en 1923 y escritor de numerosos artículos para acercar la ciencia a los ciudadanos. Colaboró con Juan de La Cierva en los experimentos realizados con su autogiro y elaboró el proyecto de instalación del primer túnel aerodinámico que existió en España. En 1932 ingresó en la Academia de Ciencias, leyendo un año más tarde su discurso titulado “Ciencia y Aeronáutica”. Pero probablemente lo que más nos llame la atención es que diseñó, como ya se ha dicho, el primer traje espacial de la historia. El objetivo de su proyecto era posibilitar la ascensión hasta zonas elevadas de la atmósfera (la estratosfera), con aire muy enrarecido y bajísimas temperaturas. Para ello inventó una “escafandra estratonáutica”. La Guerra Civil truncó estas investigaciones. Tras el terrible enfrentamiento fratricida, en el que pierde a uno de sus hijos que como él era aviador, se exilió en Francia (donde mantuvo su prestigio científico y fue premiado por la Academia de Ciencias francesa), ya que, aunque era monárquico y de ideas conservadoras, en todo momento fue fiel al gobierno republicano (en sus últimos años llegó a ser incluso Presidente del Gobierno de la República en el exilio)".


PARA SABER MÁS:

-"La escafandra estratonáutica", en el blog Tecnología obsoleta.

- "La Física del salto de Felix Baumgartner", en el blog Física de película.

- "La caída libre (o casi) de Felix Baumgartner", en el blog Física de película

 
Y un profundo análisis físico del salto, también en Física de película, el blog de ARTURO QUIRANTES:

- "El salto Baumgartner, paso a paso".




viernes, 5 de octubre de 2012

El fin de la ciencia

El fin de la ciencia, este es el sugerente título del último libro de Manuel Lozano Leyva, físico, escritor y divulgador de la ciencia. En este ensayo el catedrático sevillano ha querido jugar en el título con la ambigüedad que la palabra fin tiene en castellano, con su doble sentido, como finalidad u objetivo, por un lado, y como término o desaparición por el otro. 
 
¿Por qué escribir un libro así? Pues fundamentalmente dada la necesidad que tiene la sociedad, empezando por los políticos y terminando por el más modesto ciudadano (que con su derecho a voto y a participación en la vida democrática de un país tiene mucho que decir), de estar más y mejor informada sobre los avances de la ciencia, que pueden tener gran influencia en nuestras vidas y en el desarrollo de la humanidad. Piensa Manuel Lozano que los científicos profesionales han recibido mucho de la sociedad y en cierta manera están en deuda con ella, por lo que resulta casi obligado divulgar la ciencia para incrementar su cultura científica. Una población bien formada e informada, también en ciencia, es acaso la mejor garantía de salud democrática. Actualmente, nos dice Manuel Lozano, el ciudadano confía más en los científicos por intuición que por tener un conocimiento sólido, algo que, lógicamente, hay que tratar de corregir (los que impartimos clases de Ciencias para el Mundo Contemporáneo a jóvenes de bachillerato intentamos poner un granito de arena en nuestro quehacer diario).

El libro se estructura en tres partes, haciéndose un interesante y ameno recorrido por el devenir de la ciencia en la primera para analizar las amenazas que tiene la ciencia actualmente (incluidas las pseudociencias, la falta de recursos y algo bastante grave, la "ideologización" o contaminación ideológica que no pocas veces se infiltra en debates que debieran ser estrictamente científicos) en la segunda parte.  Estas amenazas no pueden obviarse sino que deben conocerse y afrontarse pues, según Lozano Leyva, pueden hacer que la ciencia desaparezca o se estanque (la acepción de fin como término), un peligro real que tiene precedentes en la historia. En la tercera parte del ensayo se analiza la finalidad u objetivos de la ciencia en un futuro próximo lleno de retos para la humanidad, desde el cambio climático hasta la biomedicina, pasando por un mejor conocimiento de la estructura del universo y de la materia que lo forma. Un libro ameno para aprender y para el debate. Esta es, precisamente, la editorial: Debate.
 
Recomiendo a todos la entrevista que hizo recientemente Manuel Seara a Manuel Lozano en "A hombros de gigantes", el excelente programa de RNE (pínchese aquí) y esta otra en "Periodista Digital":
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 21 de septiembre de 2012

La ciencia duda



 "La ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda". VOLTAIRE.


Aunque no siempre es así (pensemos en la provisionalidad de las teorías científicas pero también en la invariabilidad de las leyes), el aforismo del sabio francés es un dardo perfectamente lanzado contra la arrogancia de aquellos que creen estar en posesión de la verdad, defendiendo ciegamente su postura. El científico debe estar acostumbrado a dudar, a plantearse preguntas, a estar dispuesto a la revisión de sus ideas. Por eso, quizás, el científico es poco dado a la actividad política, más propia de los enemigos de la duda.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Gregorio Marañón, médico humanista

[GREGORIO MARAÑÓN (1887 - 1960); médico e intelectual español.
Imagen: Wikipedia]


 No quiero dejar pasar más tiempo sin recomendar este excelente y extenso documental de RTVE dedicado a Gregorio Marañón, personaje imprescindible de la España del pasado siglo:










viernes, 7 de septiembre de 2012

Sevilla, siglo XVI

[Sevilla, centro científico impresor en el siglo XVI. Fuente de la imagen: Wikipedia]


Sevilla alcanzó un momento álgido, sin precedentes, en el siglo XVI. Puede afirmarse rotundamente que la ciudad del Guadalquivir fue la capital científica y tecnológica de nuestro país en el Renacimiento ya que se convirtió en el centro neurálgico de las relaciones con América, jugando la Casa de la Contratación un papel fundamental, foco hispano de la ciencia aplicada.

Me llama poderosamente la atención (visto desde la lejanía de los siglos) leer que en Sevilla más de la quinta parte de las publicaciones impresas en el siglo XVI eran de temática científica o tecnológica. Esta proporción, nos dice Manuel Losada Villsante, no se alcanzaba entonces en ninguno de los centros impresores de la península ni del resto de Europa. Pero no pudo mantener la ciudad su esplendor científico; la Sevilla barroca (la más conocida hoy) está marcada por la decadencia como centro difusor del conocimiento.

domingo, 26 de agosto de 2012

Ciencia pura, ciencia aplicada

[Peter B. Medawar (1915 - 1987), galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1960 por  sus investigaciones de las causas (y posibles soluciones) del rechazo en los trasplantes de órganos. Este insigne científico nació en Río de Janeiro, Brasil, de padre libanés y madre inglesa. En tierras británicas le fue otorgado el título de Sir. En su última etapa investigadora se dedicó a la biología de los tumores. Fuente de la imagen: Wikipedia]




¿Ciencia pura o ciencia aplicada? Tan necesaria es la una como la otra. Mejor, simplemente ciencia. Hoy en día está de moda la ciencia aplicada. Parece que hacer ciencia pura o básica, la que proporciona conocimiento, aproximación a la realidad, sin la búsqueda de una aplicación concreta e inmediata, es perder el tiempo. Y lo que sería más grave en estos momentos de severa crisis económica (aunque sabemos que subyace otra crisis acaso peor, de valores o principios): un despilfarro de dinero que los gobiernos no pueden permitirse y las instituciones privadas no sacan gran rentabilidad de ello. Visión ésta falaz. Recuerdo la pregunta que nos hace frecuentemente el profesor Lozano Leyva en sus escritos; algo así: ¿son las sociedades avanzadas económica y socialmente las que pueden permitirse el lujo de hacerse preguntas e investigar sobre cuestiones aparentemente sin aplicación alguna para así satisfacer su curiosidad por conocer mejor la  compleja realidad? O, dándole la vuelta a la pregunta, ¿acaso serán estas sociedades más avanzadas precisamente por tener esta curiosidad por saber?

Si actualmente parece que se valora más la ciencia aplicada, al menos por la sociedad y los medios de comunicación, no debe pensarse que siempre fue así. Durante mucho tiempo se consideró que la ciencia pura era de una categoría superior. Eso nos recuerda Peter Medawar en sus Consejos a un joven científico (Fondo de Cultura Económica, México, 1982):



"Una de las formas más dañinas de esnobismo en la ciencia es la que traza una distinción de clase entre la ciencia pura y la aplicada. [...]

Semejante distinción de clase es particularmente ofensiva porque se basa en una concepción completamente errónea del significado original de la palabra puro: significado que, según se pensaba, confería una categoría más elevada a la ciencia pura que a la aplicada. [...]

La consecuencia más siniestra de mirar con desdén a la ciencia aplicada fue una reacción que ha hecho disminuir la ciencia pura en favor de sus aplicaciones prácticas [...]".




No solo necesitamos ciencia aplicada (fundamentalmente medicina), sino también ciencia básica o pura, o como quiera llamársela (ciencia por placer si se quiere), porque el ser humano tiene necesidad de comprender y conocer mejor el mundo en el que habita, de hacerse preguntas y buscar respuestas (aunque sea a modo de aproximaciones), de abrir nuevos caminos de conocimiento. Las rutas de la ciencia no son autopistas bien señalizadas, frecuentemente hay que atravesar densos bosques repletos de sorpresas, acontecimientos inesperados que nos enriquecen como personas y, tal vez, nos permitan sacar inesperado provecho de ellos. No pocas aplicaciones imprevistas han generado  las investigaciones de hombres y mujeres que creían hacer ciencia pura.



Breve vídeo (en delicioso portugués con acento brasileño) sobre PETER B. MEDAWAR:







jueves, 16 de agosto de 2012

Muy buena materia

Fue una catástrofe la desaparición, cómo no víctima de esta crisis del demonio, del diario Público, y con él su magnífica sección de ciencias, con las noticias de actualidad del mundo científico y con columnistas de primerísima fila, los que yo llamaba los cuatro mosqueteros de la ciencia: el biólogo Miguel Delibes de Castro, el paleoantropólogo del equipo de Atapuerca José María Bermúdez de Castro, el físico nuclear y escritor Manuel Lozano Leyva y el matemático y escritor Carlo Frabetti (en Internet se sumaban al debate improvisados y libres comentaristas de los artículos como el inigualable y asiduo Galileo Galiciano).

Al menos el verano nos ha traido una buena nueva como es la creación de la web Materia, heredera de la sección de ciencias del diario Público, desaparecido en combate. Con Patricia Fernández de Lis a la cabeza y con el apoyo explícito de los mencionados mosqueteros de la ciencia y, nada más y nada menos, que de Mario Bunge y Pedro Alonso, comienza su andadura Materia, web de noticias de ciencia, salud, tecnología y medio ambiente, a la que deseamos toda la suerte del mundo y, por supuesto, recomendamos. No es una más, Materia es periodismo científico de muchos quilates.

 http://esmateria.com/