[Georges Louis Leclerc, conde de Buffon (1707 - 1788). Procedencia de la imagen aquí]
El francés conde de Buffon fue uno de los naturalistas más destacables del siglo XVIII, particularmente en botánica. Con la colaboración de otros científicos escribió una monumental Historia Natural, general y particular en 44 tomos (publicándose los primeros en 1749). La obra alcanzó gran popularidad debido a su estilo eficaz y divulgativo, aunque también recibió críticas de pensadores de la talla de Voltaire o d'Alembert, entre otros.
Pero los grandes hombres y mujeres de ciencia también dicen a veces disparates (los errores o las hipótesis equivocadas son otra cosa) propios de la ignorancia, los prejuicios o, simplemente, la prepotencia. Y Buffon, gran naturalista, es uno de ellos. Leemos en el delicioso libro de Andrea Wulf, La invención de la Naturaleza (El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt), que Buffon tenía una idea muy equivocada de la naturaleza americana, basada en prejuicios sobre el Nuevo Mundo más que en hechos observados, algo que es un verdadero despropósito para un científico. Dice Wulf que el conde de Buffon había difundido la idea de la inferioridad del Nuevo Mundo respecto al Viejo a través de su popular obra. Sí, para el naturalista francés las plantas, los animales (ausencia de grandes mamíferos) y las personas del continente americano eran más pequeños y débiles.
Afortunadamente un naturalista viajero como Humboldt, que había recorrido Sudamérica tomando buena nota de multitud de observaciones, tenía argumentos sobrados para rebatir al francés. Humboldt demostró al mundo que Buffon estaba equivocado respecto al continente americano, cuya naturaleza jamás había visto el naturalista del Jardin du Roi. Humboldt además enseñó a los europeos que los indígenas americanos no eran pequeños y débiles y que en el Nuevo Mundo habían existido civilizaciones importantes que levantaron palacios y templos, con conocimientos en astronomía y matemáticas y con lenguas ricas y complejas. Dio Humboldt, quien estuvo muy próximo a la cima del colosal volcán Chimborazo, una lección a los prepotentes europeos mostrando las riquezas naturales y culturales del Nuevo Mundo, aquellas que había visto con sus propios ojos. Un continente magnífico y diverso.
[Chimborazo. Procedencia de la imagen aquí]