El profesor don Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica y Nuclear en la Universidad de Sevilla, nos tiene acostumbrados a excelentes artículos en su columna semanal (cada jueves, el día de Júpiter) del diario Público, "El electrón libre". No es por eso una sorpresa su magnífico artículo (espectacular me atrevería a decir si se me permite la expresión) del pasado jueves, 30 de octubre, titulado "Ni Dios es perfecto". En él, al hilo del Nobel de Física de 2008 concedido a Nambu, Kobayashi y Maskawa, Lozano Leyva nos explica magistralmente en pocas palabras el "milagro" de la formación de nuestro universo, que, paradójicamente, fue posible por una "divina imperfección" o "error del Creador" (no se interprete literalmente). Incluimos en este blog, dado su gran interés, el fragmento central del artículo:
" Cuando se generó el universo (o lo creó Dios, que también así se denomina al magno acontecimiento), se produjeron tres cosas: radiación, espacio y tiempo. El espacio se fue ensanchando portentosamente y el tiempo empezó a transcurrir hasta hoy: han pasado 13.700 millones de años. Lo que ocurrió con la radiación es mucho más interesante y complejo. Fue cuajando en materia en forma de partículas, pero este proceso siempre va acompañado de la creación de antipartículas. las partículas y las antipartículas se aniquilan entre sí en cuanto se ponen en contacto y se transforman de nuevo en radiación. Un objeto cualquiera, por ejemplo este periódico o el propio lector, serían absolutamente indistinguibles de otros hechos de antimateria. Así pues, nuestro universo bien podría estar formado por la mitad de galaxias de materia y la mitad de antimateria. Eso sí, sin contacto alguno entre ellas porque se desintegrarían espectacularmente. Pero resulta que no, que los telescopios de todo tipo muestran algo que, además, corroboran las leyes de la física y los resultados experimentales en los aceleradores de partículas: nuestro universo es de materia, tiene muy poca antimateria y la radiación aún está en la proporción de mil millones a uno, respecto a la materia. Conclusión: tras el Big Bang, una ligera imperfección del proceso permitió que, de mil millones de aniquilaciones entre partículas y antipartículas, sobreviviera una de aquellas y ninguna de estas. Y por eso tenemos un espléndido universo hecho de luz, acogedora materia oscura y preciosas galaxias, y no una triste zona de radiación cada vez más invisible y fría. Así pues, demos gracias a que la generación del mundo se llevó a cabo de manera sutilmente imperfecta".
El artículo completo puede leerse en el blog de ciencias del diario Público.