[Peter B. Medawar (1915 - 1987), galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1960 por sus investigaciones de las causas (y posibles soluciones) del rechazo en los trasplantes de órganos. Este insigne científico nació en Río de Janeiro, Brasil, de padre libanés y madre inglesa. En tierras británicas le fue otorgado el título de Sir. En su última etapa investigadora se dedicó a la biología de los tumores. Fuente de la imagen: Wikipedia]
¿Ciencia pura o ciencia aplicada? Tan necesaria es la una como la otra. Mejor, simplemente ciencia. Hoy en día está de moda la ciencia aplicada. Parece que hacer ciencia pura o básica, la que proporciona conocimiento, aproximación a la realidad, sin la búsqueda de una aplicación concreta e inmediata, es perder el tiempo. Y lo que sería más grave en estos momentos de severa crisis económica (aunque sabemos que subyace otra crisis acaso peor, de valores o principios): un despilfarro de dinero que los gobiernos no pueden permitirse y las instituciones privadas no sacan gran rentabilidad de ello. Visión ésta falaz. Recuerdo la pregunta que nos hace frecuentemente el profesor Lozano Leyva en sus escritos; algo así: ¿son las sociedades avanzadas económica y socialmente las que pueden permitirse el lujo de hacerse preguntas e investigar sobre cuestiones aparentemente sin aplicación alguna para así satisfacer su curiosidad por conocer mejor la compleja realidad? O, dándole la vuelta a la pregunta, ¿acaso serán estas sociedades más avanzadas precisamente por tener esta curiosidad por saber?
Si actualmente parece que se valora más la ciencia aplicada, al menos por la sociedad y los medios de comunicación, no debe pensarse que siempre fue así. Durante mucho tiempo se consideró que la ciencia pura era de una categoría superior. Eso nos recuerda Peter Medawar en sus Consejos a un joven científico (Fondo de Cultura Económica, México, 1982):
"Una de las formas más dañinas de esnobismo en la ciencia es la que traza una distinción de clase entre la ciencia pura y la aplicada. [...]
Semejante distinción de clase es particularmente ofensiva porque se basa en una concepción completamente errónea del significado original de la palabra puro: significado que, según se pensaba, confería una categoría más elevada a la ciencia pura que a la aplicada. [...]
La consecuencia más siniestra de mirar con desdén a la ciencia aplicada fue una reacción que ha hecho disminuir la ciencia pura en favor de sus aplicaciones prácticas [...]".
No solo necesitamos ciencia aplicada (fundamentalmente medicina), sino también ciencia básica o pura, o como quiera llamársela (ciencia por placer si se quiere), porque el ser humano tiene necesidad de comprender y conocer mejor el mundo en el que habita, de hacerse preguntas y buscar respuestas (aunque sea a modo de aproximaciones), de abrir nuevos caminos de conocimiento. Las rutas de la ciencia no son autopistas bien señalizadas, frecuentemente hay que atravesar densos bosques repletos de sorpresas, acontecimientos inesperados que nos enriquecen como personas y, tal vez, nos permitan sacar inesperado provecho de ellos. No pocas aplicaciones imprevistas han generado las investigaciones de hombres y mujeres que creían hacer ciencia pura.
Breve vídeo (en delicioso portugués con acento brasileño) sobre PETER B. MEDAWAR: