sábado, 31 de enero de 2009

Bicentenario de la (otra) teoría de la evolución (II).


[Fotos: página de la "Filosofía zoológica" de Lamarck, obtenida de http://es.wikipedia.org (superior); páginas de la "Zoonomía" de Erasmus Darwin, obtenida de www.sc.edu (inferior)]
Para comprender e interpretar mejor el devenir de la ciencia creemos esencial conocer no sólo las teorías triunfantes, sino también las derrotadas (las primeras en absoluto son definitivas), como es el caso de la teoría de la evolución de Lamarck, de la que nos ocuparemos aquí muy sucintamente.
En 1809, hace doscientos años, se publicó Philosophie zoologique ("Filosofía zoológica"), de Jean Baptiste Pierre Antoine de Monet, Chevalier de Lamarck (1744 - 1829). En ella el naturalista francés exponía su teoría de la evolución, medio siglo antes de que lo hiciera Charles Robert Darwin; el mecanismo propuesto por el eximio científico británico para la evolución era, como ya se indicó en el artículo anterior, totalmente diferente: la "selección natural".
Aunque en esto de la cronología de las tesis evolucionistas deberíamos remontarnos más atrás aún. Precisamente el abuelo de Charles Robert, Erasmus Darwin (1731 - 1802), médico, filósofo, naturalista y poeta, había publicado en 1794-96 una singular obra en verso, Zoonomia or the laws of organic life ("Zoonomía o las leyes de la vida orgánica"), en la cual presentaba sus ideas evolucionistas que se basaban, al igual que las de Lamarck, en la adquisición de caracteres heredables (Erasmus Darwin tenía la rareza de versificar muchas de sus obras científicas, acaso para exponer de forma sutil sus ideas, suavizando en lo posible las reacciones de oposición que pudiesen generar).
Lamarck, padre del término Biología para la ciencia que estudia los seres vivos, expuso su teoría de la evolución en 1809 (en su "Filosofía zoológica", como se ha indicado). Pensaba que los órganos se adquieren o se pierden como consecuencia del uso o desuso de los mismos, de manera que los seres vivos van adquiriendo nuevos caracteres. Pero no sólo eso, sino que, según Lamarck, dichos caracteres adquiridos serían heredables y pasarían de una generación a otra. Así, en un proceso lento y gradual, las especies habrían ido cambiando (por ejemplo, esa sería la explicación lamarckiana para las jirafas: el esfuerzo por alcanzar ramas más altas habría alargado en alguna medida el cuello del animal; este rasgo adquirido pasaría a la descendencia, que seguiría esforzándose por llegar a mayor altura, y así sucesivamente, en un sumatorio de pequeñas transformaciones heredables, hasta dar lugar a la especie que hoy conocemos).
La teoría de Lamarck fue fuertemente criticada desde un principio, particularmente por el insigne naturalista Cuvier, compatriota suyo y padre de la Paleontología y de la Anatomía comparada. Entre los experimentos que realizaron los opositores a la teoría de Lamarck para refutarla citaremos el que consistía en amputar la cola a ratones, los cuales, después de numerosas generaciones continuaban produciendo descendencia con cola, mostrando que los caracteres adquiridos por interacción con el medio no eran heredables y no podía considerarse tal mecanismo para defender la evolución de las especies (tendríamos que esperar al certero trabajo de Charles R. Darwin, quien propuso uno mucho más consistente).
Lamarck terminó cayendo en desgracia con el poder, siendo recriminado públicamente por el mismísimo Napoleón. Los últimos años de su vida, ciego, fue cuidado por una de sus hijas, muriendo a mediados del frío diciembre de 1829 y siendo enterrado en una fosa común (sus restos fueron exhumados unos años más tarde para dejar sitio a otros, perdiéndose para siempre). Un perdedor de la historia de la ciencia que merece nuestro máximo respeto.
Destaquemos también de Lamarck otras obras importantes como Hydrogeologie ("Hidrogeología", 1802) e Histoire naturelle des animaux sans vertèbres ("Historia natural de los animales invertebrados, 1815-22).
Concluimos este artículo con una cita de Lamarck, que bien podría llevar también la firma de Charles R. Darwin (sacada de ese maravilloso libro que es "Diccionario de citas científicas. La cosecha de una mirada serena", de Alan L. Mackay, CSIC - Ediciones de la Torre, Madrid, 1992, p. 175):
"Los más importantes descubrimientos de leyes, métodos y mejoras en las hipótesis y teorías naturales que han pasado por la mente de un investigador científico se han forjado en silencio y secreto, superando su crítica y escrutinio más severos; de modo que en los momentos de mayor éxito apenas se confirman una docena de sugerencias, esperanzas, deseos y conclusiones preliminares".

viernes, 30 de enero de 2009

Bicentenario de la (otra) teoría de la evolución.




[Procedencia de las fotos: http://www.educared.net/ (superior); http://www.life.uiuc.edu/ (inferior)]


Mucho se está hablando y escribiendo en este 2009 de Charles Darwin y de su teoría de la evolución; afortunada y merecidamente, por cierto. Pero en "El devenir de la ciencia" queremos dedicar unas líneas al silencioso bicentenario de la primera teoría de la evolución, elaborada por el naturalista francés Lamarck. Se cumplen doscientos años de la publicación de Filosofía zoológica, donde Lamarck propone su teoría. En 1809 precisamente nació, en la rival Gran Bretaña, Charles Robert Darwin y, cincuenta años después, vería la luz su polémica obra, El origen de las especies por medio de la selección natural. La teoría de Darwin, que generó no pocas críticas y polémica como ocurriera con la de Lamarck medio siglo antes, terminaría sustituyendo a la del gran naturalista francés, pues el mecanismo propuesto por el científico británico para la evolución de las especies, la "selección natural" o selección de los individuos mejor adaptados al medio, tiene mayor consistencia y está apoyado por importantes evidencias experimentales. No ocurría lo mismo con la teoría de Lamarck que carecían de confirmación experimental. Posteriormente, las investigaciones genéticas afinarían más revisando las ideas de Darwin al considerar que las mutaciones, la selección natural y el aislamiento geográfico son los factores que hay que considerar para explicar la evolución divergente de los seres vivos (neodarwinismo). Y nuevas investigaciones generan nuevas aportaciones y modificaciones a la teoría de la evolución. Como no podía ser de otra manera: ¿acaso hay alguna teoría definitiva y verdadera?

viernes, 23 de enero de 2009

La ciencia como esperanza ante la barbarie.

(Foto: www.greenpeace.org)

Desde hace años sigo, como tantos otros, con gran interés todo lo referente al economista y escritor José Luis Sampedro (Barcelona, 1917). Acaba de publicarse Economía humanista. Algo más que cifras (editorial Debate), recopilación de artículos de reflexión sobre la economía, de Sampedro.
Este pensador crítico, que a pesar de la edad mantiene la extraordinaria lucidez de siempre, cree que entramos en una etapa de barbarie (confirmada, por ejemplo, por el terror en Gaza) que obliga a reconstruir el sistema, pues el capitalismo, con independencia de su bondad o no, está simplemente agotado (en el lejano siglo XV fue un motor de progreso).
Para Sampedro la esperanza está en la ciencia. Para él lo único que avanza es la ciencia, que continúa aportándonos conocimiento en campos tan dispares como la astrofísica, los materiales, la informática, la genética o la nanotecnología, por citar algunos ejemplos.
En la presentación de su libro en Sevilla denunció que "la Iglesia se quedó en el siglo XVI, la economía en el XVIII y la política en el XIX. Lo único que avanza a toda velocidad es la ciencia. El imperio romano se derrumbó, luego vino la barbarie y más tarde otra cosa totalmente distinta. Ahora estamos en un periodo de barbarie. La única salida quizás venga por vías científicas" (El mundo, 22 de enero de 2009).

Reconocimiento social de la ciencia. Apoyo político a la labor científica.

Mal futuro tiene un país si la labor científica no es apoyada suficientemente por sus dirigentes y/o cuenta con un escaso reconocimiento social. En el diario El mundo de 5 de noviembre de 2008, bajo el titular "Los investigadores aprueban por la mínima al Gobierno y suspenden a la empresa privada", se nos presenta una encuesta a varios científicos españoles de relieve sobre el apoyo que reciben de las instituciones y de la empresa privada.
Los investigadores elegidos puntúan del cero al cinco los aspectos sobre los que se les cuestiona. Aquí hemos seleccionado dos preguntas:

1) ¿Cómo puntúa el reconocimiento social hacia la ciencia?
Manuel Aguilar, especialista en física de partículas en el CIEMAT, da un 1; José Cernicharo, astrofísico del CSIC, puntúa con un 2; Esteban Domingo, virólogo del CBM, califica con un 3; Carlos Duarte, biólogo experto en ecosistemas acuáticos, da un 2; Carlos M. Herrera, experto en Ecología Evolutiva e investigador en Doñana, da un 3; David Morris, profesor de investigación de Metalurgia Física en el CSIC, da un 2; Luis Oro, químico especialista en compuestos organometálicos de la Universidad de Zaragoza puntúa con un 3; Luis Vega, experto en dinámica de vórtices e investigador del departamento de Matemáticas de la UPV, da un 1; y Enrique Zuazua, matemático de la UAM, califica con un 3. Es decir, en este aspecto la puntuación media es tan sólo de un 2,2 (de un máximo de 5). Sobran comentarios.

2. ¿Recibe suficiente apoyo el área en el que desarrolla su labor científica?
Manuel Aguilar da un 3; José Cernicharo da un 4; Esteban Domingo puntúa con un 1; Carlos Duarte con un 3; Carlos M. Herrera con un 2; Davis Morris con un 2; Luis Oro con un 3; Luis Vega con un 4; y Enrique Zuazua puntúa con un 1. Esto nos da una valoración media de 2,6. Pobre resultado también, aunque algo menos bochornoso que el anterior.

En este momento, dado el panorama, nos parece muy oportuno incuir en esta entrada de "El devenir de la Ciencia" la siguiente cita del historiador de las ciencias Juan Pimentel, extraida del interesante y ameno libro "Jorge Juan, Mutis, Malaspina. Viajeros científicos. Tres grandes expediciones al Nuevo Mundo" (Nivola, Madrid, 2001), p. 81:

"La política científica de una nación o de un imperio ha sido siempre un síntoma y una causa de su posición en el mundo. La cultura y los conocimientos de un país revelan y provocan su grandeza. Su descuido, por el contrario, produce su atraso y lo delata".

Los docentes luchamos día a día por educar y elevar los conocimientos de nuestros jóvenes, ciudadanos del mañana, pero lo cierto es que, hoy en España, somos muchos los que tenemos una visión pesimista sobre este asunto (pesimismo que creemos que es realismo). Tal vez, eso deseamos, estemos equivocados.

domingo, 18 de enero de 2009

Una década prodigiosa para la ciencia (III). Lecciones desde Atapuerca.



(En las imágenes: reconstrucción de un cráneo de un Homo antecessor, procedente de http://www.elmundo.es, y recreación de dicho homínido, obtenida de http://www.xlsemanal.com).
El minucioso estudio de numerosos restos encontrados en el nivel TD6 del yacimiento pleistocénico de Gran Dolina, en la sierra burgalesa de Atapuerca, permitió resolver un complejísimo y crucial rompecabezas; el arduo trabajo iniciado varios años antes culminó con la definición de una nueva especie en 1997: el Homo antecessor, el homínido europeo más antiguo, que podría haber habitado en el continente hace más de un millón de años (en el Pleistoceno inferior).
El investigador J. M. Bermúdez de Castro (Madrid, 1952), paleoantropólogo codirector (con Arsuaga y Carbonell) de las excavaciones, nos recuerda en "Lecciones desde Atapuerca" (suplemento El cultural, del diario El mundo, de 13 - 19 de noviembre de 2008) que diez años más tarde del magno acontecimiento, en 2007, en los mencionados yacimientos de la sierra burgalesa se dio un paso más en la búsqueda del primer europeo. En concreto, el hallazgo se produjo ahora en la cueva denominada Sima del Elefante, a no mucha distancia (unos 150 metros) de la ya célebre Gran Dolina.
Nos explica Bermúdez de Castro que la mandíbula hallada en el nivel TE9 de la Sima del Elefante se estima que tiene una antigüedad de 1,3 millones de años y también ha sido asignada provisionalmente a la especie Homo antecessor.
Esta mandíbula recuerda, afirma el investigador, a las más antiguas del género Homo halladas en África y, sobre todo, a las encontradas en el yacimiento euroasiático de Dmanisi (República de Georgia), donde se han encontrado restos fósiles de más de 1,7 millones de años.
Parece ser pues que la colonización de Eurasia fue muy temprana, y la teoría de un primer poblamiento a finales del Plioceno va tomando forma.
(Recomendamos al lector interesado en los yacimientos de Atapuerca que visite las webs: www.atapuerca.org y www.atapuerca.tv).

viernes, 16 de enero de 2009

Una década prodigiosa para la ciencia (II). Los códigos del genoma.

(En la foto, tomada de http://evolution.berkeley.edu, vemos la estructura del ADN).

José Antonio López Guerrero nos indica en su artículo "Los códigos del genoma" (suplemento El cultural, del diario El mundo, de 13 - 19 de noviembre de 2008) que el nuevo milenio arrancó con el sonoro acontecimiento científico de la publicación del borrador de la secuencia del genoma humano. Y aunque, afortunadamente, vivimos en un mundo de gran riqueza étnica, los estudios del genoma humano han mostrado que genéticamente las diferencias son bastante sutiles: la diferencia entre individuos, del origen que sea, es de un 0,1 % tan sólo. Variaciones sutiles, mas de gran importancia, pues ese ínfimo porcentaje permite explicar, por ejemplo, la diferente susceptibilidad a ciertas enfermedades según la raza.
Aunque estos asuntos generan bastante inquietud y polémica en nuestra agitada sociedad actual, lo cierto es que las aplicaciones biotecnológicas de los estudios genómicos son de gran alcance y trascendencia (paradójicamente ése es el origen de las polémicas): manipulación genética de organismos (plantas y animales), terapia génica y la esperanzadora medicina regenerativa.
Bueno e intelectualmente saludable es el debate ético y filosófico (es decir, racional), o incluso ideológico (con su componente emocional), pero manteniendo en todo momento el rigor científico y valorando, asimismo, el beneficio final.

domingo, 11 de enero de 2009

Charles R. Darwin y el devenir de las especies




La máxima de Heráclito, "sólo el cambio perdura", es, en mi opinión, una de las más certeras: todo cambia, todo evoluciona en este mundo. Los seres vivos, y entre ellos el ser humano, no son la excepción a la regla, más bien todo lo contrario, en su propia esencia está la mutabilidad. De ello se dio cuenta en el siglo XIX Charles R. Darwin (1809 - 1882), cuya teoría de la evolución de las especies levantó, y aún levanta en alguna medida, airadas polémicas. Ocurre siempre que una teoría trasciende el ámbito meramente científico y agita la mente de filósofos o de teólogos.

Este año se cumple el bicentenario del nacimiento del gran naturalista británico y, además, el 150 aniversario de la publicación de su obra cumbre, El origen de las especies por medio de la selección natural, que vio la luz el 24 de noviembre de 1859. La expectación era tal que se agotó el mismo día que se puso a la venta.

Del Diccionario de citas científicas de Alan L. Mackay (Edicines de la Torre - CSIC, Madrid, 1992) recogemos aquí tres citas de Charles Darwin muy significativas y que el lector sabrá valorar:

1. "A esta conservación de las variaciones y diferencias individualmente favorables y a la destrucción de las que son perjudiciales, la he llamado selección natural o supervivencia de los más aptos. Las variaciones que no son útiles ni perjudiciales no serían afectadas por la selección natural y quedarían abandonadas a un elemento fluctuante".

2. "No veo razón válida alguna para que las opiniones expuestas en este libro hieran los sentimientos religiosos de nadie".

3. "Los hechos falsos son muy perjudiciales para el progreso de la ciencia, porque a menudo duran mucho; pero las visiones equivocadas, si están basadas en alguna realidad, hacen poco daño, pues todo el mundo obtiene un saludable placer en probar su falsedad".

(Las dos primeras citas están extraidas de El origen de las especies)

Asimismo encontramos vídeos muy interesantes en youtube sobre la biografía de Darwin y la evolución.

(Procedencia de las fotos: Darwin, http://science-stories.org/; caricatura de Darwin y la evolución, http://www.tulane.edu/)


sábado, 10 de enero de 2009

¡Que acabe el terror en Gaza!


Los científicos no estamos hechos de una pasta especial, somos tan humanos como un carpintero, un obrero, un abogado o cualquier otro. Y por ello también somos sensibles ante la barbarie, que no cesa, en la franja de Gaza.

En la portada del diario Público leíamos ayer, estremecidos, el siguiente titular:

"Cruz Roja acusa a Israel de violar las leyes humanitarias. En un comunicado sin precedentes, rompe su neutralidad y arremete contra Israel por incumplir la Convención de Ginebra, al impedir durante cuatro días que sus ambulancias entrasen en un barrio bombardeado para auxiliar a los heridos. Entre ellos, según Cruz Roja, había cuatro niños desnutridos junto al cadáver de su madre".

Semejante titular incluso empequeñece y arrincona el escalofriante dato de 3.128.963 seres humanos parados en nuestro país, triste récord histórico.

Ya en las páginas interiores del mencionado periódico se muestra una encuesta a personajes de la vida pública española a los que se les pregunta: "¿Qué piensa de los ataques contra Gaza?". Recogemos aquí las respuestas de dos científicos de reconocido prestigio internacional; no sólo por ser hombres de ciencia, acostumbrados a razonar y al pensamiento crítico, sino porque sus opiniones las suscribimos plenamente en "El devenir" y creemos que dan en el clavo. El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, del excepcional equipo de investigación del yacimiento de la sierra de Atapuerca, contestaba: "Están avanzando los más intransigentes en los dos lados del conflicto"; por su parte, el biólogo experto en ecosistemas acuáticos Carlos Duarte, premio nacional de investigación en 2007, afirmaba que "Israel no está actuando con la responsabilidad del más fuerte".

Añadimos también la respuesta del dibujante Francisco Ibáñez, que tanto nos hizo reír cuando éramos inocentes infantes: "La muerte de un solo niño debería indignar a la comunidad internacional". La frase nos recuerda a la hipérbole barojiana "no salvaría al mundo si para ello tuviera que hacer llorar a un niño". A veces la exageración es necesaria para hacernos reaccionar.
(Procedencia de la foto: www.elmundo.es)

miércoles, 7 de enero de 2009

Una década prodigiosa para la ciencia (I)


El pasado 13 de noviembre de 2008 el suplemento El cultural, del diario El mundo, fue un número especial con motivo de los diez años de vida de la publicación. Como no debiera ser de otra manera en una revista de cultura, encontramos en este suplemento de El mundo una sección dedicada a la ciencia (en "El devenir" somos de la opinión de que el conocimiento científico no es el extraño e incomprensible resultado de la labor de los no menos singulares hombres, y mujeres, de ciencia, sino que forma parte esencial de la Cultura, en un sentido amplio, y debe ser divulgado sin complejos y con rigor; tampoco debiera ser considerado meramente como un conocimiento útil que mejora nuestra calidad de vida).

En este número especial de noviembre se hace un resumen científico de la última década, calificada como "una década prodigiosa para la ciencia". Se seleccionan cinco acontecimientos de relieve felizmente acaecidos en este par de lustros, los cuales son desarrollados en sendos artículos escritos por especialistas. Dichos artículos y sus autores son:


1. "Los códigos del genoma" (por José Antonio López Guerrero).

2. "Lecciones desde Atapuerca" (por J. M. Bermúdez de Castro).

3. "Seguir el agua en Marte" (por Carlos Briones).

4. "Cooperación en la ISS" (por Anna Artigas).

5. "La aventura del LHC" (por Antonio Ruiz de Elvira).


Próximamente comentaremos dichos artículos, y acontecimientos científicos notables, en este cuaderno de bitácora.

Pero, entretanto, recordemos aquí a todos esos hombres y mujeres de ciencia que dedican horas y horas a la investigación, a veces en circunstancias poco agradables y con escaso apoyo, y que tal vez no alcancen los resultados esperados. No importa; la investigación bien hecha nunca es tiempo perdido.
(¿Estás de acuerdo, amable lector, con esta selección? ¿Qué acontecimiento científico crees que es el de mayor relevancia?¿Estás acaso investigando algún asunto que no estará nunca en una lista como la anterior (y no por ello sin importancia)? ¿En cuál?).

(Foto procedente de http://www.elmundo.es/)