domingo, 8 de mayo de 2016

¿Nos vamos de conferencias? (expediciones científicas a América)

[Pintura de F. G. Weitsch (1810) en la que vemos a Humboldt y a su compañero de expedición, el médico y botánico francés Bonpland, en su viaje por los Andes. Al fondo se alza, impresionante, el gran volcán Chimborazo, en Ecuador. En la pintura de Weitsch vemos al naturalista alemán Alexander von Humboldt junto a un indio, que le está dando un sextante. Junto al árbol se representa a Bonpland preparando su herbario. En 1802 se trasladaron de Popayán (en la actual Colombia) a Quito (Ecuador). Humboldt permaneció ocho meses en Ecuador, ascendiendo a dos colosales volcanes andinos (amén de otros): el Pichincha  y el Chimborazo. En junio de 1802 Alexander von Humboldt acomete la escalada a la cima del gran volcán Chimborazo (de una altitud próxima a los 6.300 metros sobre el nivel del mar, el punto de la superficie más alejado del centro de la Tierra, debido a su situación en el ecuador de nuestro planeta). A comienzos del siglo XIX el Chimborazo estaba considerado como la montaña más alta de la Tierra. El viajero y científico alemán no pudo culminar su intento, pues se quedó a unos 400 metros de la cumbre del volcán al ver cortado su paso por una gran grieta imposible de salvar.]



Luis Carandell dice con acierto en el prólogo al libro Viajeros científicos (de Juan Pimentel, en Editorial Nivola, sobre las tres grandes expediciones científicas al Nuevo Mundo protagonizadas respectivamente por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, José Celestino Mutis y Alejandro Malaspina) que la historia de la ciencia es paralela a la de los viajes, pues la curiosidad que lleva al hombre a investigar y la que le lleva a viajar son del mismo orden. "Responden ambas al imperioso deseo de conocer y comprender el mundo", puntualiza el inolvidable periodista y escritor, cronista de viajes. España jugó en estas empresas geográficas y científicas un papel relevante gracias al descubrimiento de un Nuevo Mundo, repleto de maravillas naturales y riquezas minerales, con una fauna y flora desconocidas para los europeos.

Animo al lector a que disfrute alguna conferencia, sin salir de casa, sobre las grandes expediciones científicas al continente americano. Aquí dejo dos, de Miguel Ángel Puig-Samper, sobre el tema. En la primera, titulada La exploración científica de América, se hace un repaso de las aportaciones de las diferentes expediciones y viajes a territorios americanos para el conocimiento de su naturaleza (y, claro está, para obtener de él una utilidad, como es el caso de la febrífuga quina americana). Aunque, al abarcarse desde el descubrimiento del Nuevo Mundo hasta nuestros días, resulta imposible entrar en detalles, me sabe a poco lo dedicado a la expedición geodésica hispano-francesa al Ecuador (1735 - 1744) en la que tan magnífica labor desarrollaron los entonces jóvenes marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Asimismo echo en falta una mención en el siglo XVII a Bernabé Cobo. 

La segunda conferencia, Alexander von Humboldt, el explorador del Cosmos, se centra ampliamente en el gran viajero y naturalista alemán. De Humboldt (1769 - 1859) dijo el filósofo alemán F. Adolf Trendelenburg en 1861:


"Fue un vínculo vivo que unió a los científicos de ambos hemisferios y trabajó como el que más en pro del intercambio de ideas y de la colaboración científica y académica. Tras unos viajes que supusieron el redescubrimiento de América y un conocimiento mucho más profundo de Siberia, comenzó, ya entre nosotros y en el ocaso de su ajetreada existencia, su última tarea con la cual culminó su concepción de la Naturaleza como un todo movido y animado por fuerzas internas. Todos los pueblos consideraron que Kosmos era  el regalo de una inteligencia poderosa, y si alguien pudo reinar sobre los vastos dominios del saber, acrecentados a lo largo de los siglos y estructurarlos a la manera de un artista hasta lograr una descripción amena y elegante, ese fue él".

(Fragmento recogido en Humboldt, de Adolf Meyer-Abich, Biblioteca Salvat de Grandes Biografías; Barcelona, 1985)