viernes, 14 de noviembre de 2025

No solo lava. Las grandes nubes de ceniza volcánica

 

"Un volcán es el último episodio de un drama que comienza bastantes kilómetros por debajo de donde empieza a aparecer la lava [...]. Se trata, simplemente, de un desahogo de la energía que existe en el interior de nuestro planeta".

JOSÉ MARÍA FÚSTER CASAS (1923 - 2000); catedrático emérito de Petrología y Geoquímica de la UCM.



Erupción del Vesubio, obra pintada en el último cuarto del siglo XVIII por Antonio Carnicero Mancio (1748-1814).. Óleo sobre lienzo. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid (España).Procedencia de la imagen aquí.

Cuando tenemos lejos los volcanes, estos no suelen preocuparnos; pero hemos podido comprobar en numerosas ocasiones cómo la distancia no es óbice para que las nubes de gases y ceniza que de ellos emanan nos afecten seriamente. Hace poco más de quince años (aún lo recuerdo bien) fue un impronunciable volcán islandés, que parecía dormido (no lo estaba) bajo el glaciar, fuego bajo el hielo, el que puso en jaque al espacio aéreo de buena parte de Europa. Pero los importantes perjuicios a pasajeros y compañías no son casi nada comparados con las alteraciones climáticas que las grandes erupciones pueden provocar, drásticos enfriamientos, a veces duraderos, debidos al incremento de la luz solar reflejada por un gran volumen de cenizas volcánicas.

No pocas veces ha aflorado el magma con gran violencia a lo largo de la historia. Así, hace 74.000 años, la potente erupción del volcán Toba (en la isla indonesia de Sumatra) pudo arrojar unos 2500 km3 de cenizas que alcanzaron gran altura en la atmósfera y, en consecuencia, produjo un enfriamiento global (se estima que hasta 10 grados de descenso de la temperatura al llegar menos radiación solar a la superficie terrestre). Esta catástrofe puso al hombre en serias dificultades de adaptación, casi al borde de la extinción. Entre las erupciones más importantes de la historia podemos citar: Laki (Islandia, 1783), Tambora (Indonesia, isla de Sumbawa, 1815), Krakatoa (se encontraba entre Java y Sumatra, 1883), monte Santa Helena (Estados Unidos, 1980) y Monte Pinatubo (Filipinas, 1991). Y en 2010, menos importante que las anteriores, la erupción del Eyjafjallajokull, el volcán escondido bajo el hielo islandés.


José Miguel Viñas nos explica perfectamente en su web, http://www.divulgameteo.es/, las características de una nube volcánica:


"Las nubes de origen volcánico presentan algunas particularidades que las distinguen claramente de las convencionales. Los materiales incandescentes que lanza con furia el volcán hacia arriba generan de inmediato un gigantesco pirocúmulo que gana altura con rapidez. En su interior conviven gases tóxicos procedentes de las emanaciones del volcán, con vapor de agua y abundantes piroclastos, que serían los fragmentos de roca volcánica de diferentes calibres -desde las cenizas más pequeñas, con diámetros siempre inferiores a los 2 mm, hasta piedras de considerable tamaño- que tiñen la nube de un color negro característico. La fricción a la que se ven sometidos los distintos materiales ardientes genera una separación de cargas eléctricas, lo que suele dar como resultado la aparición de rayos dentro de la nube de cenizas."


Pero a nadie debiera extrañarle la erupción de un volcán en aquellas septentrionales tierras heladas de Islandia, entre dos placas tectónicas (la isla se encuentra atravesada por el límite divergente de las placas norteamericana y euroasiática), un territorio geológicamente muy joven y dinámico, con más de una treintena de volcanes activos. De hecho generó gran preocupación a los geólogos la proximidad del volcán bajo el glaciar, el Eyjafjallajokull (al sur de la isla), a otros, como el Katla, que ya han demostrado de lo que son capaces. 

Por su parte, Miguel Delibes de Castro, en el recomendable blog "La ciencia es la única noticia", nos aportó alguna información valiosa y sorprendente:


"Estos días muchos vuelos han sido cancelados y algunos aeropuertos cerrados tras la segunda erupción en el Eyjafjall. No es para tomarlo a broma. Entre 1783 y 1785, las cenizas y aerosoles del Laki y el Grimsvötn, volcanes islandeses cercanos, eliminaron la cuarta parte de la población humana de la isla y más de la mitad del ganado. Algunos historiadores piensan que los efectos catastróficos del Laki sobre el clima y el rendimiento de las cosechas en Europa, con las consiguientes hambrunas, iniciaron el malestar que desembocó en la Revolución Francesa."

(Puede leerse el artículo completo pinchándose en: "Bajo el volcán"). 


En Byron, el geólogo y escritor Jorge Ordaz (autor del blog "Obiter dicta" que, entre otras, contiene la fascinante y original sección "Geoletras" sobre las relaciones entre la geología y la literatura) nos describe así la mayor erupción volcánica que registra la historia (la gigantesca del Toba pertenece a la prehistoria, cuando Homo sapiens daba sus primeros pasos por el planeta), la del Monte Tambora en 1815:


"Una colosal columna de cenizas se elevó hasta una altura de más de 40 km. Más de 10.000 personas murieron a consecuencia del flujo piroclástico. Le siguieron hambrunas que acabaron con la vida de más de 100.000 habitantes de las Indias Orientales. El dióxido de azufre emitido durante la erupción y acumulado en forma de aerosol ácido en las altas capas de la atmósfera tuvo efectos climáticos a corto plazo, reduciendo durante más de un año el calor solar en la superficie del planeta."


Y así, el verano siguiente el tiempo fue frío y desapacible en la distante Europa, como consecuencia de la gran nube de cenizas expulsada por el volcán de la isla indonesia de Sumbawa. Un gélido verano no conocido, de manera que, sin exagerar, aquel 1816 fue llamado "el año en el que no hubo verano". Y lo cierto es que los europeos no podían sospechar la causa. Curiosamente, nos cuenta  Jorge Ordaz, aquel oscuro verano de 1816 propició la aparición de dos de los relatos de terror más célebres de la literatura inglesa: Frankestein, de Mary Shelley, y El vampiro, de John William Polidori, médico particular de lord Byron.


Mas no solo fueron esas las consecuencias literarias de aquel  frío y tenebroso 1816. Lord Byron, inspirado por aquello, escribió el poema Darkness ("Oscuridad"). Los primeros versos nos describen poéticamente a la perfección lo que percibía y sentía el escritor romántico:


I had a dream, which was not all a dream.

The bright sun was extinguish´d, and the stars

did wander darkling in the eternal space,

rayless, and pathless, and the icy earth

swung blind and blackening in the moonless air;

[...]