martes, 3 de abril de 2018

1936: Laura, estudiante de medicina

[PÍO BAROJA en la vejez. Procedencia de la imagen aquí]



Recientemente la editorial Caro Raggio ha sacado a la luz en España la primera edición completa, sin las mutilaciones que en el pasado hizo la censura, de Laura o la soledad sin remedio, que escribiera el gran novelista vasco Pío Baroja en su exilio de París (1936 - 1940), durante la tragedia española de la Guerra Civil. La novela, que ahora podemos disfrutar plenamente, es considerada por muchos como la mejor de nuestro gran escritor después de la Guerra Civil (publicada por vez primera en 1939). 

La novela nos narra las vivencias de Laura Monroy, una estudiante de medicina en la antigua Facultad madrileña de San Carlos. La personalidad de Laura, de naturaleza melancólica, tendente al decaimiento de ánimo y al sentimiento de soledad, contrasta con el vigor de Mercedes, que lucha y se esfuerza tenazmente para superar las duras circunstancias que le ha tocado vivir. En cierto modo el tema de esta novela tiene elementos comunes con la gran novela filosófica de Baroja, El árbol de la ciencia (1911). Comprenderá el lector que uno, que es barojiano y descubrió un nuevo mundo de pensamiento en su juventud con El árbol de la ciencia, no haya pasado por alto la publicación íntegra de Laura o la soledad sin remedio. De El árbol de la ciencia dije ya en este blog: 


"Pío Baroja comentó de El árbol de la ciencia que era la mejor novela de carácter filosófico que había escrito, probablemente el libro más acabado y completo de todos los suyos. Estoy de acuerdo. El protagonista es un joven médico, Andrés Hurtado, que sufre con lo que ve, una realidad, la de España a comienzos del siglo XX, en la que la injusticia, la crueldad, la decadencia caen sobre las personas y los paisajes como una insoportable niebla que ciega y agota. Pero Hurtado, con profundas inquietudes intelectuales, pregunta e indaga, sondea sobre la falta de sentido de la existencia. Para ello cuenta Hurtado con un interlocutor excepcional, su tío Iturrioz, también médico como él, y como el propio Pío Baroja. Parte esencial de la novela son las jugosas conversaciones, de carácter filosófico, entre tío y sobrino. En ellas se manifiestan dos concepciones filosóficas en conflicto dialéctico: Iturrioz, con un enfoque empirista; Hurtado defiende las ideas de Kant y Schopenhauer (recordemos que Baroja realizó su tesis doctoral sobre el dolor, haciendo un estudio psicofísico del mismo".


Laura o la soledad... me resulta una novela muy atractiva por diferentes motivos: el ya mencionado de su relación temática con El árbol de la ciencia, la presencia de personajes de formación científica (médicos no podían faltar; el padre de Laura era catedrático de Geología y ésta se casó con un astrónomo y matemático), tan frecuente en la obra de Baroja (médico de formación) y, muy resaltable, el hecho de que la protagonista, Laura, sea una joven estudiante de medicina en aquellos agitados años treinta del pasado siglo, cuando, además, la mujer española comenzaba a incorporarse con pleno derecho a los estudios universitarios. La propia madre de Laura no ve con buenos ojos al principio la extraña dedicación de su hija. Para doña Paz, la madre de la joven estudiante de medicina, Laura debería haber continuado sus estudios de piano y dedicar su tiempo a las tareas de la casa y a la familia pues para ella "las mujeres no servían para estudios científicos". Opinión ésta que no debería  de diferir mucho de la de la mayoría de hombres y mujeres de aquella época. Hasta 1910 no se permitió oficialmente en España la matriculación de mujeres en todos los niveles educativos, haciendo posible su culminación en la universidad (puede leerse este interesante artículo sobre el tema aquí). La universidad que se encontraron estas estudiantes pioneras mantenía sin duda aún fuertes dosis de machismo. Nos dice Baroja que no faltaban en la Facultad estudiantes con aires chulescos, impropiamente llamados "castizos", que no escatimaban comentarios a y sobre las chicas del tipo, "está que chuta", etc. Había otros estudiantes aficionados a los deportes (que seguían en la prensa las noticias referentes a partidos de fútbol, ciclismo, carreras o combates de boxeo; siendo cada vez menos los apasionados por la tauromaquia en los estudiantes universitarios). Asimismo, buen reflejo de la convulsa y crítica época (los años treinta del siglo XX) en la que se desarrolla la trama, Baroja cuenta que habían dejado la Facultad buena parte de los estudiantes revolucionarios que conoció Laura al entrar en ella, quedando solo algunos comunistas y fascistas.

La obra de Baroja, producto de la avidez lectora del escritor vasco y de su formación científica durante sus estudios de medicina, está llena de referencias científicas (Laura o la soledad... no es una excepción). Pío Baroja sabía bien que la ciencia, como conocimiento objetivo de la realidad con valiosas aplicaciones en diversos campos (entre ellos la salud), puede ser la mejor herramienta para el progreso de una nación y para el bienestar social. En mi artículo "La ciencia en la literatura" apuntaba sobre estas referencias científicas barojianas:


 "La obra de Baroja (1872-1956) está salpicada de referencias científicas (aunque son más numerosas las filosóficas). Muestra de ello son sus novelas protagonizadas por el singular Silvestre Paradox (Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox Paradox, rey, ambas muy recomendables para el lector joven) y el cuento La vida de los átomos, de fácil lectura (como es característico del escritor vasco) y fino sentido del humor. El protagonista, adormecido tras la lectura nocturna de un tratado de Química, al calor de la chimenea, imagina o sueña una danza de átomos, revoloteando vertiginosamente sobre su cabeza. Así: “¡Hache! ¡Hache!, estornudaba un señor idiota, inodoro, incoloro e insípido”, o “¡Ag…, ag…, ag…! exclamó una señora vestida de blanco, con una risa argentina”. El positivista protagonista del delicioso cuento, indignado, se pregunta: “¿Quién ha visto el átomo? ¿Quién ha pesado el átomo? ¿Por qué se atreve a decir nadie que es indivisible?”. Para él el átomo es una antigualla, una hipótesis que hay que abandonar; “tenemos que remontarnos más allá, al subátomo, si se me permite la expresión”, nos dice. "


Los apasionados por la ciencia tienen, sin duda, más de un motivo para entregarse a la lectura de la obra literaria de Pío Baroja.


[Procedencia de la imagen y reseña en el diario El País aquí]

1 comentario:

Fernando dijo...

Parece muy interesante. A ver si la leo. Un saludo.